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5. EVOLUCIÓN INTELECTUAL DE AGUSTÍN: DE AUDITOR MANIQUEO A OBISPO CATÓLICO 5.1. Agustín maniqueo

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Entre estas últimas fuentes destaca la obra de Agustín, que escribe desde el conocimiento personal porque había profesado esta fe en su juventud (372-382). Estas Confesiones incluyen el relato de cómo entró en contacto con ella siendo estudiante en Cartago y la importancia que tuvieron las relaciones afectivas, el poder del grupo y la atracción de lo prohibido para dejarse persuadir. En La utilidad de creer 1, 2, obra que Agustín dirige a Honorato, antiguo amigo de juventud al que atrajo al maniqueísmo, el tagastense ofrece un resumen de su pasado:

Sin lugar a dudas sabes, Honorato, que el motivo de que ambos fuéramos a dar con semejantes personas no fue otro que el que afirmaban que ellos mismos, sin recurrir al terror de la autoridad, por el mero y simple ejercicio de la razón, conducirían a Dios a aquellos que se atreviesen a oírles, y los liberarían de todo extravío. Y es que ¿qué otra causa, durante más o menos nueve años, tras desestimar la religión que de chiquitín había sido sembrada en mí por mis padres, me obligaba a seguir a esas personas y a escucharlas con atención sino el que decían que éramos atemorizados por la superstición y que se nos imponía creer antes que razonar, mientras que ellos no forzaban a nadie a creer a menos que la verdad hubiese sido previamente debatida y desentrañada? ¿Quién, ante tales promesas, no se hubiese dejado atraer, en especial el espíritu ávido de verdad de un joven, por lo demás charlatán y soberbio polemista en la escuela de no pocos maestros?

Así es como aquéllos me encontraron entonces, despreciando lo que me parecían cuentos de viejas y ansiando alcanzar y empaparme de la verdad abierta y sincera que ellos me prometían. Pero ¿qué razón me retenía nuevamente para que no me adhiriese totalmente a ellos, para que me tuvieran en aquel escalafón que llaman «de los oyentes», para que no desatendiese las ambiciones y las ocupaciones de este mundo sino el que percibía que también ellos eran más elocuentes y productivos para refutar a otros que firmes y certeros para defender los suyos?

Por un lado, el maniqueísmo era una religión cuyos ritos no tenían lugar abiertamente en templos públicos, sino en casas particulares en torno a la cena de los electos, hombres santos en constante camino de comunidad en comunidad. Ésta debía suministrarles, en forma de donación piadosa, los frutos de la cena para que aquéllos, en sus estómagos purificados por la continencia y el ayuno, liberasen las partículas de luz apresadas en los vegetales y las devolviesen al Reino de la Luz. La conciencia de participar activamente en una «causa» y la complicidad del secreto favorecía la cohesión y la solidaridad entre los miembros del grupo. De hecho, Agustín se sirvió de contactos maniqueos para ejercer como rétor privado en Roma y para obtener después una cátedra oficial en Milán. También Fausto de Mileve, obispo maniqueo al que Agustín esperaba ansioso para que resolviese sus preguntas, se benefició de esa red clientelar tanto en su vida profesional, pues de un origen humilde alcanzó gran notoriedad, como a la hora de escapar a la persecución oficial del 382 41 .

Por otro lado, la promesa de hallar la auténtica verdad, plasmada en el heptateuco de Mani, y los velos mistéricos con que ésta era envuelta supusieron otro fuerte atractivo para el joven Agustín, ávido de conocimiento después de leer el Hortensio de Cicerón y de hacer suya la exhortación allí contenida de buscar la verdad lejos de las vanidades del mundo. Esta certeza maniquea en la posesión de la verdad sustentaba una intensa labor misionera y proselitista realizada tanto por «oyentes» como por «elegidos». Muchos de ellos estaban formados en la elocuencia y practicaban una fiereza dialéctica con la que incluso desafiaban a debate público a sus rebatidores. Además, el racionalismo con que aquéllos se presentaban, anteponiendo la razón a la autoridad del libro sagrado y rechazando el Antiguo Testamento por encontrarlo incoherente con el mensaje del Nuevo aumentaba la atracción de jóvenes estudiantes como Agustín, curioso e inconformista con la fe inculcada autoritariamente por su madre en la niñez. Por último, no menor capacidad de atracción debió tener la vida modélica de los «elegidos», plasmación del ideal filosófico, superhéroes que reproducían en sus personas una lucha cósmica, en constante alerta frente a cualquier tipo de concupiscencia.


Figura I

Todos estos componentes deslumbraron a Agustín e hicieron de él un activo polemista 42 y proselitista en su entorno afectivo. Persuadió a Alipio y Nebridio, amigos y antiguos discípulos, también a su amigo Honorato y a Romaniano, su patrono y hombre fuerte de su Tagaste natal, que le apoyó en sus estudios tras la muerte de su padre Patricio 43 . Esa labor se nos aparece transfigurada en el relato de la pasión de Alipio por los combates de gladiadores en Confesiones VI 8, 13: él, que se resistía, fue arrastrado a regañadientes por sus compañeros; el griterío de la masa penetró por sus oídos, le abrió los ojos y, tras contemplar, no sólo se hizo un adicto sino que arrastró con él a muchos otros. Sin embargo, Agustín tuvo menos éxito con su madre viuda Mónica, que siempre se opuso a su entusiasmo maniqueo (I11, 20), y con un anónimo y querido amigo de juventud (IV 4, 7-8) muerto prematuramente. A pesar de todo, a la euforia inicial siguió el desencanto, pues como oyente no tenía acceso directo a la revelación de Mani 44 y desde los electos nunca le llegaban las respuestas a sus inquietantes preguntas sobre el origen y la naturaleza del mal y sobre la esencia de Dios.

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