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Lo que nos enseña “la fuga en la salud”

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Cabe aquí traerla a colación, pues constituye un buen ejemplo de complejidad defensiva, en tanto estabilización y cierre luego de haber logrado cierto alivio de malestares.

Lo que volvería superflua la prosecución del análisis.

Ocurre en tales casos que aspectos movilizados pero insuficientemente elaborados, llevan a que el paciente se rehaga merced a una prótesis, construida por proyección primero y reintroyección después, de aspectos idealizados de sí, junto con otros extraídos del analista, montándose sobre bondades y alivios que la nueva situación procuró.

Se constituyen entonces recomposiciones arrogantes a partir de lo que quedó fuera de la matriz elaborativa, por la idealización que la situación analítica promueve y de la cual el Self se apodera.

Engrandecido, por ingestión voraz del otro idealizado y en especularidad con “Su Majestad El Bebé” redivivo, el paciente “se cura”, rehaciendo narcisísticamente un contorno que comenzaba a permearse.

Todo esto al costo de expulsar esbozos de insight, con pedazos del percibir y de lo percibido, cancelando el acceso al conjunto de aspectos a reparar.

Y dando por concluida la tarea con ese tipo específico de reequilibramiento, que sustrae de la elaboración una masa “x” de aspectos de sí y de vínculos objetales, dañados y necesitados de reparación.

Por añadidura, el haber transitado fugazmente por un ambiente psicoanalítico perfecciona las resistencias, suministrando una suerte de visa al haber atravesado un baño pasajero de experiencia.

Y hace difícil movilizarlas luego, salvo algún derrumbe o situación extrema.

Alfredo, post adolescente activo, tanto en la vida en general como en su análisis, insiste en considerar que “ya está bien”, y que continuar, por razones de tiempo y dinero, conspiraría contra sus proyectos.

En el curso de la sesión habla de “herramientas” ligadas a un oficio por el que siente vocación, pero cuya adquisición es difícil por lo que le insume el pago del análisis.

La psicoanalista, exploratoriamente, vincula tales herramientas con las que usa el padre en su oficio de artesano, pero por razones de timing, con prudencia, no lo explicita.

Las fantasías subyacentes se van entendiendo de a poco como ligadas al apoderarse del herramental psicoanalítico, que de ser exitosas constituirían una suerte de sobre maduración por identificación histérica en la neurosis de transferencia, para luego pasar a la acción escapando prematuramente.

Solución que mata dos pájaros de un tiro, pues consuma la rivalidad edípica, al apropiarse, por despojo transferencial, de emblemas paternos (“las herramientas”, caras, valiosas).

Pero a la vez identificándose con una madre que el análisis ha ido mostrando como abandonante.

De este modo encarna “al que se va” de manera activa, y revestido por añadidura de atributos del padre.

Queda obviado así el dolor inherente a ambas situaciones y en diferentes planos, así como el riesgo de la gratitud, por transformaciones que comenzaban a ser reconocidas.

No olvidemos que la gratitud es un sentimiento mayor, ubicado por Melanie Klein en el plano de las “emociones básicas del hombre”.

Idea de gran importancia clínica, a pesar de lo cual es a menudo olvidada (o sea resistida).

La gratitud suponía para Alfredo tomar contacto con el dolor producido por carencias maternas, disimuladas hasta ese momento por el holding analítico y el cuidado inherente al trabajo elaborativo.

Pero que en un cierto momento se hicieron presentes.

Las dificultades para descompletar el material muestra un tipo usual de resistencia, favorecida también por una frecuencia escasa de sesiones que frenaba el despliegue de las experiencias emocionales.

Pues compactarlas en corto tiempo facilita que se transiten aspectos de las mismas, pero sin acceder a la afectividad de base y la producción oniroide correspondiente.

En otros casos, lo presentificado pero no digerido tiende a consolidarse bajo la forma de neo-formaciones caracteriales, en las cuales insights mal elaborados devienen racionalizaciones.

Reproduciéndose de este modo el proceso de constitución de una formación neurótica, con la solidificación caracterial como resultante final.

Estos desenlaces no felices enseñan mucho, en la medida que nacen de la potencia del método y no de su debilidad, pero con resoluciones que optan por un atajo neoadaptativo.

Eludiendo la experiencia extendida del inconsciente, la admisión del dolor psíquico y la reparación de vínculos pasados y actuales.

1 La palabra mentalización está fuertemente connotada a partir de los desarrollos de Peter Fonagy y otros, de los que luego me ocuparé.

2 Sin olvidar que como Chesterton decía, socarronamente, en los clubes ingleses estaba proscripto discutir de política o religión, en verdad aquellas cosas que son las únicas por las cuales vale la pena discutir.

3 De ahí que el des-ser y la destitución subjetiva que dijera Lacan son indicaciones valiosas, si se las considera como momentos de corte basados en desnarcisizaciones radicales ocurridas durante el desarrollo del análisis. Y por lo tanto incluidas en una dialéctica procesal que puede recuperar en sus pliegues (kohutianos), el narcisismo trófico.

4 El psicoanálisis, como toda práctica social consistente, promueve valores propios, aunque ligados a tramas axiológicas que lo trascienden. En este caso el enaltecimiento occidental de la singularidad y el impulso indagatorio de la Ilustración. De ahí sus aportes de conocimiento y deontológicos referidos a la crianza, la educación, los vínculos terapéuticos, es decir donde están en juego procesos de construcción subjetiva. Es también por esto que podemos aseverar que la heurística de lo verdadero y la integridad del analista generan modalidades específicas de sublimación. Mientras el proceso, en sí mismo, muestra en acto las vicisitudes de instauración de autonomía, propia consistencia y articulación de la emocionalidad básica a sistemas de valores.

5 ¿Por qué surge en mí la preocupación diagnóstica? ¿Una contrarresistencia que genera distancia?; ¿una señal de alarma fundada?; ¿un mensaje de S.O.S. proveniente del paciente?...

6 Ver más adelante, p. 41 y siguientes.

7 Dentro de los “destinos de pulsión”, bosquejados por Freud en ese colosal esfuerzo conceptual que llamó metapsicología: represión, sublimación, transformación en lo contrario, vuelta contra sí mismo, cambio de pasividad a actividad y coartación en su fin, este último goza de menor prestigio, en perspectiva de hominización. Pues en él no tendría lugar la transformación cualitativa que –se supone– ocurre en la sublimación, la cual opera entonces como término de comparación implícito de superior jerarquía. Pero desde otro modo de entender la cosa, la “no transformación” es potencialidad de ser replegada, aunque enunciada en clave tradicional, o sea, como si se tratara de impulsos primarios incivilizados que “están ahí”, a la espera. Es más fecundo pensarlo como lo no-sido que aspira y tiende a ser, y desde unidades de existencia mayores, como el Verdadero Self, que incluye en sí a las pulsiones.

8 R. Paz, Cuestiones disputadas en la teoría y la clínica psicoanalítica. Biebel/SAP, Buenos Aires, 2008, p. 227.

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