Читать книгу Baltasar contra el olvido - Mauricio Koch - Страница 23

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A veces mamá tenía que hacer trámites o ir al médico en Nogoyá y nos llevaba con ella. Salíamos con el primer sol, en el San José de las siete. Ni bien llegábamos, con el Leo le tirábamos del vestido para que nos comprara revistas en los kioscos, autitos de colección, cocacola y bombón helado; todo lo que veíamos nos hacía brillar los ojos y queríamos pero ella nada, como que ni nos escuchaba. Pero había algo que no nos hacía faltar, por eso rogábamos que terminara cuanto antes los trámites y enfilara hacia la plaza para ir a la panadería. En mi pueblo no venden facturas, las panaderías no sé por qué no hacen, y al Leo y a mí nos vuelven locos, sobre todo los vigilantes con crema pastelera y dulce de membrillo. La panadería está al lado de la catedral de Nogoyá, cruzando la plaza. Es una casa vieja que se viene abajo, llena de manchas de humedad y con el cielo raso inflado, que ni cartel en el frente tiene siquiera, nada que diga que ahí hay una panadería más que el olorcito que se siente de lejos. Mamá compraba una docena de facturas y nos sentábamos en un banco de la plaza a comerlas. Con el Leo comíamos mientras mirábamos a las chicas que pasaban, una más linda que la otra, Nogoyá es así. El Leo se enloquecía y con todas se quería ir. Las acompañaba, les convidaba facturas, les levantaba las polleras; mamá lo retaba y lo traía de la oreja. A las once y media, la hora de ir a la terminal para tomar el micro de vuelta, al Leo siempre le daba una pataleta y zapateaba que no quería y que no y mamá se enojaba y le decía que si se seguía haciendo el pelotudo lo iba a dejar ahí, y el Leo decía que no le importaba y se ponía a gritar más fuerte, como chancho, y mamá entonces le decía que le iba a partir la cabeza si no hacía caso y el Leo se burlaba y mamá peor, ya furiosa le gritaba que iba a llamar a la policía. Así. Siempre terminaban así nuestros viajes a Nogoyá.

Baltasar contra el olvido

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