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8. LA TRANSMISIÓN DEL TEXTO DE LAS «CONFESIONES» Y PRINCIPALES EDICIONES

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Un indicio más directo de la influencia de las Confesiones en la posteridad es el elevado número de manuscritos conservados, que el editor L. Verheijen estima que puede llegar a los 425 172 , y de ellos 43 son anteriores a 1100. Entre los más antiguos y más relevantes para la tradición manuscrita se cuentan dos de procedencia hispana, reflejo de la difusión que veíamos más arriba en época visigótica. Del primero de ellos, datado en el siglo VI y procedente del Convento de la Encarnación de Madrid, sólo quedaba un folio en 1936, que desapareció poco después y del que queda fotocopia en la Morgan Pierpoint Libray de Nueva York. El otro es el famoso códice Sessorianus 55 (S), también del siglo VI , que custodia la Biblioteca Nazionale Centrale de Roma. Próximo a S se presenta un códice fragmentario del siglo IX conservado en la Real Biblioteca de San Lorenzo de El Escoriaí y que manejó el editor A. C. Vega 173 . El resto de los códices antiquiores más interesantes son también del siglo IX , en su mayoría de procedencia francesa. Se destacan en las recientes ediciones los códices O (París, Bibliothèque nationale lat. 1911, procedente del Sur de Francia 174 ), C (París, Bibliothèque nationale lat. 1913, de Auxerre) y D (París, Bibliothèque nationale lat. 1913A, de la región del Loira). Por otra parte hay que lamentar la pérdida de un códice considerado optimus por la edición maurista de 1679, el códice Benignianus procedente de Dijon. A todo esto se cuenta con el apoyo de la tradición indirecta. Aparte de otros testimonios 175 , el más importante lo constituyen los ya mencionados Excerpta que Eugipio extrajo de las Confesiones 176 y otras obras de Agustín a comienzos del siglo VI y que han tenido un papel importante en las últimas ediciones (Eug).

Haciendo un repaso por las principales ediciones, la serie la inicia entre 1465 y 1470 la edición príncipe de J. Mantelin en Estrasburgo. En 1506 J. Amerbach las imprime en Basilea dentro de una edición general de las obras completas de Agustín. Allí aparecerá una nueva edición entre 1528 y 1529 de la mano de Erasmo de Rotterdam, también dentro de unas obras completas. Años después los Teólogos de Lovaina publican en Amberes otras Obras completas, aparecidas entre 1576 y 1577, que introducen mejoras en el texto. En 1649 se publica en París la edición de A. Arnauld, con gran rigor y que inspira la que se editará en 1679, también en París, la congregación de Saint Maur, excelente edición y fundamento de las modernas tanto por el método crítico como por la elección de manuscritos, pues maneja algunos considerados fundamentales por editores modernos, en especial C y D 177 . Tras esta edición aparecen las de J. Martin (París, 1741) con una elegante traducción francesa, y L.-E. Rondet (París, 1776), que usa por vez primera el importante ms. O.

Fuera de Francia, en 1838 se publica en Oxford la edición de E. B. Pusey, basada en manuscritos ingleses, y de ella derivan dos ediciones alemanas de K. von Raumer en 1856 y 1872. El manuscrito S fue usado por primera vez en la edición de P. Knöll, en el volumen XXXIII del llamado «Corpus de Viena» (CSEL), que tuvo una réplica minor en la colección Teubner de Leipzig en 1898. Esta edición fue la base de la de J. Gibb y W. Montgomery (Cambridge, 1908) y tuvo su impacto en las de Ramorino (Roma, 1909) y P. de Labriolle (París, coll. Budé, 1925) que, no obstante, usa de un criterio editorial muy libre. En España, coincidiendo con el XV centenario de la muerte de Agustín, aparece en 1930 178 la edición de A. C. Vega en El Escorial. Aparte de otros méritos, fue la primera edición en considerar la información que ofrece la tradición indirecta de los Excerpta de Eugipio siguiendo las recomendaciones de B. Capelle 179 , si bien con un criterio propio. Mayor sistematización estableció M. Skutella en su edición teubneriana (Leipzig, 1934) que aplica el «canon» de B. Capelle como criterio editorial. Considerada canónica nada más aparecer, tuvo una reedición con correcciones en Stuttgart, 1969. Con la pretensión de mejorarla se presenta la edición de L. Verheijen, publicada en el volumen XXVII del Corpus Christianorum (Turnhout, 1981). Aunque corrige algunos aspectos y es más sistemático en los criterios de edición, en lo que se refiere al stemma coincide con Skutella en separar los códices S y O en ramas diferentes y en señalar la estrecha dependencia de C y D. A pesar de sus grandes méritos, trabajos posteriores han puesto en evidencia algunos puntos débiles de su proceder. Tal es la aportación de M. Gorman, que tras analizar las faltas en la transmisión de los citados Excerpta no aprecia una relación de su texto con el de los manuscritos más antiguos de Confesiones 180 al tiempo que descubre coincidencias en los códices S y O como representantes de una rama de la tradición. Esta es la misma conclusión a la que llega B. Alexanderson 181 en su revisión crítica, al tiempo que señala la dificultad de llegar tan sólo a un arquetipo, ya con numerosas faltas, por encontrar la transmisión de las Confesiones muy marcada por la contaminación. De ese modo habría que aumentar el número de manuscritos de referencia más allá de los que Verheijen consideraba puros y sin contaminación lateral (S, C, D, O, Eug) y tomar la lección correcta allí donde se encuentre, pues lo importante es restituir el texto original del autor. La edición más reciente, debida a J. J. O’Donnell, no aporta avance alguno en la recensión 182 y aparece desprovista de aparato crítico, pero está minuciosamente revisada y acompañada de un extenso y detallado comentario, con numerosas notas referidas al texto.

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