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Conclusiones

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Prestar atención y poner a debate los aportes de las neurociencias resulta importante dadas las implicaciones que dichas disciplinas tienen en la vida social. Pickersgill señala puntualmente cómo éstas tienen repercusiones en terrenos que están distantes de los laboratorios (Pickersgill, 2013). Ya sea para vender un producto, justificar una conducta o explicar una situación, el uso de los argumentos de las neurociencias están a la orden del día.

Pero, ¿significa esto que solo debemos criticar todo lo que aparece con el membrete neurociencia? Desde la línea que venimos desarrollando, a saber, el problema del amor corporeizado, la neurociencia tiene algo que aportar. Como hemos presentado en otro trabajo, desde nuestra perspectiva, la experiencia amorosa implica significados culturales (semántica), interacción de cuerpos (situación) y enminded bodies (cuerpos con mente) (García Andrade y Sabido Ramos, 2016b). En este último nivel es que nos resulta relevante considerar los efectos materiales (la materialidad) que implica el amor para los cuerpos/cerebros. Pensamos que es posible comprender al amor desde una dimensión en la que los seres humanos no se entienden como entes divididos en cuerpo y mente o en razón y emoción. Desde nuestra perspectiva, es el desdibujamiento de estas duplas, a la que también contribuyen las neurociencias y las ciencias sociales, lo nos permite comprender al amor no sólo desde el nivel semántico o situacional, sino también como experiencia vivencial. Es decir, el amor de pareja puede entenderse como una relación entre dos o más personas en las que resulta de vital importancia el contacto de los cuerpos y los efectos emocionales, sentimentales y mentales que ello genera a nivel individual. En ese sentido, no es posible dejar de lado lo que se produce en un campo de conocimiento dedicado a observar lo que aparece en el cuerpo/mente sintiente.

En términos generales, podemos observar una afinidad electiva con los neurocientíficos que: 1) observan al cerebro no como una unidad aislada, dividida en compartimientos estancos que aparecen evolutivamente, sino que observan al cerebro funcionando en redes, producido por y productor de las relaciones con el entorno (léase, social); 2) que asumen la plasticidad cerebral (su posibilidad de cambio y conformación a lo largo de la vida); 3) que asumen la alta selectividad cerebral para la detección de la mirada y los gestos como algo que puede posibilitar la cooperación - o por lo menos la necesidad de convivencia; y 4) que unen la toma de decisiones y apuestas en la vida cotidiana con eventos emocionales que marcan el cerebro y el cuerpo que se relaciona con otros.

Las consecuencias de lo anterior para el amor no las podemos desarrollar aquí, pero de entrada permiten pensar en una colaboración productiva y necesaria.

Acercamientos multidisciplinarios a las emociones

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