Читать книгу Séneca - Obras Selectas - Lucio Anneo Séneca - Страница 56
XIV
Оглавление¿Te pasearé ahora entre innumerables ejemplos de grandes hombres para buscar desgraciados, como si no fuera más difícil buscar dichosos? ¿Cuántas casas se han conservado intactas hasta el fin en todas sus partes y sin ningún deterioro? Considera un año cualquiera, cita los cónsules: elige si quieres a M. Bibulo y a César; verás entre dos colegas profundamente enemistados una misma fortuna. Bibulo, varón más honrado que animoso, vio muertos a la vez sus dos hijos después de haber servido de pasto a la brutalidad de los soldados egipcios, para que no tuviese que llorar menos por aquella pérdida que por los matadores. Y sin embargo, aquel Bibulo que durante el año de su consulado, para hacer odioso a su colega, se había mantenido encerrado en su casa, salió a la mañana siguiente del anuncio de aquel doble quebranto, para desempeñar como de ordinario sus funciones públicas. ¿Podía dar menos de un día a sus dos hijos? ¡Tan pronto cesó de llorar a sus hijos el que no había cesado en un año de llorar su consulado! En el tiempo en que C. César recorría la Bretaña y ni el mismo Océano podía limitar su fortuna, supo la muerte de su hija que se llevaba consigo los destinos de Roma. Ya se presentaba a su vista Cn. Pompeyo, soportando difícilmente en la república un rival tan glorioso y queriendo poner término a triunfos que le pesaban hasta cuando participaba de sus resultados: sin embargo, pasados tres días, volvió a encargarse de los cuidados del mando, y triunfó de su dolor tan pronto como triunfaba de todo.