Читать книгу Séneca - Obras Selectas - Lucio Anneo Séneca - Страница 47
V
Оглавление«Te ruego y suplico además no te hagas difícil e intratable para tus amigos. No debes ignorar que ni uno de ellos sabe cómo comportarse contigo; si alguna vez han de hablar en presencia tuya de Druso, o callar, cuando olvidar su nombre es ultraje para aquel esclarecido joven, y pronunciarlo lo es para ti. Cuando después de retirarnos de tu lado nos encontramos solos, tributamos los homenajes debidos a sus memorables acciones y palabras: delante de ti guardamos profundo silencio, relativamente a él. De esta manera careces del goce más grande, del elogio de tu hijo, del que, si fuese posible, no dudo quisieras a costa de tu vida prolongar su gloria en la posteridad. Así, pues, permite y hasta provoca las conversaciones en que te hablen de él; presta atento oído a su nombre, a su memoria; que no te pese esto, como a tantas otras que creen en tales quebrantos que es parte de la desgracia escuchar consuelos. Hasta ahora te has apoyado completamente sobre la parte dolorida, y olvidando lo mejor, sólo has considerado tu fortuna por su lado más triste. En vez de recordar los días felices pasados con tu hijo, el encanto de sus expansiones, la dulzura de sus caricias infantiles, sus adelantos en las letras, te complaces en ver las cosas bajo su aspecto más doloroso; y como si no fuesen bastante horribles por sí mismas, las oscureces cuanto puedes. Ruégote no tengas la depravada ambición de considerarte la más desgraciada de las mujeres. Considera al mismo tiempo que no existe verdadera grandeza al mostrar valor en la prosperidad, cuando la vida se desliza por cómodo sendero. Mar tranquilo y viento favorable, no revelan la habilidad del piloto: necesarios son los reveses para que se pruebe la fortaleza del ánimo. No cedas, pues, antes bien, resiste con firmeza y sin retroceder; y por grave que sea el peso que ha caído sobre ti, sopórtale: que el primer ruido solamente te haya asustado. Nada contraría tanto a la fortuna como la igualdad de ánimo».
Después de esto le mostraría incólume un hijo y los nietos que le dejaba el que había perdido.