Читать книгу Penélope: El día que me casé, otra vez - María Cecilia Zunino - Страница 10

Capítulo 4

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Recuerdo el episodio emblemático de aquel viajecito al campo. ¡Qué caída del catre!

¡Por Dios!

Ya no en un restorán, un día lluvioso de invierno, sino en una tórrida temporada estival, en un campo en el medio de la nada: la vida quiso que fuéramos cuatro, otra vez. Dos parejas. Y dos nenas, por supuesto. Renata y Mía. A Mía le gustaste en seguida. ¡Cómo te espiaba por detrás de las velas y los adornos de la mesa ratona del living de la estancia! ¿Te acordás, Luciano? No había electricidad. ¡Qué noches habríamos de pasar en ese campo aislado! Noches eternas a la luz de la luna y al canto de los grillos desesperados por un poco de humedad. Tragos largos, charlas interminables. ¡Qué miedo me daba conocerte! Dejarme llevar…

Durante el día hacía calor y más calor. Lo único indivisible era el aire elevándose de la tierra en ondas resecas y los pájaros sedientos con el pico abierto pidiendo una gota que los salpicara. Como era lógico, todos nos congregábamos en la pileta, y vos, con tu cuerpo esbelto, ese bronceado que realzaba el verde de tus ojos, y ese traje de baño que me resultó tan sugestivo. Me atreví a mirarte un poco, de reojo. ¿Cómo puede ser? La mojigata parecía descubrir al sexo opuesto por primera vez. ¡Cuánta represión! Inaudito y ridículo. Habría de caer en la cuenta, tras tomar coraje y animarme a observar, grandulona yo, que no todos los hombres vienen del mismo tamaño…

Wow! Tachamos otro punto más de la lista. ¡A veces sí podemos tenerlo todo!

¡Cómo te reíste cuando te lo confesé! Con mucha paciencia e infinita ternura, fuiste enseñándomelo todo…

Estaba tan empeñada a seguir el librito de mandatos, que jamás me permití a mirar a mi alrededor con honesta claridad.

Penélope: El día que me casé, otra vez

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