Читать книгу Sostenibilidad y fiscalidad - Sofia Arana-Landin - Страница 16

1.6.1. LA MEDICIÓN DE LA DESIGUALDAD

Оглавление

Como vemos, la desigualdad tiene una incidencia clara en el planeta y está fuertemente enraizada en nuestro modelo de crecimiento actual, por lo que se hace necesario, en la medida posible, poder medirla y valorarla para buscar soluciones, muy especialmente, allá donde resulte ser mayor.

A pesar de que no es fácil medir la desigualdad de los diferentes países, debido a las dificultades que presenta la recopilación de datos en muchos de ellos o las diferentes interpretaciones de las variables a tener en cuenta, hoy en día contamos con varias medidas de la misma. Siguiendo un esquema cronológico, encontramos, entre los más utilizados, la curva de Lorenz, el índice Gini, el SWIID, el índice Theil y el Palma. Todos ellos resultan relativamente representativos de las desigualdades dentro de cada país, teniendo en cuenta variables como la población y la riqueza.

En los EE.UU., Max Otto Lorenz creó la denominada curva de Lorenz con el fin de ilustrar la desigualdad a modo de curva en un gráfico. Dicha curva se expuso en su obra ‘Methods of Measuring the Concentration of Wealth’, como un intento de búsqueda de medición de la riqueza del hombre corriente, publicada ya en 1905. En su obra Lorenz habla de concentración y difusión de la riqueza.

Al otro lado del Atlántico, en Italia, el economista Corrado Gini en 1912, ideó el índice más conocido de medición de la desigualdad, el índice GINI, como medida económica. Dicho índice es explicado en su obra Variabilità e mutabilità. El índice es muy ilustrativo como herramienta analítica para calcular la desigualdad de ingresos que existe entre los ciudadanos de un territorio, normalmente de un país. Dicho valor se encuentra entre 0 y 1, siendo cero la máxima igualdad (todos los ciudadanos tienen los mismos ingresos) y 1 la máxima desigualdad (todos los ingresos los tiene un solo ciudadano). Por tanto, cuanto mayor es el índice de Gini, mayor es la desigualdad de los ingresos en la población. Al contrario, cuanto más cercano a cero es el índice de Gini, menor es la desigualdad de los ingresos y, por tanto, menor es la desigualdad económica. Es recomendable que un país o región no tenga coeficientes de Gini cercanos a uno, ya que implica que la desigualdad es muy alta, lo cual es ineficiente e implica un bajo estado del bienestar para una vasta parte de la población y un desarrollo insostenible.

Hoy en día, se sigue utilizando este índice para medir la desigualdad de los países. En la UE, es el EUROSTAT el órgano encargado de realizar el seguimiento del índice GINI en los diferentes países que la componen. Los países peor posicionados de la UE por lo que respecta a este índice son Serbia, Lituania y Rumanía. En el otro extremo de la balanza contamos con Islandia, Eslovaquia y Noruega. Curiosamente y, entrelazando con el problema al que aludíamos anteriormente, estos países también destacan en la protección del medio ambiente, de modo que su desarrollo puede reputarse como más sostenible y conforme con los ODS.

En el mundo, África y América Latina se puede considerar que son las regiones más desiguales. Estados Unidos y los países del sur de Europa lo son de entre las economías desarrolladas, según los datos aportados por el Banco Mundial.

El índice GINI resulta importante para poder disponer de información sobre el nivel de desigualdad en un territorio y así ser capaces de diseñar soluciones que mejoren la situación, contribuyendo a una mayor sostenibilidad. Esta medición de desigualdad a través de GINI puede contribuir a orientar políticas públicas, entre ellas resultan especialmente importantes las tributarias, que tengan el objetivo de alcanzar una mayor igualdad a la vez que un desarrollo económico en la dirección correcta.

Resulta igualmente necesario el distinguir entre pobreza, vinculada al ingreso medio en una sociedad, y desigualdad, asociada a su distribución, ya que existen países desarrollados donde los ingresos son muy desiguales, como EE.UU.

Por otro lado, el coeficiente de Gini presenta algunos problemas, ya que solo considera rentas monetarias, lo que da un resultado algo sesgado. Un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y algunos autores indican que si se incluyeran ingresos en especie o imputaciones de alquiler, los rankings entre países cambiarían y por ejemplo, la situación de España mejoraría bastante. Igualmente, las mediciones del coeficiente de Gini en base a la renta no son concluyentes porque pueden existir otras manifestaciones de capacidad contributiva, tipo el patrimonio. Otra deficiencia del índice Gini es que no indica los factores que pueden estar determinando la desigualdad, ni las diferencias en cuanto a las condiciones de vida de los países y tampoco mide el bien-estar real de las personas. Además, suele medirse por hogares, de modo que no se tiene en cuenta el número de personas que habitan cada hogar. Es decir, para entender este índice debería ser complementado por otros.

Entre los mismos, desde el 2008, el denominado “Sd World Income Inequality Database (SWIID)” nos permite realizar comparativas entre los diferentes países con unos criterios consensuados58. Además, cabe destacar el hecho de que la plataforma realizada por SOLT resulte muy intuitiva, pedagógica y fácil de utilizar59. Sin embargo, hay que tener en cuenta que no siempre las variables de la base de datos de las que se nutre son total-mente fiables porque, en ocasiones, dependen de datos nacionales sesgados, y, a veces, las comparaciones no resultan del todo reales y puede haber datos que no existan y países que están incluidos sólo durante algunos periodos. No obstante, la plataforma sí que recoge más variables y puede considerarse hoy en día, con las limitaciones expuestas, la mejor forma de medir la desigualdad que tan negativamente incide en la sostenibilidad.

Existen otros métodos que aportan información diferente relativa al estudio de la desigualdad, como el Índice Theil, que mide el desorden presente en un sistema, o el Índice Palma que muestra la brecha de ingresos entre los extremos de un país. Dicho todo esto, cabe preguntarse si una distribución igualitaria de ingresos es más justa, algo en lo que suele haber una gran disparidad de opiniones y que está relacionado con medidas como las de redistribución de la riqueza. A los efectos que nos ocupan, no nos importa el índice que utilicemos, pero podemos concluir que es un hecho que la desigualdad existe y contribuye a la falta de sostenibilidad, al igual que la falta de sostenibilidad contribuye a la desigualdad. De este modo, parece que actuando decididamente a favor del crecimiento económico pero sostenible podemos mejorar la desigualdad y viceversa, ya que se constata una sinergia. Existen causas de índole tributaria que no contribuyen a la igualdad, por lo que entendemos que resulta de interés pasar a analizarlas.

Sostenibilidad y fiscalidad

Подняться наверх