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Libre manifestación y psicoanálisis valor
ОглавлениеEl psicoanálisis habilita para que todos, o sea cualquiera, puedan crear (pensar, pensarse), con lo que portan, sea cual fuere la calificación prejuicial que merezca.
Lo cual sienta las bases de un dispositivo de soltura pulsional y digestión simbólica en el cual los materiales pueden mentalizarse productivamente.
Para ello se requiere un balance cuidado de la angustia señal, así como tolerancia para que entren al ruedo seguridades y certezas, jugando en los límites de la racionalidad y del ejercicio de la prueba de realidad.
Esta posibilidad –excepcional– de jerarquización de lo mínimo y lo máximo, del detalle y el tramo extenso, de los momentos fugaces y de las “ondas largas” (temáticas y emocionales) en el proceso, junto al favorecer modalidades no convencionales de pensamiento, es registrada por el paciente en distintos niveles.
Lo cual moviliza ansiedades persecutorias y transferencias idealizadas, pero también el gusto de la reciprocidad y la coordinación empática.
Sentando así las bases de un dispositivo de lo que nombrábamos como mentalización productiva.
La misma no es pensable fuera de una perspectiva de autonomía en una dialéctica relacional, siendo “una mente” el producto de un proceso de diferenciación a partir de una matriz vincular ínsita al proceso de constitución subjetiva.
Debería llamar la atención el tener que insistir en este punto, pero tal es la fuerza de la inercia ideológica que abstrae singularidades empobrecidas, arrancadas de su medio nutricio basal y definidas como unidades recortadas, pensables a partir de un supuesto aislamiento original.
Es también por eso que la clínica psicoanalítica es resistida, al interrogar los fundamentos del ser en tanto relacionalmente constituido, de donde se desprende su tendencia a la repetición y la búsqueda, es decir, su naturaleza transferenciante.
La invariante conceptual consiste efectivamente en que pensar al otro supone asumir la densidad interior producida por tiempos sedimentados y vivos, captables por dispositivos inferenciales variados y por disponibilidad contratransferencial.
Esta actitud conlleva la paradoja de ser potencialmente accesible para cualquiera, pero en verdad no es fácil, y sobre todo el sostenerla en el tiempo.
Requiriendo especial vocación y –parafraseando a Stanislavsky– trabajo “sobre sí mismo”, pues va mucho más allá de la curiosidad, el interés o diversas formas más banales de la co-mentalidad, en virtud de todo lo que convoca lo abismal de la mente de otro expandida.
La “madre buena” recubre con amor esos terrores, y el psicoanalista, en sus primeros años como tal, suele conjurarlos con interpretaciones prematuras y diversas actitudes contrafóbicas, más o menos blindado con teorías, para luego, en los buenos casos, poder acercarse a la experiencia sostenida del inconsciente.
Es decir, no puntual, pasajera o basada en demostrar cuan ingenioso se es.
Lo cual permite poner en movimiento, también del lado del analizando, tolerancia para aceptar lo facetado de la realidad nueva que se crea, pudiendo transitar desde obsesivizaciones sobreadaptativas o sistemas de evitaciones, a la libre manifestación –pues no se trata sólo de asociar– de lo que se vive.
Tal es la forma de construir pensamiento más allá de las ansiedades, la presión de pulsiones y fantasías para realizarse y la coerción superyoica a un simbolizar ceñido a la eficacia.
Este movimiento, que se realiza venciendo resistencias de diversa índole2, habrá de culminar en la preservación del propio análisis como un valor en sí, creado en común, que al operar como un pacto libre y en desarrollo da un sustento formidable al confiar en sí mismo y en el otro.
Citemos: “El trabajo analítico, cuando es fructífero, da lugar a la gestación de un núcleo común para el analista y el analizando, aunque situado más allá de ambos, y que tiende a perdurar con independencia relativa de las mudanzas transferenciales y del cuidado directo que le dediquen.
No hace referencia al valor del psicoanálisis desde una perspectiva social o cultural, sino como algo a sostener y preservar en tanto fruto logrado de la densidad vincular que en la clínica se constituye.”3
El Psicoanálisis Valor no es invulnerable, sobre todo por ser blanco predilecto para pulsiones destructivas nacidas de la envidia o la rivalidad, o de celos envidiosos.
Que constituyen las modalidades más insidiosas de la transferencia negativa y que pueden entenderse también como variantes “desarrolladas” del ataque al vínculo (Bion), en tanto la presa sería el fruto de esa unión productiva y reparatoria.
Es fundamental hacerse cargo de que en muchos momentos el proceso analítico suele transitar por zonas activamente dañinas, cuya elaboración es imprescindible simplemente por el hecho de que están ahí, en el campo transferencial, y forman parte del minado tanático de los vínculos en la vida cotidiana.
Siendo imprescindible reconocerlas y trabajarlas, para preservar un ambiente eficaz.
No olvidemos que nuestro método se inició lidiando con los desquicios de Eros, pero hubo de encarar necesariamente los de Tánatos.
Y que, por otra parte, las “sombras infernales de la Odisea” no son inocuas, pues si no se trabajan impregnan y saturan.
De este modo transferencias negativas insuficientemente asumidas y no transitadas, hacen mella, pudiendo verse sus efectos en la aparición en un psicoanalista, por ejemplo –por haber mal digerido mortificaciones contratransferenciales–, de arrogancias llamativas, con pérdida de ductilidad y blindaje caracterial.