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PRÓLOGO

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Por su capacidad profesional, su dedicación al trabajo y el constante esfuerzo para mantenerse al día en asuntos de doctrina y jurisprudencia, quienes conocemos a Pedro Martín Bardi desde hace muchos años hubiéramos recibido con naturalidad y beneplácito cualquier aporte literario que brindara al mundo del Derecho. Sin embargo, nos ha sorprendido. ¿Por haber escrito una novela? Sí. Pero, sobre todo, por la magnífica novela que escribió.

Marcos Demaría es un personaje atrayente. A través de las páginas lo vemos salir de un pozo y reconstruirse, enfrentando las consecuencias de su pasado. Demaría es un observador atento, un hombre que sabe que la búsqueda nunca termina, que no pretende tener un perfil alto, pero se expone y enfrenta molinos de viento.

Sin ser épico, Demaría lleva una vida poderosamente atractiva. El gran mérito de Bardi es mantenernos aferrados a la historia cotidiana de Marcos. Los lectores que anhelamos buenos relatos, nos vemos recompensados gracias a la pluma de nuestro buen abogado y amigo que narra, en muchos casos con precisión fotográfica, la vida de su colega virtual. Como ocurre con la nueva televisión por demanda y el consumo maratónico de capítulos de nuestras series favoritas, este libro consigue eso que los escritores ansiamos: que el lector no quiera frenar, que siga adelante, que necesite más de la historia del profesor Demaría y —digno de subrayarse— sus relaciones: otro gran logro de Bardi.

Sin ánimo de adelantar parte de la trama, y menos aún, de señalar favoritismos entre unos y otros, debemos remarcar la saludable diversidad de personajes que desfilan por la obra. Lo genial es que sin caer en la facilidad de ofrecernos estereotipos, el autor nos introduce en el descubrimiento de personalidades muy interesantes, incluso entrañables en ciertos casos. Estamos seguros de que algunos lectores irán componiendo la escena, reuniéndolos en la imaginación, como si todos —Harry O’Connor, Olivia Olhazabal, Desiree Lage, Díaz Garmendia, Esther Ferreyra, entre muchos otros— estuvieran confluyendo en una foto de estilo heterogéneo, como la de la Banda de los Corazones Solitarios del Sargento Pepper.

Por otra parte, aquellos que hayan pasado por los claustros de la Facultad de Derecho y recorrido los pasillos de los Tribunales, encontrarán una serie de guiños del autor para sus colegas (o, si se quiere, para los de Demaría), bien perceptibles y amenos.

También vale mucho la pena destacar el trabajo editorial. Detrás de la tapa y de cada página, hay un grupo de personas que persiguen un objetivo fundamental: que el libro no sea mucho más que una portada con buen contenido.

Celebramos la llegada de esta novela que marca el inicio de un intenso camino literario. Como siempre, nos sentimos orgullosos de pertenecer al núcleo de amigos de Pedro Martín Bardi, quien suma un nuevo logro a su nutrida historia. Tal vez, él aún no se haya dado cuenta de que toda su vida fue formándose y preparándose para escribir El lado ausente.

Daniel Balmaceda

El lado ausente

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