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Introducción

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¿Por qué psicoanálisis del desarrollo?

El psicoanálisis arroja luz sobre el modo en el que la infancia afecta a la vida adulta: cómo encontramos nuestro camino en el mundo, organizamos nuestras fuerzas y nuestro sufrimiento y llegamos a entendernos a nosotros mismos. Al mismo tiempo, la intensidad y la intimidad de los análisis de adultos tientan a los analistas a pasar por alto el mundo más allá de la sala de consulta. Este libro es un intento de salvar esta brecha.

Las imágenes de la infancia siempre han despertado —y manifestado— la imaginación psicoanalítica. Los analistas evocan la niñez —y especialmente la primera infancia— como una especie de estado natural, un ámbito en el que se pueden ver las causas y los principios psíquicos originarios. Desde que Freud (1905b) echó la red de la sexualidad infantil sobre la niñez, los analistas han utilizado sus ideas sobre los infantes y los niños para construir narraciones magistrales que establecen una coherencia entre sus teorías del desarrollo, la personalidad, la psicopatología y, por lo tanto, el trabajo clínico, con mezclas muy variadas de observación e imaginación. Cada grupo psicoanalítico se ha basado en su propia «metáfora del bebé» (Mitchell, 1988, p. 127) para reforzar sus propios supuestos básicos: hay tantos «bebés psicoanalíticos» como orientaciones psicoanalíticas. Las visiones psicoanalíticas de la primera infancia y la niñez a veces parecen las de los proverbiales ciegos que toman su parte del elefante como un todo. Mi objetivo es proporcionar una visión más panorámica moviéndome entre los maravillosos mundos de los niños reales, por un lado, y la teoría psicoanalítica y la práctica clínica, por el otro. Creo que esta integración puede fortalecer las ideas analíticas originales sobre la mente profunda, inconsciente e irracional, poniéndolas en contacto con los mundos evocadores, inmediatos y afectivamente vívidos de la infancia, especialmente la primera infancia.

Esto lleva a lo que yo llamo un «sólido psicoanálisis de desarrollo». El psicoanálisis del desarrollo ha seguido más de cerca las realidades de la primera infancia y la niñez y sus extensiones recíprocas con las psicopatologías y terapias para adultos. Con sus raíces a principios del siglo XX, ha recurrido a la labor terapéutica analítica directa con infantes y niños, así como a campos adyacentes, como la psicología, la pediatría, la psiquiatría infantil, la educación, las intervenciones comunitarias, la concienciación social e histórica y, más recientemente, la neurociencia del desarrollo. (Véanse los capítulos de las partes I y II.) Este libro integra el notable progreso de estos campos en las últimas décadas con diversas perspectivas psicoanalíticas. Actualmente se considera que los bebés son capaces de evocar y responder a los cuidadores y a otras personas importantes desde el principio de la vida, mientras que las teorías analíticas tradicionales se han centrado en los sentimientos y motivaciones más irracionales y solipsistas. Mi objetivo es ofrecer una mediación compleja y no reduccionista entre lo que hemos aprendido de la exposición directa a infantes y niños y el campo analítico más amplio.

Algunos grupos analíticos han abrazado la perspectiva del desarrollo, mientras que otros han sido cautelosos con ella, insistiendo en que la investigación empírica y la observación no clínica distraen de la comprensión más pura de las realidades psíquicas que sólo está disponible en el psicoanálisis clínico. Aunque simpatizo con este punto de vista, creo que es posible mantenerse en sintonía con las inmensas dimensiones de la niñez y la primera infancia sin sacrificar el profundo enfoque que es tan crucial para el proyecto analítico. Reunir perspectivas aparentemente divergentes desorienta nuestros marcos dados y pone a prueba la imaginación, ya que va en contra de la seguridad que pueden proporcionar las teorías y esquemas clínicos internamente coherentes. Pero vale la pena, porque desafía nuestros límites y hace más profunda nuestra comprensión de lo que de otra manera podría darse por sentado. Surgen nuevas ideas y enfoques, y los conceptos establecidos que han sobrevivido a su utilidad pueden ser renovados, desplazados o incluso descartados.

El contacto directo con los infantes y los niños ofrece un acceso excepcional a experiencias que los psicoanalistas, por lo demás, abordan de manera más provisional y deductiva. Como en las mejores épocas de análisis, la convincente inmediatez física y emocional de la infancia ofrece la perspectiva de modelos analíticos enraizados en la experiencia directa del tipo más convincente. La interacción entre progenitores e infantes tiene mucho en común con las bellas artes como la danza, la música y el cine, donde la forma y el movimiento, que varían con el tiempo, evocan las sensaciones más conmovedoras. El aprendizaje sobre los infantes y los niños enriquece nuestra comprensión de lo que sucede entre terapeutas y pacientes, así como todas las notables complejidades por las que las experiencias de la infancia se transforman con el tiempo, a medida que se viven en las multiplicidades remarcables de la vida adulta.

Las relaciones en el desarrollo

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