Читать книгу Penélope: El día que me casé, otra vez - María Cecilia Zunino - Страница 16

Capítulo 10

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Los primeros tiempos después de una separación son como una zona gris. Ya entendés que no lo querés y que el motivo de tu angustia no es el hombre que se fue, sino la idea de un hombre que ya no está. La idea de un padre para tus hijos. La idea de una familia. Y entonces, como todo es tan reciente y una está tan, pero tan aturdida, se da lugar a todo tipo de fantasías que, a la larga o a la corta, prueban ser impracticables. Fantaseás con que todo puede cambiar y con que se puede volver. Después de todo, todavía no hay nada firmado. Sentís que te merecés una segunda oportunidad. Y por más de que el tipo se haya ido con su secretaria, tenés la esperanza de que haya salido un cretino de tu casa y de que vuelva el mismo cretino, pero convertido, esta vez sí, en Charles Ingalls.

¡Y dale con Charles Ingalls!

Un buen (o mal) día, entonces, te permitís el clásico de clásicos: el revival sexual apasionado. Te encontrás, te mirás, y le das para adelante. ¡Pero, sí! ¿Si todavía el cretino este que se parece a Antonio Banderas en “Átame” sigue siendo tu marido? El divorcio está en marcha, pero no hay nada firmado ¿Por qué no? ¿A quién estás engañando? ¿A qué moral? Y te lo permitís. Pero, cuando todo acabó, te das cuenta de que no te dejó nada, de que fue simplemente un desahogo con matices, algunos nuevos, otros revisitados y otros… otra vez los otros… bueh… ok… Y ahí está. Y lo mirás y tenés claro, más que nunca, que no lo querés, pero querías ver. Tenías que ver. Querías confirmar que, sin dudas, no habría cambios y que Banderas jamás iría a virar de cretino a ese idílico Charles Ingalls. Por supuesto que no.

¿Pero quién te quita lo bailado? Al fin y al cabo, y por más que estuviera con otra, todavía era tu marido… tu maridito… y, sí… de paso te diste un gustito, una pequeña vendetta. Yo también me di el gusto de jugar un poco con vos y de dibujarle una osamenta a tu actual, al mejor estilo Merryl Streep en “It’s Complicated!”…

Recorro mi diario íntimo de aquel día y esto es lo que encuentro…

Aquel día llegó con sorpresas. Los dos pensamos en lo mismo. Fuimos, lo buscamos, y causó el efecto deseado. Todo culminó con una yapa. Una pizca de pasión. Un impulso y una explosión. Pero no hay dolor. Una descarga. Un buen momento compartido, pero sin nostalgia, sin puñales. Nada. Estoy muy tranquila. Puedo disfrutar de un momento así, solo por el momento en sí. Es extraño. Es una nueva sensación. Si bien no es lo que siempre aspiré a tener... no es malo. No es negativo. Lo vivo y está bien. Nada más. Después, dormir tranquila, en mi gran cama, confortable, en paz. El descanso. Me hace bien, me cambia la jornada el acostarme temprano y tranquila, sin presiones, sin obligaciones, sin obsesiones ajenas. Solo descansar: de la mano de una taza de té, unas palabras cruzadas, una novela, una plegaria, o solamente contemplando la nada, o los ojos profundos y rasgados de mi gato.

Penélope: El día que me casé, otra vez

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