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EL PODER CURATIVO DE LA NATURALEZA

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La Diosa Madre es el nombre genérico que utilizaron todas las culturas en el pasado y al que añadieron un nombre des­crip­tivo del lugar geográfico y el idioma original antropo­lógi­co de cada país para invocar a las fuerzas reparadoras y sa­nado­ras de nuestra madre naturaleza. La ley reparadora que inter­viene en el proceso de la curación se considera una fuer­za femenina porque tiene la capacidad de expandirse y re­produ­cirse por sí sola permanentemente de forma ilimitada. Es una estructura espacial o energía cósmica consciente de sí misma y considerada por la ciencia la matriz del universo por la que han sido creadas todas las cosas. La existencia hu­mana se re­produce siempre a través de una madre, que sig­ni­fica matriz y que también representa a las mismas leyes universales. Esta fuerza creadora fue venerada en el pasado en todo el mundo y esas leyes no han cambiado, siguen sien­do tan actuales como el sol, el agua, la tierra, el aire… El úni­co cambio pro­du­cido es que los seres humanos nos hemos desconectado totalmente de la naturaleza en estos términos, y aunque via­jemos a la otra punta del mundo para ver un pai­saje nuevo, en realidad no estamos conectados con la esencia de nuestra madre tierra, el paisaje sagrado de nuestro entor­no natural más próximo o la diosa madre, pues todo es lo mis­mo. Por eso cuando enfermamos no miramos hacia den­tro para com­prender cuál es el error que estamos cometien­do con noso­tros mismos, sino que corremos al médico o a la farmacia buscando una solución. En nuestro interior, de forma natu­ral e instintiva, siguen existiendo esos vínculos con nuestra madre original, aunque estén oxidados por la fal­ta de uso.

Macrobiótica I

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