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Lucrecio

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También Lucrecio, el gran poeta epicúreo, está presente en las NQ , aunque Séneca, a diferencia de lo que hace con Virgilio y Ovidio, no lo cita explícitamente más que en una ocasión (y eso sin nombrarlo 277 ): cf. IVb 3,4 stillicidi casus lapidem cauat , «la caída de una gota agujerea una piedra» (Lucr. I 313), palabras con que trata de corroborar, aportando un testimonio de autoridad, su explicación de la forma redonda del granizo.

En todo caso, a falta de citas explícitas, pueden percibirse ecos lucrecianos en diversos pasajes de las NQ . Ejemplos claros tenemos en la descripción del movimiento del polvillo atmosférico, que sirve a Séneca para demostrar la agitación constante del aire (V 1,2 278 ) y que evoca la famosa imagen con que Lucrecio trata de describir el movimiento de los átomos (Lucr. II 114-129); o en la comparación de la trepidación producida por el terremoto con la que afecta a los edificios al paso de carros que transportan cargas pesadas (VI 22,1), que ya utiliza Lucrecio en su sección dedicada a los terremotos (Lucr. VI 548-551). Y es muy posible, también, que la nota lexicográfica sobre la especialización en los autores antiguos de fulg ĕ re (por oposición a fulg ē re) para designar el relámpago (por oposición a un simple destello luminoso cualquiera) esté basada en el uso que Lucrecio hace de estos términos 279 . Pero, probablemente, tiene razón Parroni al afirmar que son numerosos, especialmente, en contextos técnicos, los pasajes de las NQ en que pueden encontrarse ecos más o menos precisos del poema lucreciano 280 .

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