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2. TEMAS Y UNIDAD DE LAS «CONFESIONES». LA CUESTIÓN DEL GÉNERO

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Tal objetivo impregna toda la obra de Agustín y también las Confesiones. Agustín las escribe más de diez años después de su conversión, situada en el 386. Se desconoce la fecha exacta de redacción, aunque puede reconstruirse de una manera aproximada. El propio autor en Las revisiones , obra de madurez en que repasa toda su numerosa producción anterior destacando los aspectos más interesantes de cada una y corrigiendo alguna de sus ideas, las coloca como la sexta obra que siguió a su elevación a la cátedra episcopal de Hipona. A pesar de que no se conoce la fecha exacta de dicha ordenación, ésta se sitúa entre mayo del 395 y el 28 de agosto del 397 12 . A partir de ahí se infiere que habrían sido escritas entre finales del 397 y el 400, como se deduce del hecho de que obras posteriores, como El comentario literal al Génesis y Réplica a las cartas de Petiliano, datadas en el 401 13 , remitan a pasajes de las Confesiones.

En cuanto a la temática del relato, la parte autobiográfica, que se inicia con el nacimiento y la primera infancia de Agustín, no va mucho más allá del momento de su conversión en el 386, y sólo ocupa nueve de los trece libros de que consta. A éstos se añade una detallada introspección en que el tagastense, dando un salto del pasado al presente, justo en el momento en que escribe la obra, se adentra en su memoria hasta hallar en ella la impronta dejada por la vida feliz y hace el balance de los logros espirituales obtenidos tras dicha conversión (libro X). La obra se cierra con una lectura alegórica del relato de la creación en el Libro del Génesis (libros XI-XIII). He aquí un resumen de los temas de cada libro con el título alegórico que le hemos otorgado:

Libro I. Pecado original y lactancia de Agustín en la fe. Nacimiento e infancia de Agustín. Crítica de la educación recibida. El pecado afecta también a la niñez.

Libro II. Soberbia I o el hijo pródigo entra en la «región de desemejanza». Amores de pubertad y robo gratuito de unas peras.

Libro III. Soberbia II o el hijo pródigo come del árbol maniqueo. Tras la lectura del Hortensio Agustín se enciende por la búsqueda de la verdad que, por otra parte, le es prometida por los maniqueos.

Libro IV. Semillas de luz I o desilusión por las cosas del mundo. Tras la muerte de un querido amigo de juventud, Agustín experimenta el dolor que produce el amor volcado en los seres mortales. Intenta entonces colocar sus miras en las cosas eternas, aunque fallidamente. Escribe su primera obra Sobre lo bello y armonioso.

Libro V. Semillas de luz II o desilusión de la razón maniquea. Agustín no consigue que el obispo maniqueo Fausto de Mileve le resuelva sus dudas teológicas, lo que socava su creencia en el maniqueísmo. Al mismo tiempo se traslada a Roma, donde ejerce como rétor privado, y de ahí es promovido a la cátedra de Milán. Allí escucha a Ambrosio y se decide a abandonar la fe de Mani.

Libro VI. Semillas de luz III o agonía del hombre viejo y esperanza de renovación. Al tiempo que adquiere una apreciación positiva de la fe cristiana revelada en las Escrituras, Agustín toma también conciencia de la vacuidad de sus aspiraciones sociales. Sin embargo, los nuevos planes de dedicarse a la vida retirada en compañía de sus amigos fracasan ante la exigencia del celibato.

Libro VII. Nacimiento del hombre nuevo I: conversión de la razón. Tras desestimar maniqueísmo y astrología, la lectura de algunos tratados de Plotino le permite conciliar, en un instante de comprensión excepcional, razón antigua y fe cristiana.

Libro VIII. Nacimiento del hombre nuevo II: conversión de la voluntad. Agustín recibe las visitas sucesivas de Simpliciano y Ponticiano que le dan a conocer ejemplos de conversión. Son las del famoso rétor Mario Victorino, la de unos funcionarios imperiales y la de Antonio el eremita. El relato enciende un combate en el interior de Agustín, que se debate entre seguir su ejemplo o no. Una revelación hace que su voluntad se convierta.

Libro IX. Nacimiento del hombre nuevo III: conversión del corazón. La conversión de Agustín repercute en su círculo de amigos, que, como él, se bautizan. Abandona la docencia y experimenta el monaquismo en Casiciaco. Mónica muere en Ostia y se hace una semblanza de su vida y costumbres.

Libro X. Descenso al corazón del hombre nuevo: el alma descubre a Dios en la memoria y se confiesa. Ascenso por el alma de Agustín y recorrido por la memoria a la búsqueda de la Verdad. Una vez encontrada, Agustín analiza las fuerzas de su alma para resistir ante las tres concupiscencias.

Libro XI. En el interior del corazón I: eternidad de Dios y caída del alma en el tiempo. Lectura del primer capítulo del Génesis del que se deduce la omnipotencia creadora de Dios a partir de la nada. Análisis de qué es el tiempo.

Libro XII. En el interior del corazón II: el Cielo del Cielo, la Palabra divina. Modos de hallar la Verdad en ella. Continuando con dicha lectura, se identifica el Cielo del Cielo con la Jerusalén celeste, creación espiritual anterior al tiempo. A continuación se muestra el procedimiento para extraer verdades de la Palabra divina.

Libro XIII. En el interior del corazón III: el Espíritu o la llamada para que la creación se vuelva hacia su creador. Los siete días de la creación en la vida del ser humano. Tras mostrar la acción del Espíritu en la creación, la lectura del Génesis desemboca en una aplicación alegórica al ser humano de la Trinidad y de los seis días de la creación tras los que se espera alcanzar el sábado eterno.

Lo que a simple vista puede resultar más sorprendente —o incluso decepcionante— al lector moderno acostumbrado al género autobiográfico tal vez sea esa brusca interrupción del recuerdo del pasado y la fusión con temas e inquietudes ajenos, en principio, a un género tan en boga hoy en día. Y es que la autobiografía se combina en las Confesiones con el autoanálisis, la exégesis y el lirismo laudatorio de los salmos. Por ello hay que ver en las Confesiones algo más que una autobiografía, género que no existe como tal en la Antigüedad, a pesar de la ingente y meritoria obra de G. Misch 14 , cuyo recorrido desembocaba e intentaba explicar estas Confesiones de Agustín. Tampoco se justifica la relegación tradicional a que han estado sometidos los tres últimos libros, a menudo suprimidos de algunas traducciones 15 y considerados un extraño anexo al propósito original autobiográfico. Ello ha llevado a que la cuestión de la estructura de la obra se haya convertido en un tema desesperado, cuestión que afecta especialmente al libro X, considerado producto de una reelaboración posterior 16 .

En último lugar, tampoco se ajustan a los términos con que Ph. Lejeune delimita las autobiografías posteriores a 1770, esto es, un «relato retrospectivo en prosa que una persona real hace de su propia existencia, poniendo énfasis en su vida individual y particular, en la historia de su personalidad 17 ». Yendo por partes, no todo lo que aparece en ellas es relato retrospectivo de la propia existencia. El propio Agustín en Las revisiones II 6 distingue dos partes diferenciadas y sólo una se refiere a su persona; según lo dicho, el libro X tampoco cumple la condición de ser retrospectivo:

Los trece libros de mis Confesiones alaban a Dios, justo y bueno, tanto por mis aspectos negativos como por mis aspectos positivos y hacia Él despiertan la inteligencia humana y el corazón; entre tanto, por lo que a mí atañe, esto es lo que hicieron en mí al escribirlas y siguen haciéndolo al leerlas. Después de todo sé que a muchos hermanos les han gustado mucho y les siguen gustando. Del primero al décimo han sido escritas sobre mí; los tres restantes sobre la Sagrada Escritura

De la declaración se infiere además que su objetivo es buscar un efecto singular en el lector, el despertar la inteligencia y el corazón hacia Dios. De estos dos conceptos, el primero (intellectus) se refiere a la capacidad racional, mientras que el corazón afecta a la esencia de la persona. Como afirma en Conf. X 3, 4, el corazón es el lugar donde Agustín —y cualquier otra persona— es lo que realmente es. Teniendo eso en cuenta se comprende mejor cuando unas líneas después, en X 4, 6, tras preguntarse cuál es el interés que motiva al lector hacia su obra, declara enigmáticamente que:

Este es el fruto de mis confesiones: no cómo he sido sino cómo soy.

El fruto es el nuevo Agustín, no el viejo, y para ese cambio hizo falta un cambio en la voluntad, la tercera facultad humana que conforma la manifestación de la Trinidad en el ser humano, según lo expresa en XIII 11, 12: existir, conocer, querer. De esta forma, las Confesiones trascienden la vida individual y particular al ofrecer en la persona de Agustín una completa reflexión antropológica de aplicación universal basada en la Biblia. Y es que en las Confesiones el elemento individual se convierte además en universal mediante una acción dinámica sobre el lector. Como observaba M. Zambrano 18 «cuando leemos una confesión auténtica sentimos repetirse aquello en nosotros mismos, y si no lo repetimos no logramos la meta de su secreto […] porque la confesión es una acción, la máxima acción que es dado ejecutar con la palabra». Así lo muestra el propio Agustín en la Epístola 213, 6 que lleva de la mano al lector hacia la alabanza de Dios, estableciendo un pacto autobiográfico basado en la caridad, el amor divino, pues descubre su corazón ante Dios:

Toma pues, hijo mío, sumo varón bueno y cristiano —no superficialmente, sino en caridad cristiana—, toma además, digo, los libros que pediste, los de mis Confesiones : contémplame allí; no me alabes más allá de lo que soy; no creas allí a otros sobre mí, sino a mí mismo. Búscame allí y mira qué he sido en mí mismo y por mí mismo, y si te agradó algo en mi persona, alaba allí conmigo a quien yo quise alabar sobre mi persona, y no por cierto a mí, porque es Él quien nos ha hecho y no nosotros quienes nos hemos hecho.

Por último, aunque predomina la prosa y la narración en las Confesiones, están tan imbuidas del lirismo de los Salmos que se presentan, en palabras de J. Fontaine, como «un inmenso salmo personal que discurre por la trama de una existencia humana 19 ». De hecho, los salmos le otorgan su esencia y su título.

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