Читать книгу La educación digital en el ámbito universitario. Un enfoque 360 - Patricia Ibáñez Ibáñez - Страница 7
Prólogo / Foreword La educación no cambia al mundo, sino que cambia a las personas que cambiarán al mundo
ОглавлениеLa máxima de Paulo Freire incluida como título de este prólogo sirve de homenaje a este pensador universal en el centenario de su nacimiento. Y en función de su legado, empiezo aplicando una pedagogía de la pregunta para que sirva como reflexión inicial a la lectura de este libro: por una parte, ¿qué tipo de docente universitario quiero ser para dar respuesta las demandas de la sociedad del siglo XXI? y, por otra, ¿la universidad está preparada para formar a docentes competentes, mediáticamente hablando, en la sociedad posdigital en la que van a ejercer? Siguiendo con esta pedagogía de la pregunta, como docentes, ¿queremos potenciar una educación bancaria, que tanto criticaba Freire, o una educación liberadora y dialógica, que él conformó y llevó personalmente al aula? En palabras de Freire, una actitud basada en la pedagogía de la pregunta se convierte en el germen de una sociedad democrática, próspera y liberadora de las personas.
En mi trayectoria profesional siempre me han fascinado y guiado los textos de Paulo Freire como Pedagogía del Oprimido o La Educación como práctica de la libertad. Estos libros, junto a la influencia del gran pensador Mario Kaplún, han hecho que mis actos profesionales se encaminaran dentro del campo de estudio de la educomunicación. Y soy consciente de que estas directrices educomunicativas hoy son más necesarias que nunca, ya que, en la Cultura de la Participación actual, término acuñado por Jenkins, es necesario el trabajo conjunto entre profesionales de la educación y de la comunicación. Educación y Comunicación se convierten en un binomio indisoluble a modo de las dos caras inseparables de una misma moneda, que se retroalimentan mutuamente.
Este libro invita a la reflexión conjunta de ambos términos presentando nuevos enfoques metodológicos con los que mirar la educación digital universitaria. Las experiencias que presenta nos proyectan experiencias exitosas reales llevadas a cabo en escenarios universitarios, que pueden ser extrapolables y adaptativas a otros entornos en el día a día de la universidad. Lo que tienen en común todos los capítulos de este libro son la práctica universitaria de metodologías activas e innovadoras en el entorno de la educación digital.
Como ya anticipaba, Freire diferencia entre dos tipos de educación, la educación bancaria y la educación liberadora. Critica duramente la primera, donde se produce una gran enfermedad en la narración, en el sentido de que el profesorado lo sabe todo y… habla y habla… y el estudiantado solo escucha para asimilar lo que dice el profesorado. La educación bancaria propone que toda la realidad está escrita y que no es cuestionable, así que lo que se debe hacer es memorizar y repetir. Este sistema perpetúa que quien piensa es el equipo docente y quien escucha y repite es el estudiantado. Esta educación bancaria a lo largo de los años ha generado en la ciudadanía en formación una pérdida de la conciencia crítica y de capacidad de imaginar, analizar e innovar. Por el contrario, la propuesta de la educación liberadora tiene como punto de partida entender a los y las estudiantes como personas capaces e inteligentes, que deben problematizar la realidad mientras se forman en la universidad.
En este libro se propone una concepción liberadora de la educación digital universitaria. Se propone el diálogo abierto en las aulas, tal como Castro concluye en su capítulo acerca de cómo el espacio digital favorece un sistema bidireccional de comunicación desde la oratoria digital. Se trata de un diálogo horizontal para crear comunidades de aprendizaje participativas y capaces de transformar la sociedad, huyendo de estructuras jerárquicas y verticales de comunicación. Para ello son necesarios tópicos de trabajo motivadores. También, Romero-Rodríguez, Castillo-Abdul y Ramírez-Montoya nos presentan su investigación sobre competencias digitales en MOOC, donde analizan su influencia de dichas competencias en las tasas de culminación y el engagement entre el estudiantado. Por su parte, Osuna-Acedo y Marta-Lazo presentan una experiencia llevada a cabo bajo la financiación de la FECYT con sMOOC, donde se analizan aspectos motivacionales, tecno-cognitivos, metacognitivos, relacionales y sociales guiados a través de la gamificación. En otro sentido, Bunbury, Darpa, Marta-Lazo y Osuna-Acedo presentan la experiencia de los tMOOC para el aprendizaje de una segunda lengua bajo un paradigma neurolingüístico.
Si optamos por una educación liberadora, necesitamos transformar completamente los sistemas educativos. Así se hace patente en varios capítulos del libro. Por su parte, Gutiérrez-Esteban y Campi profundizan en las políticas de capacitación de docentes, estudiantes y otro personal de administración y servicios desde una enseñanza híbrida. Y López y Rodríguez-Nosti presentan el proyecto MEAV como modelo de formación de docentes.
La misión de la universidad es formar a la ciudadanía que transformará la sociedad, tal como dice el título del prólogo. Hay que descubrir los temas generadores de conocimiento para fomentar una actitud democrática en todos los miembros de la comunidad de aprendizaje. En el capítulo de Kohls y Estrada Mejía se integran a los distintos sectores educativos, especialmente cuerpo docente y estudiantes, como actores principales de las instituciones educativas que deben interactuar y apoyarse. Por su parte, González-Aldea, Hergueta-Corvacho y Badillo Mendoza analizan el aprendizaje social y la conformación de comunidades de aprendizaje. También Villalonga-Gómez, Ibáñez-Ibáñez y Delgado-Reverón, aportan una exitosa experiencia sobre el acompañamiento tecno-pedagógico al estudiantado y al profesorado en la educación digital universitaria.
Además de Freire y Kaplún, hay otro autor referencial muy influyente en mi orientación profesional, Pierre Levy. Este autor ha estudiado el concepto de inteligencia colectiva para educadores y afirma que la población adulta está en una encrucijada actualmente, la encrucijada de la cibercultura que conlleva una antropología del ciberespacio y un análisis y revisión de la gramática de la escuela. El espacio comunicativo actual es ubicuo y continuo, donde toda la información es posible. Desde la universidad debemos formar a un estudiantado competente en el manejo de la información interconectada y en las interrelaciones con esa memoria colectiva que acoge la infoesfera ubicua. Lo importante es la disciplina intelectual que se relaciona con los datos y las nuevas formas de colaboración en el ciberespacio, como presenta Mamaqi en su capítulo, donde nos introduce en la tutorización adaptativa para la formación desde las aulas en la toma de decisiones basadas en los datos. En este sentido, en el libro se presentan metodologías activas e innovadoras acordes con estas premisas, como en el capítulo de Mancho-Iglesia y Bernard-Conde, donde se muestran metodologías colaborativas flipped classroom basadas en la producción audiovisual con video-learning, y en el capítulo de Marfil-Carmona, donde se explica espacios híbridos de aprendizaje interdisciplinar en educación artística. Por su parte, Juárez, Merodio y Valero presentan el modelo de estrategia de enseñanza-aprendizaje a través de TPACK.
Las relaciones sociales en la universidad digital de la infoesfera son distintas de lo que lo fueron en la universidad tradicional. Aunque siempre el aprendizaje ha sido colaborativo, ahora la interrelación cambia al no necesitar estar en un punto geográfico cercano. Lo que no cambia es que las personas siempre se interrelacionan a través de datos (antes y ahora). Esto es independiente de los modos en que se haga: oralmente, con un tuit, con una fotografía o con un vídeo. En la era de la Netmodernidad, donde toda la ciudadanía vive en red, nos estamos convirtiendo en bibliotecarios cuando usamos un hashtag, etiquetamos datos y hacemos pagos en las redes sociales. Es decir, estamos realizando inconscientemente una categorización de la información.
Más lejos aún, las herramientas de análisis de datos que ponen el conocimiento en manos de la ciudadanía son cada vez más potentes y, sin necesidad de tener conocimientos de big data, podrá usar y rehusar gran cantidad de datos cada vez con más facilidad. En este sentido, Nogales-Bocio, Iniesta-Alemán y De Sola Pueyo nos proponen en su capítulo las bases sobre el humanismo digital y la inteligencia artificial en la educación universitaria.
Lo que se exige a la ciudadanía es la creación abierta y colaborativa de la información. El problema es repensar la educación digital universitaria en este entorno, es decir, el problema es llevar a cabo una nueva alfabetización, según proponen Fernández-Coca, Ordinas Pons y Conde Vila, para capacitar a la ciudadanía en las nuevas formas de comunicar y narrar. Por otro lado, también hay que capacitarla para que sea capaz de trabajar y aprender toda su vida en este entorno que les va a tocar vivir. Desde la universidad debemos darles a las personas las herramientas intelectuales para que juzguen de forma autónoma, crítica y responsable.
No es fácil la participación en la inteligencia colectiva. Esto solo se construye a través de una alfabetización mediática e informacional correcta. Necesitamos ser conscientes no solo del contexto comunicacional, sino que también debemos ser conscientes de la dimensión moral implícita. Ahora tenemos mucho más poder en la infoesfera que el que tenían nuestros antecesores en épocas pasadas. En este sentido, en su capítulo Checa Prieto nos introduce en un concepto fundamental, el concepto de la propiedad intelectual en este mundo de bibliotecarios que estamos actuando en la infoesfera. Debemos saber que nuestras acciones van a formar parte siempre de la memoria común.
En el aprendizaje colaborativo interviene la inteligencia personal de cada una de las personas intervinientes, que deben trabajar juntas para crear una memoria común. No importa el número de personas. Todas las personas formamos parte de una práctica común y participamos con nuestro conocimiento personal o tácito y las experiencias propias y habilidades. El reto es transformar este conocimiento tácito individual en conocimiento explícito social creado colectivamente. A su vez, este conocimiento explícito debe ser compartido con los demás en la memoria común con el fin de que la ciudadanía lo tenga disponible para adecuarlo libremente a sus prácticas y contextos personales propios. Nadie puede quedar fuera de la universidad digital y así nos lo proponen Milena Rodríguez, Manrique-Villanueva, Maris Valenzuela y Montoya Arévalo en sus investigaciones sobre e-learning en comunidades rurales e indígenas en América del Sur.
En la universidad digital del siglo XXI no se debe llevar a cabo una mera transmisión de conocimientos desde el profesorado hacia el estudiantado, sino que es necesario incorporar un cambio de roles, donde el profesorado será el guía o mediador de un estudiantado empoderado, que toma decisiones de forma consensuada y asume responsabilidades en su propia construcción del conocimiento. Es necesaria la pedagogía de la pregunta y no la pedagogía de las respuestas que ha llevado siempre a cabo la universidad tradicional. Esto implica necesariamente una educación dialógica y horizontal, así como visibilizar otras maneras innovadoras de hacer y ser. Una universidad tradicional mantiene a la ciudadanía en la Cultura del Silencio; una universidad acorde con las exigencias del siglo XXI hace competente a la ciudadanía para que desarrolle exitosamente su rol social.
Sara Osuna-Acedo
Directora de la Cátedra Paulo Freire
de Educomunicación