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6.1. Imitando a los imitadores de Cristo: las Confesiones como protréptico

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A la hora de encuadrar las Confesiones en un género literario antiguo va cobrando hoy día fuerza la opinión de quienes las consideran como un protréptico (del gr. protrépein, «animar» «persuadir»; exhortatio en latín) dirigido al lector para que cambie y se convierta al ejemplo que se propone. Ésta es la tesis que sostiene A. Kotzé, que muestra que lo realmente sorprendente y novedoso para el lector antiguo sería el enorme espacio concedido a la autobiografía, habitual por otra parte en los protrépticos, no la intención protréptica en sí 60 . Este interés aparece ya presente en los albores de la literatura antigua, concretamente en Los trabajos y los días, que Hesíodo dirigía a su hermano Perses y, por extensión, a los reyes devoradores de riquezas para que se aplicasen al trabajo y al ejercicio de la justicia. Con el tiempo, no obstante, se convirtió en un género vinculado principalmente a la filosofía 61 y que debió ser muy frecuente en los primeros siglos del imperio, marcados por la popularización de las escuelas filosóficas y su activo proselitismo. Así lo deja entrever la parodia que Luciano de Samósata hace de este género en algunas de sus obras 62 . Lamentablemente los dos modelos más famosos de ese género en la Antigüedad, el Protréptico de Aristóteles y el Hortensio de Cicerón, no se nos han conservado; tampoco los tratados de retórica abordan las características compositivas del lógos protreptikós. No obstante, los fragmentos y citas conservados permiten reconstruir a grandes rasgos sus características y reclamar para este género otras obras como el Eutidemo y el Fedón platónicos o la carta 90 de las Epístolas morales a Lucilio de Séneca 63 . Por otro lado, dentro de la asimilación de la cultura pagana por el cristianismo, el protréptico no tardó en ser aplicado para atraer público a la fe, como demuestran ya algunas epístolas de Pablo o, más tarde, el Diálogo con Trifón de Justino (mártir en el 165, aprox.), sobre el que volveremos más adelante, y el Protréptico de Clemente de Alejandría, que presenta el cristianismo como la verdadera filosofía en contraposición con las costumbres y los ritos paganos.

Esbozando las características del protréptico como género, en lo que respecta a su estructura se suele tomar como referencia a Filón de Larisa 64 que compara la labor del filósofo con la del médico: igual que el éste, a la hora de sanar, aplica primero el remedio de la enfermedad y luego contradice las falsas creencias, así también el filósofo encarece al alma enferma los beneficios de la filosofía (lógos protreptikós) y refuta los ataques que ésta recibe a título general o en contra de una de sus escuelas (lógos elenktikós). En cuanto a su forma, aparece este tipo de texto articulado en una gran variedad: discurso, diálogo, monólogo, carta, himno, biografía, colección de aforismos o anécdotas, pero siempre el objetivo es la conversión. Vinculados a la persuasión son frecuentes determinados tópicos que incitan a la acción, como el de los dos caminos —el acertado y el errado 65 , o el que conduce a la verdad buscada y el que aleja de ella—, el desprecio de los bienes mundanos o contemptio mundi, así como ejemplos memorables de conversión, a veces en forma de autobiografía. Y todo esto va acompañado por una serie de metáforas que describen el efecto de la conversión en el neófito, como el abandono del sopor y el despertar a una nueva vida, las que tienen que ver con el fuego, la inflamación que sufre el lector al leer el texto y el efecto que su llama tiene para encender a otros, o el arrebato de una pasión erótica por lo bello y lo bueno.

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