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Prólogo

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En este libro participan 31 personas –de las Universidades de Cádiz, Granada, Huelva, Jaén, La Rioja, Málaga, Murcia, Pablo de Olavide, País Vasco, Pública de Navarra, y UNED, España, y, Flacso, Ecuador; las asociaciones, Gentes de Baladre y Opplere; y los colegios profesionales de trabajadores sociales de Sevilla y Granada– profesoras e investigadoras con experiencia en trabajos en la primera línea desde los cuales transmiten sus reflexiones sobre las políticas sociales en 21 capítulos. Son las preocupaciones contextualizadas de las autoras y los autores –las del día a día de cada quien en sus respectivos mundos profesionales– las que forjan directamente cada capítulo como el resultado de los trasiegos de investigaciones en curso y de la puesta en común en un Seminario que se llevó a cabo, de manera virtual, a comienzos de Julio de 2021. La publicación del libro ha sido posible gracias a los investigadores e investigadoras del Grupo PAIDI-SEJ561 –APLICATS– Acción Aplicada del Cuidado y la Ayuda para la Transformación Social” y al Plan de Mejora de la Investigación del Vicerrectorado de Política Investigativa de la Universidad de Cádiz.

Las políticas sociales que vendrán no es ni el futuro de esas políticas, ni un listado especulativo de vaticinios, ni augurios fundamentalistas, ni presagios místicos, ni predicciones estocásticas, ni suposiciones dogmáticas; es una experiencia de experiencias, una estrategia para reunirlas, un método para pensarlas y una iniciativa para la acción social, porque pensar es el modo, quizás insuperable, de interpelar la realidad y prepararse para afrontarla. Asimismo, asume el propósito de estimular la investigación, el conocimiento y la construcción de políticas sociales que tengan en cuenta las complejas, múltiples y diferenciadas necesidades sociales que se están produciendo y reproduciendo su diversidad en la actualidad. Y, finalmente, también admite la posibilidad de propiciar acciones sociales que estrechen las potencialidades del espíritu científico y de la materia política para proyectarlas progresiva y proactivamente a la sociedad.

I

Además de preocupaciones e ideas sobre lo que está sucediendo con ciertas políticas sociales –no todas– aquí se adosa una imagen de las personas lectoras que son la otra cara del libro. Éstas son quienes someterán a indagación o comparación lo escrito o generarán sus propias respuestas a las preguntas hechas o darán sentido a las inacabadas necesidades, tareas y debates en este campo. Un libro es un diálogo, es un proceso de intercambio: “…sólo obtienes algo de los libros si eres capaz de poner algo tuyo en lo que estás leyendo… sólo si te aproximas al libro con el ánimo dispuesto a herir y ser herido en el duelo de la lectura, a polemizar, a convencer y ser convencido, y luego, una vez enriquecido con lo que has aprendido, a emplearlo en construir algo en la vida o en el trabajo” (MARAI, 2006:214-215).

Este libro es pues, si se permite, un diálogo en curso y su publicación la botadura de una embarcación que no sabe qué aguas surcará, pero que intenta de buena manera sortear el oleaje generado por la pandemia y mostrar cómo las políticas sociales lo han hecho hasta ahora ¿Podrían plantearse los estudios de las políticas sociales de diferente manera a como se han venido haciendo? ¿Tendría sentido hacerlo? La respuesta es afirmativa, y estas páginas la expresión del significado dado. El cómo, sigue siendo una tarea en desarrollo. Las políticas sociales que vendrán, para que sean políticas y sean sociales, deberían preocuparse por comenzar a soltar amarras del pragmatismo que solo reproduce lo que ya la fuerza de la transformación social digital y la reestructuración productiva del sistema capitalista ha puesto en entredicho. BACHELARD, recuerda que para avanzar “lo que se debe hacer es buscar mejores maneras de preguntar a través de sucesivas rectificaciones”, por lo que la idea de libro en curso, significa que no es ni instrucción ni doctrina ni tendencia, solo diálogo potencial, para que las políticas sociales que vengan de donde vengan sean pensadas, construidas y reorientadas.

En suma, esta publicación es las voces de una pluralidad de experiencias y una multiplicidad de formas de entender las políticas sociales que tienen en común la posibilidad de ofrecer, a un tema complejo que suele afectar el comportamiento ciudadano, reflexiones mesuradas en una época donde la constante es la sobreoferta de opinión de ocasión. Los autores y autoras de los capítulos ofrecen en ellos una aproximación que lleva permanentes signos de interrogación ¿cómo se afrontan las políticas sociales en su campo de actuación?; ¿hacia dónde van las políticas sociales en la actualidad?; ¿existe alguna tendencia de cambio o continuidad para desarrollar la capacidad institucional y técnica de las políticas sociales?

II

Parece haber un acuerdo en que la pandemia de la COVID-19 es un acontecimiento determinante para promover una renovación de la reflexión y la acción, teórica y práctica, de la las políticas sociales. Todos los autores y autoras coinciden en ello. En los inicios del primer confinamiento durante 2020 se puso en evidencia la debilidad de las instituciones del sector social, públicas, privadas y mixtas, incluidas las universidades, pero también la fuerza social que podía movilizarse para sostenerla. Sin embargo, con el paso de los días los esfuerzos ciudadanos se desvirtuaron hasta la invisibilidad y se sustituyeron por las narrativas heroicas que había que aplaudir en todo caso. Se hace necesario pues, repensar la ciudadanía y sus manifestaciones.

Las cuestiones sociales subyacentes en la pandemia mostraron la debilidad de buena parte del sistema de protección social, pero no se han puesto de relieve. RIFKIN, en 1996, llamó “el fin del trabajo” a la correlación entre la digitalización y la pérdida de puestos, y sostuvo que ese hecho definía una nueva época, que por entonces ya era neoliberal, capitalista, informatizada, extractivista y transnacional. SASSEN, veinte años después de RIFKIN, calificó esas expulsiones y otras muchas como brutalidad sistémica. Brutalidad que no ha dejado de acontecer desde entonces en el mundo laboral y social y ayuda a comprender sin tapujos la persistencia de las injusticias, los abusos, las expulsiones y las expoliaciones que explican los corolarios digitales que todavía siguen sucediendo tantos años después, básicamente por las mismas razones. La perplejidad que tales hechos causa a DE SOUZA SANTOS, es expuesta en su libro de 2021 que lleva por potente título, El futuro comienza ahora. La pandemia ha sido un revulsivo de una estocástica que la aprovechó para acabar con la procrastinación que postergaba la tarea de ciudadanos, sociedades, empresas y gobiernos de hacer la tarea y sumarse íntegramente a la era digital. El futuro quizás haya comenzada antes; como así lo hizo constar WIENER en 1950, cuando anunció medio siglo de trabajos y transformaciones precedentes proyectadas al progreso cibernético que hoy tenemos.

Si se sigue el argumento, las políticas sociales que vendrán ya están en curso, como resultado de una cuidada, sistemática y progresiva estocástica que, por serlo, ha trazado también ya los rumbos para los próximos años. ¿cuáles son ellos?; ¿quién nos puede informar?; ¿cómo se pueden inferir? Las cifras de utilidades empresariales y las de pauperización de la población generadas durante la pandemia permiten colegir los sectores sobrevivientes y excluidos y, en cierta forma, las tendencias, liderazgos y problemas que plantean. Quienes supieron reconocer el flujo transformador y sumarse a él en sus distintos momentos se están convirtiendo en la voz legítima para orientar hacia dónde serán guiados todos los ciudadanos y las políticas sociales a las que van a estar avocados. ¿Qué hacer llegados a este punto? Una pregunta sin respuesta única, y, a la vez, una tarea de múltiples posibilidades; las viejas inquietudes éticopolíticas se podrían renovar al tratar de responderla e instar a las políticas sociales a la toma de posiciones frente a los avatares intelectuales e industriosos de la construcción social global.

III

La organización de este trabajo se basa en los horizontes de acción, los campos de posibilidad, los desafíos a construir y las acciones a realizar, más que en las clasificaciones sectorizadas habituales de las políticas sociales. En virtud de ello los capítulos se ordenan en cuatro apartados que reflejan el método de organización para integrar el libro de una manera coherente y respetuosa de la singularidad de cada caso tratado. Se entiende que pueden existir otros modos de hacerlo. Dicho esto, los cuatro apartados siguen un orden expositivo lógico y tienen por predicado “las políticas sociales que vendrán”: Prolegómenos, Globalidad en movimiento, Campos de posibilidad pública y Acciones en la primera línea. Hay pluralidad en todos ellos; quizás no haya unidad en esa diversidad, pero sí identidad.

El primer apartado, supone la identificación durante la pandemia de la COVID-19 los prolegómenos de formas inéditas para abordar la cuestión social. Se compone de tres capítulos que sirven de preámbulo y se presentan como una introducción a tres voces. García-Luque y Hernández-Pedreño realizan un estudio socioeconómico del gasto público y de los indicadores de pobreza en España, una cuestión fundamental que pone sobre la mesa las relaciones entre derechos y presupuestos. Ruiz Castellanos, introduce la gobernabilidad de las políticas sociales como la tensión entre confianza y seguridad bajo el supuesto de la influencia epicúrea en el liberalismo. Arroja luces sobre las eventuales significaciones u orientaciones para las políticas sociales. Zambrano, proyecta en su capítulo una politología que deviene en antropología para plantear la exploración de las largas duraciones de los contenidos de las políticas sociales tal como se entienden ahora y la formación de los sujetos, instituciones, solidaridades e identidades.

El segundo, se origina en la idea según la cual la pandemia ha sacado a la humanidad de su letargo digital y la ha catapultado hacia la globalidad, que es una identidad global. Tal movimiento fuerza a cualquier política social a emplearse a fondo en la operacionalización de la institucionalización de una identidad; es decir, a saber integrar las interacciones local-regional-globales en la vida cotidiana de las personas y a producir convenientes universos simbólicos para ellas. Cinco trabajos articulan este apartado desde distintas problemáticas sociales y diferentes perspectivas institucionalizadoras. Lorente Molina y Sevilla Brenes acometen la feminización global de la fuerza de trabajo empleada en la gobernanza de las políticas sociales, mediante una perspectiva feminista que pone de relieve los capitales femeninos y su proyección laboral para la gestión de las políticas. Borda-Niño-Wildman trae el tema del uso del esencialismo estratégico no desde los grupos oprimidos sino desde aquellos dominantes en el ejercicio del poder. Sevilla Brenes, con base en el territorio como tecnología política sugiere que las regulaciones sobre el espacio y la población pueden ser una vía de visibilidad a los barrios y sus vecindarios en interacción con lo global. Carvajal-Muñoz y Sepúlveda-Ramírez recogen los esfuerzos que se llevan a cabo en oficinas de empleo de ocho ciudades europeas para favorecer una gestión más receptiva a las necesidades de las personas desempleadas.

El tercer apartado, Campos de posibilidad pública, se configura con siete capítulos, tres de ellos dan cuenta de las políticas sociales desde las perspectivas del cuidado, la cultura y la comunidad, y los cuatro restantes, consideran las dimensiones sociales de las políticas energéticas, digitales, económico-solidarias y de salud mental. La idea guía del apartado es que, desde la perspectiva de la teoría del acontecimiento, éstos no generan desenlaces unilineales, sino más bien campos de posibilidad. En el primer grupo, López-Peláez otorga centralidad al cuidado reconociendo su importancia global para los servicios sociales y enuncia una cultura del cuidado que lo potencie. González-Rueda recupera dos aspectos importantes para las políticas sociales, lo rural y lo cultural para no olvidar que el campo existe y para introducir la dimensión social de toda política cultural que recuerda la bonfiliana teoría del control cultural tan útil a las políticas sociales emancipatorias. Y, Pastor-Seller, despliega tres estrategias-objeto que se pueden anunciar como una unidad: las políticas sociales propenden por el aumento el capital social fortaleciendo solidaridades y creando sinergias que coadyuven a garantizar derechos.

En el segundo grupo, se desarrollan cuatro temas. Gómez-Pérez y Raya-Díez presentan la dimensión social de la transición energética para brindar apoyo a territorios y comunidades degradados u olvidados; López-García expone la vulnerabilidad infantil ante la brecha digital como una proyección de la exclusión social; Sarasola-Fernández, Sarasola-Sánchez-Serrano y Barrera-Algarín introducen los bancos del tiempo para mejorar la calidad de vida y aupar la participación social, y, finalmente, Conejo Trujillo de decanta por la perspectiva sociosanitaria de la salud mental para responder la pregunta sobre el horizonte de las políticas públicas de salud mental en Andalucía. Estas cuatro líneas de trabajo comienzan a tener centralidad, pasados los días duros de la pandemia. La transición energética está en curso, la exclusión sociodigital infantil tramita políticas, el financiamiento de las familias en situación de riesgo de exclusión está en la agenda global y los problemas de salud mental derivados de la COVID-19 son más notorios.

El cuarto y último apartado, las Acciones en la primera línea, está compuesto por cuatro capítulos desarrollados por trabajadores y trabajadoras sociales. De la Fuente Robles, Martín-Cano y Santos-Montero ponen de manifiesto la necesidad de aumentar el bienestar de las personas diversas funcionalmente estimulando la autonomía; Morilla-Luchena, Chaves-Montero y Vázquez-Aguado plantean un método para abordar las preguntas propuestas en este libro que contempla las eficiencias y las deficiencias preexistentes, las propias vivencias y las experiencias de las y los profesionales que trabajan en los Servicios Sociales. Morata-García de la Puerta y Juan-Toset tocan la externalización del sistema público de servicios sociales y la precarización de las condiciones de laborales en los servicios sociales. Anaut-Bravo y Carbonero-Muñoz abordan comparativamente la atención sociosanitaria en relación con temas de la dependencia y diversidad funcional a partir de la promulgación de su Ley. Herrero, Bayona y Martín-Muñoz plantean incorporar el Fondo de Renta Básica de las Iguales sin contraprestaciones en medio de un capitalismo que se desmembró y colapso. Finalmente, Campos-Carrau, explica la prevención de la violencia contra las mujeres desde una perspectiva territorial dando cuenta de la intersección entre tres políticas (sociales, urbanas y de seguridad).

IV

Investigar es poner a prueba las sospechas, las presunciones y las inferencias, por eso es una acción del pensar y del conjeturar cuyo objetivo es conocer; la investigación pone a su servicio la observación, pues si no se piensa ni se investiga ni se conoce y todo lo que se observa ha de ser pensado. Pero, no es mera contemplación -alguien alguna vez sentenció que el mundo no hay que interpretarlo, sino transformarlo”. Y se transforma ligando la teoría y la práctica, el pensamiento y la acción. No hay nada hay más práctico que una buena teoría, Sentencio LEWIN. Es decir, la habilidad consiste en poner una sospecha metódicamente organizada en marcha, porque como escribió BACHELARD, “nada es evidente. Nada está dado. Todo es construido.” Publicar, conlleva cierto altruismo, porque en el fondo se apoya en esa idea y, como cada línea escrita en él deja claro, la cuestión de las políticas sociales es una cuestión ético-política y se debe reflejar en ellas.

Las políticas sociales que vendrán

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