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5.2. Agustín filósofo

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Tras un periodo de incertidumbre y escepticismo, en Milán halló la respuesta a sus interrogantes tras contactar con círculos intelectuales que, impregnados de la filosofía neoplatónica de Plotino —algunos de cuyos tratados estaban disponibles en latín gracias a la traducción Mario Victorino— la aplicaban a la comprensión de los misterios de la fe cristiana 45 . Allí pudo entender la naturaleza de Dios como espíritu, no como la materia —eso sí, sutil y luminosa— de la divinidad maniquea, y la naturaleza del mal, no como antimateria desordenada y caótica del Reino de las Tinieblas, sino como ausencia de bien y fallo de la voluntad humana. De esta manera, la conversión a la filosofía fue la antesala de su conversión moral e inició un nuevo capítulo en la vida de Agustín, en la que pudo cumplir su deseo de constituir una comunidad dedicada a la meditación y a la filosofía, aspiración anteriormente truncada por sus aspiraciones sociales. Lo consiguió por vez primera en la corta retirada campestre a Casiciaco 46 que siguió a su conversión. De las lecturas y los coloquios allí mantenidos con un grupo de amigos parten unos diálogos todavía impregnados de antigüedad pagana en las formas, pero en ellos se concilian ya la razón antigua y la fe cristiana (La vida feliz , Contra los académicos) y ofrece una explicación del mal (El orden). Los dos primeros contienen relatos sobre su conversión, que prefiguran el de las Confesiones 47 , pero el segundo se presenta además como un protréptico o exhortación a la filosofía dirigido a Romaniano en defensa del valor de la fe frente al relativismo racionalista 48 .

Entre estos diálogos figuran los dos libros de Soliloquios que también se anticipan a las Confesiones por ofrecer un autoanálisis en forma de diálogo interno entre Razón y Alma. En Casiciaco se propuso asimismo escribir un compendio de las artes liberales en una colección de la que sólo culminó, tiempo después, la obra dedicada a la música. Aunque estos escritos no se preocupen directamente por los maniqueos, sí que exponen una revisión crítica de las certezas alcanzadas por Agustín tras abandonarlos y presentan ya el propósito de resaltar el valor de la fe y de convencer a sus destinatarios para que sigan su ejemplo de conversión. A su regreso a África en 388 fundará otra comunidad monástica, esta vez de forma más estable, en la que seguirá desarrollando su labor filosófica pero de una forma más «eclesiástica 49 », carácter éste que se consolidará tras su consagración como presbítero en el 391 y su posterior elevación a la silla episcopal, entre el 395 y el 397.

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