Читать книгу Séneca - Obras Selectas - Lucio Anneo Séneca - Страница 53

XI

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Y en último caso, ¿por qué olvidas tanto tu condición como la general? Nacida mortal, has concebido mortales: ser corruptible y perecedero, sujeto a tantos accidentes y enfermedades, ¿esperabas que tu frágil materia engendrase la fuerza y la inmortalidad? Tu hijo ha muerto, es decir, ha llegado al término a que caminan todas las cosas, en tu opinión más dichosas que el fruto de tus entrañas. Allí se encamina con paso igual toda esa multitud que ves pleitear en el foro, sentarse en los teatros y orar en los templos. Y los que adoras y los que desprecias, no serán más que una misma ceniza. Este manda aquella voz que se atribuye al oráculo pythiano: Conócete. ¿Qué es el hombre? Vaso quebrantado, cosa frágil. No se necesita terrible tempestad, una ola basta para destruirlo; al primer choque quedará deshecho. ¿Qué es el hombre? Un cuerpo endeble, débil, desnudo, sin defensa natural, que mendiga el auxilio ajeno, blanco de todos los ultrajes de la naturaleza; que, a pesar de los esfuerzos de sus brazos, es pasto de la primera fiera, es víctima de cualquier enemigo; formado de materia blanda y fluida, que solamente tiene brillantez en el exterior; indefenso contra el frío, el calor, la fatiga, y en quien la inercia engendra la corrupción; temiendo a sus alimentos, cuya falta o exceso le matan; de ansiosa y aflictiva conservación, aliento precario, que no puede resistir, que se ahoga por repentino pavor o por inesperado ruido que hiere sus oídos; en fin, que para alimentarse, se destruye, se devora a sí mismo. ¿Podrá extrañarnos la muerte de un hombre cuando todos necesariamente han de morir? ¿Acaso se necesita mucho para destruirlo? Un olor, un sabor, el cansancio, la vigilia, los humores, la comida, todo lo que necesita para vivir, le es mortal. Cualquier movimiento le revela en seguida su debilidad: no puede soportar todos los climas; un cambio de aguas, un soplo desacostumbrado del aire, la cosa más pequeña basta para que enferme; ser de barro y corrupción, entra llorando en la vida, y sin embargo, ¿cuánto tumulto promueve este despreciable animal? ¿a cuántos ambiciosos pensamientos no le impulsa el olvido de su condición? Lo inmortal e infinito ocupan su mente, ordena el porvenir de sus nietos y biznietos, y en medio de sus proyectos para la eternidad, le hiere la muerte, siendo carrera de muy pocos años lo que se llama vejez.

Séneca - Obras Selectas

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