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1.1.1. BREVE REPASO A LOS CONCEPTOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO Y DESARROLLO SOSTENIBLE

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El crecimiento económico no puede considerarse ni malo ni incondicionalmente bueno, porque puede conllevar costes medioambientales y sociales que contribuyen al deterioro del planeta, así como todo lo contrario, si somos capaces de crecer de otra manera. Pero el tan ansiado crecimiento económico, tal cual lo hemos conocido hasta el momento, está suponiendo un daño ecológico que no se puede obviar, pero sí evitar.

Por mucho que todos deseemos el crecimiento económico hace ya demasiado tiempo que se sabe que el mismo tal vez debiera ser de otro tipo. Ya hace casi medio siglo, en 1972, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano celebrada en Estocolmo, se plantearon los límites a las bondades del crecimiento económico10. En la misma, se sostuvo que, si el crecimiento económico seguía como hasta entonces, terminaría por exceder los límites de los recursos de la Tierra y llevar al colapso. No obstante, dicha afirmación o los informes de los diferentes científicos, no nos han impactado lo suficiente como para que se pueda observar un cambio de rumbo claro que esté dando sus frutos. Tal vez por ello, el científico NORDSTROM pasó a realizar una propuesta gráfica para la sociedad en forma de semáforos, la mitad de los cuales se encontraban ya en rojo para conseguir concienciarnos de la necesidad de reducir a la mitad las emisiones de carbono en cada década, con respecto a la década anterior, a fin de poder frenar el proceso y que la temperatura no suba más de 2 grados antes de mediados de este siglo, antes de que sea demasiado tarde11.

En este mismo sentido, en 1973, BOULDING al presentar su declaración ante el Congreso estadounidense declaró: “cualquiera que piense que el crecimiento exponencial puede ser continuo en un mundo finito es un loco o un economista12”. A su entender, nuestros recursos son finitos y, el crecimiento económico al que estamos acostumbrados, muy especialmente basado en los combustibles fósiles, los va cercenando a un ritmo cada vez mayor, de ahí la importancia del desarrollo, pero de tipo sostenible. Y sin embargo, esta expresión no fue acuñada como tal hasta bastante más tarde, en 1980, por parte del conocido Informe Estrategia Mundial para la Conservación: La conservación de los recursos vivos para el logro de un desarrollo sostenible13.

Pero también tenemos que señalar las voces más optimistas que avanzaremos para el Tercer Horizonte, como la del ya citado STERN quien entiende que: “esta es una oportunidad para impulsar el crecimiento. Habrá una gran inversión en nuevas infraestructuras, y eso es bueno para el crecimiento. Además, es un buen momento para hacer esta inversión, los tipos de interés están por los suelos en la actualidad. Tenemos recursos desempleados en la economía europea. El acuerdo de París va a impulsar grandes inversiones en investigación y desarrollo de energías renovables y eficiencia energética14”.

La expresión “desarrollo sostenible” comienza a designar un concepto a tener en cuenta especialmente a partir de la década de los 80, gracias al Informe de la Comisión sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo de las Naciones Unidas conocido como “Informe BRUNDTLAND”15.

La famosa Cumbre para la Tierra de Río hizo suya la concepción inter-generacional adoptada en este informe en 1992, entendiendo que “el desarrollo debe ejercerse de forma tal que responda equitativamente a las necesidades de desarrollo y ambientales de las generaciones presentes y futuras”.

Hoy en día, se trata de un concepto holístico que aúna el desarrollo económico, la inclusión social y la sostenibilidad. Así, ROCA nos recuerda lo siguiente: “El aumento de la productividad exige expandir la producción aunque sólo sea para mantener el nivel de ocupación. Si, además, se viene de una etapa de gran expansión de las deudas (lo que denomina ‘la era de la irresponsabilidad’), el pago de éstas parece inviable a menos que la economía crezca. La comercialización de nuevos productos apela a la búsqueda de novedad, algo atractivo y que puede ser fuente de satisfacción, aunque también puede ser patológico”16.

De este modo, el consumismo de la sociedad actual se retroalimenta en gran parte por la desigualdad y la competencia posicional en sociedades en las que el consumo de bienes materiales tiene un fuerte valor simbólico y a través del cual se busca reconocimiento social. Este consumismo es teóricamente muy bueno para activar la economía y para que crezcan los ansiados ingresos tributarios. Sin embargo, VICTOR y JACKSON comentan: “Aunque puede especularse atrevidamente sobre las posibilidades futuras de desacoplamiento absoluto del trasiego de materiales y energía y el crecimiento económico, sosteniendo así que es posible mantener un crecimiento económico sin límites, este tipo de especulación carece prácticamente de respaldo en el registro histórico”17.

Al mismo tiempo, empiezan a surgir teorías que incluso buscan superar la idea misma del desarrollo. Por ejemplo, diferentes estudios decoloniales, particularmente en Latinoamérica, lo rechazan por atribuirle un sesgo occidental que choca con los pueblos indígenas. Incluso, ciertos sectores llegan a abogar por el decrecimiento, como única alternativa viable de cara a nuestra propia subsistencia.

Tal vez sea hora de plantearse si los países desarrollados no lo somos tanto porque el concepto que tenemos de desarrollo no es el que debiera ser, por no conllevar ni el desarrollo humano ni el desarrollo sostenible, que preserva los recursos naturales18.

Como vemos, el concepto de desarrollo sostenible ha cumplido ya casi cuatro décadas y su implementación se torna cada vez más acuciante. No se trata así de un mero crecimiento macroeconómico (mayor PIB, mayor producción, etc.), sino que el crecimiento pueda ser sostenido y sobre todo, sostenible19, que no agote nuestros recursos naturales.

Ante una situación como la actual, con un virus que no conoce fronteras y una pandemia sin precedentes, es evidente que hay que cambiar de esquemas. Tal vez nuestra situación ya no se adapta a la tradicional soberanía westfaliense, sino que se hace imprescindible la cooperación internacional, pudiendo ser la misma, la clave para un buen abordaje de la situación. Esperamos que, tras estos momentos de confusión, pueda reforzarse la idea de la necesaria cooperación internacional, especialmente en el caso de crisis globales. Esto afectaría tanto a la actual pandemia (y otros posibles problemas de salud futuros) como a otras cuestiones que requieren respuestas globales: cambio climático, fiscalidad internacional, etc.20. En definitiva, el desarrollo habrá de procurar que el crecimiento económico conlleve, a la par, políticas sociales y medioambientales para que pueda ser sostenible.

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