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Relaciones interpersonales, intimidad y confianza

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Strawson (1982: 15) afirma que esperamos que, en sus relaciones mutuas, los humanos manifiesten “un grado razonable de buena voluntad y consideración”, y que respondan con lo que llama “emociones reactivas”. Tenemos estas emociones cuando reaccionamos a las actitudes y sentimientos que otros humanos tienen hacia nosotros. Las emociones y sentimientos reactivos se dan en un complejo sistema de relaciones personales, las exigencias y expectativas que incluyen estas relaciones, su manifestación o falta de ella en el comportamiento y nuestra tendencia a responder con sentimientos y actitudes reactivas. La admiración, el resentimiento y la ira por ejemplo, son sentimientos29 reactivos personales; la indignación, la culpa y el remordimiento son emociones reactivas “morales”. Strawson afirma que la afectividad interviene en mayor o menor grado en cualquier relación interpersonal.

Las relaciones cercanas e íntimas forman un subgrupo de las relaciones entre las personas de una comunidad. En cualquier sociedad existe una enorme variedad de posibles relaciones entre sus miembros: relaciones políticas, religiosas, culturales, profesionales, familiares, amistosas, sexuales, para mencionar sólo algunas. Y todos tenemos múltiples relaciones que pueden incluirse en varias de estas categorías. Una cuestión que mencioné antes y que quisiera retomar en este apartado es que en las secciones anteriores me referí sobre todo a los episodios emocionales que, aunque por supuesto son parte de cualquier relación, no son la única forma en la que intervienen las emociones. En las relaciones más largas o estables, los episodios emocionales ocurrirán, pero también estamos hablando aquí de actitudes y rasgos emocionales más permanentes y de disposiciones a tener ciertas emociones. Esto es, las personas involucradas en relaciones personales cercanas o íntimas más duraderas tienen un cierto perfil evaluativo o emocional que se mostrará en sus acciones y actitudes.30

Una pregunta que habría que responder es: ¿hay algunas emociones que son necesarias para la intimidad o que promueven la intimidad y cuál es la forma en la que se presentan?

Según Giddens, “La intimidad es sobre todo comunicación emocional con los demás y con uno mismo, en un contexto de igualdad interpersonal” (1992: 130).31 La intimidad se da en el ámbito de la vida privada y se describe comúnmente como una combinación de, entre otros, los siguientes componentes: auto-revelación, expresión emocional, apoyo mutuo, confianza, intercambios físicos, ser afectado por el otro, compartir actividades y experiencias. (Gaia, 2002: 157-159). La intimidad es una característica de algunas relaciones humanas cercanas:32 intimidad con la pareja, en el amor, la amistad, la familia, de la madre con su bebé, una relación fundamental para el desarrollo del niño, en ocasiones, entre el médico y el paciente, entre el maestro y el alumno, etc. El que exista una relación íntima no es indicio de que se trata de una relación positiva que redunda en algún beneficio para los participantes. Puede existir intimidad entre personas que se odian, que se hacen daño, entre personas que han desarrollado una dependencia psicológica, digamos de miedo, humillación y falta de autoestima de una parte, y de ira, violencia y dominación por la otra. Así, la primera cuestión es distinguir entre las relaciones íntimas positivas y las negativas. El que una relación íntima sea positiva o negativa dependerá de sus componentes emocionales y del beneficio o daño que producen a los individuos que participan en la relación. En la realidad es muy posible que la mayoría de las relaciones íntimas no sean ni totalmente positivas ni completamente negativas, sino que constituyan una mezcla de emociones positivas y negativas y lo que se busca en la mayoría de los casos es encontrar un equilibrio que permite que se mantenga la relación. Así, positivo o negativo no son términos precisos sino dos extremos entre los que se encontrarían los casos particulares de este tipo de relaciones. Sin embargo, desde la filosofía podemos centrarnos en el aspecto normativo, es decir, en el análisis de cuáles emociones deberían formar parte de una relación íntima positiva o negativa, y cómo deberían combinarse.

Tampoco se trata siempre de que una persona sea el victimario y la otra la víctima, sino que los roles pueden cambiar y existen parejas que se hacen mutuamente daño y esto sería el rasgo principal que caracterizaría su intimidad. Tampoco se trata siempre de relaciones íntimas entre dos personas, sino que puede haber intimidad entre un mayor número de personas. Ejemplos serían algunas relaciones familiares o también entre grupos o bandas cuyos miembros viven una relación íntima.

Ahora bien, es importante distinguir también las relaciones íntimas entre personas “en un contexto de igualdad interpersonal” como (idealmente) en las relaciones románticas o de amistad y las que son esencialmente asimétricas: por ejemplo, la de un niño con su cuidador(a) o la del médico con su paciente, sobre todo en casos de enfermedades mentales u otros problemas psicológicos. Estas últimas se distinguen porque la relación es entre sujetos en los que una parte es mucho más vulnerable que la otra y esta dependencia de una en la otra se presta para que el beneficio o el daño producido sean de mayor alcance por ese solo hecho.

Tanto una relación asimétrica como una entre pares pueden, por supuesto, ser positivas o negativas. Son dos características independientes que habrá que analizar por separado.

Aceptemos aquí, sin más, que las características emocionales comunes de la intimidad positiva son la confianza, la empatía, el apego mutuo, el respeto por el otro, la aceptación del otro y la preocupación por su bienestar. Estos rasgos se dan en diferentes grados y formas en los distintos tipos de relación íntima. Así, por ejemplo, el amor romántico es distinto del amor por los hijos o por la familia. Otras emociones como cariño, ternura, preocupación, respeto o admiración, pueden estar presentes, aunque los aspectos pertinentes de cada una cambiarán según las características específicas de la relación de intimidad. Una tarea importante será investigar cuáles emociones y actitudes son indispensables para los diferentes casos de intimidad y cómo funcionan en casos específicos.

Aquí, como ejemplo, me ocuparé sólo de un elemento presente en muchas de las interacciones humanas: la confianza. La confianza no es claramente una emoción, sino más bien una actitud más permanente que tiene un componente emocional. Pero este componente emocional, que en algunas ocasiones podría ser episódico, pero que en general es más bien disposicional, es un rasgo necesario de las relaciones sociales de todo tipo.

Dada la imposibilidad de lograr una completa autosuficiencia, nos vemos obligados a contar con otras personas, a depender de ellas y dejarles el cuidado de muchas de las cosas que valoramos. En general, limitamos nuestra confianza a ciertas zonas específicas. Decimos que A confía en que B hará X, o se encargará o cuidará de X, cuando X es algo que A valora.33 La confianza es esencial para la vida en sociedad, entre otras cosas, porque nos permite formar todo tipo de relaciones con otras personas y depender de ellas: amistad, relaciones románticas, familiares, relaciones profesionales, intercambios comerciales, de información, y muchos más.

Según Karen Jones, la confianza se compone de dos elementos, uno cognitivo y otro emocional, “tenerle confianza a alguien es tener una actitud de optimismo acerca de su buena voluntad y tener la clara expectativa de que, cuando se presente la necesidad, la persona en la que uno confía se sentirá directa y favorablemente motivada por el pensamiento de que uno cuenta con ella” (Jones, 1996: 5-6). El rasgo emocional consiste en un optimismo acerca de la buena voluntad del otro y de su capacidad para responder en un cierto ámbito: con lealtad, generosidad y gentileza. La expectativa de que puede contar con una persona se basa en el optimismo acerca de su buena voluntad.

Ahora bien, aunque cualquier relación interpersonal requiere de algún grado de confianza, cuando hay intimidad, la confianza se extiende a ámbitos más amplios, menos específicos y limitados, que con frecuencia requieren que le otorguemos el control sobre aquello que se le confía y un cierto poder discrecional para atenderlo o cuidarlo de la manera que el otro considere mejor. Confiar en los demás o ser digno de su confianza no tiene que ser, necesariamente, una actividad o estado del que tengamos que ser conscientes.34 Sin embargo, la confianza intencional requiere que pensemos que existe buena voluntad hacia uno de parte del otro o de los otros, que creamos que aquél en quien depositamos nuestra confianza no va a perjudicarnos o hacernos daño. La persona que confía se vuelve vulnerable ante la posibilidad de que el otro se aproveche de esa vulnerabilidad, pero no espera que lo haga, sino, al contrario, que tratará de cuidarlo y beneficiarlo. Por supuesto, en muchas ocasiones se sentirá engañada o traicionada cuando el otro se muestra indigno de la confianza depositada en él y, otras veces, su confianza no será una confianza razonable, es decir, aquella que se basa en buenas razones para creer en la buena voluntad del otro o, al menos, en buenas razones para no esperar su mala voluntad o indiferencia. En las relaciones íntimas entre pares, digamos en el amor romántico o en la amistad, uno esperaría una confianza entre dos adultos articulados que tienen la capacidad de juzgar la actuación mutua y que tienen cierto control sobre el grado de vulnerabilidad de uno frente al otro.

En las relaciones íntimas asimétricas o desiguales, digamos del niño frente a sus padres, la intimidad es necesaria para el desarrollo cognitivo y emocional del niño y la confianza del niño en sus padres no es consciente sino una confianza pre-reflexiva, la de los padres en el niño, en cambio, una confianza consciente de que el niño responderá a sus cuidados. Otro ejemplo de intimidad desigual está presente en algunos casos de la relación médico-paciente, sobre todo en casos de enfermedades mentales. Esta desigualdad se debe, entre otras cosas, a que el médico sabe muchas cosas acerca de la vida íntima y privada del paciente, acerca de sus deseos, fantasías, anhelos, etc., mientras que el paciente no sabe prácticamente nada acerca del psiquiatra o terapeuta y, también, a que el paciente, por su condición de enfermo, se encuentra en un estado de fragilidad psicológica mucho mayor. Aquí la asimetría de la relación puede ya ser un factor que actúe a favor o en contra de la integridad física del paciente ya que éste, por su estado mismo, depende en gran medida de la capacidad del médico y de su buena voluntad. Entonces, aun aceptando que la confianza debería ser el concepto clave de su relación, tendríamos que tener mayor claridad acerca de lo que implica una relación de confianza entre dos personas en condiciones tan desiguales.

Por último, quisiera referirme brevemente a la relación entre la intimidad negativa y la confianza. Dada la enorme importancia que tiene la confianza para las relaciones interpersonales y, especialmente para las relaciones íntimas, debemos asumir que en un principio habría entre las partes al menos algún grado de confianza. Suficiente para establecer la relación. En la medida en que se pierde la confianza, se abre el camino a otras emociones que van destruyendo la intimidad de la relación o la relación misma. Entre las emociones que van erosionando la confianza y dañan la relación estarían, por ejemplo, el miedo, el desprecio, Schadenfreude, odio, sed de venganza e ira. Cuando se trata de una relación asimétrica, ya sea por la estructura de la relación misma o porque uno depende de facto del otro, la emoción que predomina al perderse la confianza es quizá el miedo en la parte más débil, y alguna de las otras, como el desprecio, la que motiva principalmente al que produce o intenta producir el daño.

Sin embargo, no podemos tener una idea clara de lo que sucede realmente sin analizar casos específicos de las múltiples variedades de relaciones íntimas, ya sean positivas o negativas, que nos muestren cómo funciona en cada caso la confianza o la falta de ella.

Acercamientos multidisciplinarios a las emociones

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