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4. EL PÚBLICO DE LAS «CONFESIONES»: ATRAYENDO A LOS MANIQUEOS

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Como se deduce, a quienes más podía llamar la atención el título de Confesiones era a los maniqueos. En este sentido, la preocupación por los maniqueos, tildados de soberbios, recorre todas las Confesiones , desde la invocación inicial hasta la coda final, y es intensísima en los momentos más relevantes y conocidos. Entre los elementos característicos figura el versículo de Mateo 7, 7 «Pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá», verdadero hilo conductor de la obra y en el que los maniqueos apoyaban su proselitismo 29 . A nivel teológico, la soberbia maniquea deriva a ojos de Agustín del hecho de que la iglesia fundada por Mani apareciese como salvadora de su salvador, el Jesús Sufriente, nombre que designaba la luz divina atrapada en la materia y que los elegidos debían liberar con la colaboración de los oyentes. Resulta así curioso que Agustín se refiera a su público como los «espirituales» (spiritales), expresión que recuerda la división gnóstica valentiniana de la humanidad 30 . Sin que Agustín emplee el término con esta acepción restrictiva 31 , ese calificativo remite a un público inmerso en la citada culture de soi , como denota el interés por la vida ascética y la búsqueda de la verdad. Pero precisando más, los temas y la forma de las Confesiones retratan unos destinatarios familiarizados con el canto de salmos e himnos, y sometidos al autoanálisis de la confesión. Como se irá viendo, todos estos elementos remiten a las prácticas religiosas maniqueas.

A la hora de identificar a su público, unas veces Agustín alude directamente a los maniqueos, como en IX 4, 8, cuando rememora la emoción que le supuso la lectura del Salmo cuarto 32 . No obstante, la propia mención de los soberbios, muy numerosa, basta para identificarlos como destinatarios, así en IV 1, 1:

¡Ríanse de mí los arrogantes y quienes aún no han sido

salvíficamente postrados y abatidos por ti, Dios mío,

que yo, empero, te confesaré mis desvergüenzas en tu alabanza.

En otras ocasiones aborda un tema con propósito polémico, como sucede en el análisis del origen del mal y su presencia en la creación en el libro VII o del tiempo en el libro XI, donde se desmontan los dogmas maniqueos de las dos sustancias que conforman el mundo —la luz y las tinieblas— y los tres tiempos cósmicos —separación entre el Reino de la Luz y el de las Tinieblas, invasión del primero por parte del segundo y aprisionamiento de la luz divina en la materia, vuelta a la separación inicial 33 . Otras veces la alusión aflora como por un espejo y en forma de enigma, como sucede en el relato del robo juvenil de unas peras en el libro II, símbolo de la caída del ser humano en el pecado original pero también de las donaciones piadosas que debían hacer los oyentes maniqueos como sustento de sus elegidos 34 . De ahí también que abra el libro III, donde cuenta su ingreso en la fe maniquea, con metáforas culinarias, situadas en Cartago, sartago («sartén») de vicios, mediante las que Agustín parece solidarizarse con el lector en contra de los elegidos, evocando ese servicio diario. Es más, la propia peregrinación errática de Agustín en búsqueda de la verdad y la constante guía de Dios hasta la revelación final plasman de alguna manera la concepción soteriológica maniquea del alma —denominada Hombre Primordial en sus relatos cosmogónicos—, hipóstasis de la divinidad que, desterrada en la materia, debe escuchar y atender la llamada del Espíritu Viviente para así poder retornar al mundo divino al que pertenece, cabe el Gran Padre. La llamada a la conversión adquiere así una resonancia sólo perceptible para los iniciados en la fe de Mani. Asimismo, el autoanálisis exhaustivo frente a las tres concupiscencias que articula la segunda mitad del libro X tiene bastantes concomitancias con la citada festividad del Bema.

En suma, por más que Agustín se apoye constantemente en las Escrituras —de ahí la apertura de la obra a un público más amplio— sólo un lector maniqueo era capaz de comprender la forma de tratar ciertas citas bíblicas, la aparición de determinados conceptos e imágenes, o alusiones a conocimientos compartidos y ajenos a los profanos, así como de reconocerse en las vivencias narradas por el tagastense. Afortunadamente, tras la aparición de textos maniqueos en el siglo xx 35 y el subsiguiente avance en la investigación, que ha sido muy considerable, es hoy posible formar una idea más precisa sobre la teología y el ritual maniqueo y comprenderlo mejor como fenómeno social, lo que repercute en una nueva y más rica lectura de las Confesiones. Y es que el maniqueísmo se distinguía por ser una religión de culto más bien privado y clandestino 36 , y con gran frecuencia sus miembros fueron perseguidos y quemados sus libros, tanto en el imperio sasánida, donde surge, como en el romano, o incluso más tarde en la China medieval. En el primero, aunque caracterizado por su cosmopolitismo y tolerancia, contó con la oposición del mazdeísmo oficial de la dinastía persa, como muestra el cautiverio y posterior martirio de Mani en 277 por orden del rey Bahrām I. En el segundo, a la persecución estrictamente religiosa, incrementada con la política de Teodosio I, se añadían los recelos y las sospechas que levantaba el hecho de proceder del gran enemigo de Roma 37 . Por otra parte, sólo el grupo de los elegidos tenía acceso a las siete obras que componen el canon de Mani, a pesar de que entre los oyentes se desarrollase una importante actividad lectora y editora. De hecho, se daba mucha importancia a la lectura de los textos en comunidad, pues era la base del adoctrinamiento religioso. Se conservan relatos (auto)biográficos sobre Mani, homilías, salmos e himnos que servían para dar a conocer los dogmas plasmados en el canon 38 . A todo esto se añadía un importante trabajo de copia y traducción por parte de los oyentes como apoyo a una activa labor misionera que, gracias a las rutas comerciales, desde Babilonia se extendió hasta el Atlántico y el mar de China. La suma de todos estos factores explica la escasez de fuentes directas y también la cualidad fragmentaria, doctrinal y plurilingüe de las conservadas 39 , pues la mayor parte del material proviene de textos dedicados a las prácticas litúrgicas, rara vez del canon de Mani, y de puntos geográficos muy variados. A las fuentes directas hay que añadir las informaciones que ofrecen doxólogos, heresiólogos y polemistas 40 , a menudo interesadamente deformadas.

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