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III. En éxtasis (en el Espíritu) en el día del Señor

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Puesto que Dios es el alfa y la omega, sabemos que es eterno. También es Señor del universo. Juan, en cambio, era mortal como cualquiera de nosotros, limitado por el tiempo y el espacio. Nos dice que cuando vio al Señor se encontraba en la isla de Patmos, y que el momento era el día del Señor. “Caí en éxtasis (estaba en el Espíritu) en el día del Señor” (Apoc. 1:10).

Correspondía que viera al Señor en el día del Señor. La visión tomó por sorpresa a Juan, de manera que sabemos que él no eligió el día. El Señor decidió darle la visión en su día.

Pero ¿qué día es el “día del Señor”?

Todos sabemos que la mayoría de los cristianos da ese nombre al domingo. La costumbre de hacerlo, en efecto, se remonta a algunas cartas escritas en el siglo II por San Ignacio, obispo de Antioquía dedicado, pero excéntrico. Sea como fuere, la costumbre de aplicar al domingo la expresión día del Señor es tan antigua y tan difundida, que la encontramos incluso en la terminología de muchos idiomas modernos. Domingo, en castellano; Dimanche, en francés, y Domenica, en italiano, todas ellas derivan de la expresión latina Dominicus dies: día del Señor. Curiosamente, alrededor del año 1600, los puritanos ingleses comenzaron a designar el domingo con el nombre de “Sabbath”, que significa literalmente sábado. En Inglaterra y en los Estados Unidos, donde la influencia puritana se ejerció con fuerza, millones de cristianos han llegado a creer que el domingo es, a la vez, el “Sabbath” (sábado) y el día del Señor.

Ahora bien, si vamos a las Escrituras, encontramos que efectivamente el día del Señor es el sábado. Y al mismo tiempo, encontramos que no es el domingo.

En los Diez Mandamientos, las Escrituras nos dicen: “Recuerda el día del sábado para santificarlo [...] el día séptimo es día de descanso [sábado] para Yahvéh, tu Dios” (Éxo. 20:8, 10). En el Nuevo Testamento ,Jesús dice: “El Hijo del hombre también es señor del sábado” (Mar. 2:28). De manera que las Escrituras presentan al sábado como día del Señor. El día del Señor es el sábado.

Pero ¿cómo podemos estar seguros de que en los largos siglos transcurridos desde los tiempos bíblicos hasta los nuestros no se ha producido algún cambio?

Ha habido un cambio; mejor dicho, ha habido un intento de cambio. Hace un momento mencionamos la posibilidad de que ya en el segundo siglo el obispo Ignacio llamara día del Señor al domingo. En el primer tomo de esta obra estudiamos la profecía de Daniel relativa al cuerno pequeño de Daniel 7, y vimos que “trataría” de cambiar la Ley de Dios. Vimos cómo la iglesia cristiana impuso la observancia del primer día de la semana, en directa oposición a la observancia del séptimo día. Jesús, por su parte, dijo a sus seguidores que “no pensaran” que él había venido a cambiar la Ley. Les dijo: “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas [...] Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o un ápice de la Ley sin que todo suceda” (Mat. 5:17, 18). (Véase “Respuestas a sus preguntas,” páginas 88 y 89.)

En algunas partes del mundo se ha intentado introducir otro cambio. Se han impreso calendarios en los que aparece el lunes como primer día de la semana, y el domingo como séptimo y último. La razón para hacerlo parece superficial: para mucha gente, la semana de trabajo comienza el lunes.

Pero a pesar de la historia de la iglesia y de algunos calendarios modernos, cualquiera puede descubrir fácilmente qué día es el sábado. En Marcos 15:42 se nos dice que Jesús fue crucificado en “el día de la preparación, es decir, la víspera (el día anterior) del sábado”. En Lucas 23:56 se menciona que durante el sábado los seguidores de Jesús “descansaron según la Ley”. Y Mateo 28:1 afirma que “pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana”, las mujeres fueron a embalsamar el cuerpo del Maestro y encontraron que la tumba estaba vacía. En resumen:

Jesús murió el día anterior al sábado.

Sus seguidores descansaron durante el sábado de los Diez Mandamientos.

Se levantó de entre los muertos el día que seguía al sábado.

Todo cristiano sabe que Jesús resucitó el domingo.

Por lo tanto, el sábado –el día de reposo– de las Escrituras era y continúa siendo el día anterior al domingo, a pesar de la historia de la iglesia y de los calendarios modernos, que por equivocación ubican al domingo como séptimo día de la semana.

El día del Señor es para nosotros. Si el sábado de las Escrituras es el “sábado del Señor” y el “día del Señor”, entonces es su día. ¡Pero lo estableció por nosotros! Jesús dijo que “el sábado ha sido instituido para el hombre”, para todos los hombres, para toda la humanidad. (Véase Marcos 2:27.)

Pero ¿por qué fue instituido el sábado para nosotros? ¿Qué propósito tenía que cumplir? Una respuesta a esta pregunta se nos da en Génesis 2:1 al 3, el informe original relativo al primer sábado. Allí, las Escrituras nos dicen que cuando terminó la semana de la Creación, “cesó (“descansó”, RVR) Dios de toda la tarea que había hecho. Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó”. La palabra santificó significa “poner aparte, separar algo para un uso santo”.

Dios no descansó durante el primer sábado porque estuviera cansado. Descansó de su obra creadora porque en seis días había completado la creación de la Tierra. Descansó, y bendijo y santificó el sábado, con el fin de apartarlo para un uso santo.

¿Y cuál es ese propósito santo? Ezequiel 20:12 afirma: “Y les di además mis sábados como señal entre ellos y yo, para que supieran que yo soy Yahvéh, que los santifico”.

El sábado fue creado cuando Dios santificó el séptimo día. Ahora sirve para recordarnos que Dios también nos santifica, si se lo permitimos. Quiere ponernos aparte para que cumplamos un propósito santo y saludable: que hagamos solo lo bueno. Por medio de nosotros, desea que la parte del mundo donde vivimos sea mejor. Nos ha designado para que seamos un reino de sacerdotes. (Véanse las páginas 81 a 83.) Nos llama para que sigamos el ejemplo de Cristo, y vivamos una vida de bondad en el servicio de los que nos rodean. (Véase Juan 13:12 al 17; 1 Pedro 2:21 al 24.)

Puesto que el sábado nos recuerda la creación del mundo, nos trae a la memoria también que nosotros mismos no podemos hacernos buenos, así como no podemos crearnos a nosotros mismos. Solamente el Creador puede “crear” en nosotros “un corazón puro” y “un espíritu firme (“recto”, RVR)”. (Véase Salmo 51:12.) “El que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo” (2 Cor. 5:17).

Puede ser que usted no esté guardando el sábado todavía, pero es posible que Dios ya haya estado obrando en usted, purificándolo del pecado y recreándolo a su semejanza. Ahora, al leer estas páginas, le hace saber, por medio de las Escrituras, que el sábado es su día, que él ha elegido para proporcionar una revelación especial y más amplia de sí mismo, y para su transformación. También le recuerda que el sábado fue hecho “para el hombre”, para la humanidad, para todos. El sábado fue hecho para mí. También fue hecho para usted.

Por esta misma razón, también fue hecho para Juan. Ese día del Señor en Patmos, era el día de Juan. Fue uno de los mejores días de su maravillosa y larga vida. Qué gloriosas bendiciones recibió por estar “en éxtasis (en el Espíritu) en el día del Señor”, aunque se hallaba en el exilio y en soledad.

¡Qué bendiciones podemos esperar usted y yo, al guardar el sábado también con el poder del Espíritu Santo!; este día del Señor que también es nuestro. Guardémoslo, entonces, todos juntos, con nuestro amante Señor.

Apocalipsis

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