Читать книгу Penélope: El día que me casé, otra vez - María Cecilia Zunino - Страница 17

Capítulo 11

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Laura es artista y es brillante. Laura es mi amiga de toda la vida y siempre lo será. Ella ve la vida a todo color. La vida es un enorme lienzo y ella lo llena de colores maravillosos cuando nadie puede ver nada. Pero es difícil seguirle el tren, porque Laura es Laura y los que quieran estar con ella tienen que danzar a su ritmo y mancharse con sus colores. Es inevitable que te salpique.

Hija de arquitectos exitosísimos y súper dedicados a su arte cuadriculado y milimétrico. Qué paradoja… de tal palo… bueno, en este caso salió otra astilla… Roberto y Liliana Montalbán trabajaban de sol a sol, construyendo casas, mansiones o edificios modernos con minuciosa dedicación. A Laura le fomentaban sus dotes artísticas y, si bien el arte de Laura era diametralmente opuesto al de sus padres, ellos nunca le impusieron su mirada. Lo que fuera, con tal de sacársela del medio para poder diseñar, producir y construir. El build, build, build de sus padres fue art, mess, freedom para Laura. Polaroid de colores.

La tuvo a Francesca de muy joven. Se fue al Brasil por su cuenta un verano a «encontrarse con su arte» y volvió con Francesca en sus entrañas. Fran es increíble, es su clon. Si bien no conoció a su padre, parece no haber rencor. Ellas se siguen la una a la otra, mezclando colores a su paso. Cada una va dejando sus estelas que se entrecruzan para generar tonos y matices nuevos. Fran y Laura: puro movimiento y color. Viven gracias a los colores.

Para Laura, mi divorcio fue lo mejor que me pudo haber pasado. No tolera las ataduras. Laura es «libre, como los pájaros»… Igualmente, aunque sin comprenderme, me ha sostenido durante mi proceso de transición hacia la luz al final del túnel. Fuimos a infinidad de brujas y chamanas. Yo no creo demasiado, pero debo reconocer que, en mi recorrido por aquellos ritos sobrenaturales y ancestrales, salía bien clarito que «encontraría mi verdadero camino, siempre y cuando me despojara de mis mandatos y me saliera de mi sendero actual»… Y, justamente, aquella cena de cumpleaños con Justo y Carmela, la tranquera de la estancia Arizmendi, todo ese recorrido fuera del sendero habitual nos trajo hasta acá, Luciano, nuestro verdadero camino. Alto, tan alto.

Penélope: El día que me casé, otra vez

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