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PRESTACIÓN POR PIRADO

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Somos muy aficionados a todo tipo de prestaciones. Las prestaciones molan. Pero si nos ponéis en la tesitura de tener que escoger nuestra prestación favorita (aparte de «cualquiera que esté a mi nombre»), lo más probable es que optásemos por la infame «prestación por pirado». La prestación por pirado es una especie de ayuda estatal originaria del sudeste estadounidense, pero puede encontrarse a lo largo y ancho de todo este fabuloso país. Se refiere, aparentemente, a un tipo de ayuda estatal que se concede a personas que están mentalmente incapacitadas para trabajar, pero en realidad lo que significa es: «Ese hijoputa recibe una paguita y no tiene ninguna maldita avería en la cabeza». Básicamente, la «prestación por pirado» es una patente de corso para soltar mierda sobre los amigos y vecinos que reciben la paguita... y una manera muy sucinta de describir a tu tío.

¿No tiene curro y camina raro, pero nunca le ha atropellado una camioneta? Prestación por pirado. ¿Deambula por ahí en un estado bastante similar al de alguien que lleva diez años esnifando Percocet pero sigue (casi siempre) pagando sus facturas? Prestación por pirado. Si alguien está gastando pasta y no sabes de dónde la saca, una de dos: o está vendiendo pastillas o está recibiendo la prestación por pirado. Muchas veces ambas cosas62. Eso es lo que nosotros, en el Sur, consideramos diversificar la cartera de activos.

¿Cuáles son los requisitos para recibir la prestación por pirado? Literalmente, nadie lo sabe. Ni siquiera la gente que recibe la prestación por pirado. Prueba de ello son las historias de peña como Bobby Joe Spivey, el Bizco, que «tiene que quitarse la ropa y ponerse a correr por el instituto una vez al mes para que no le retiren su prestación por pirado». Anda ya, eso no puede ser verdad ni de coña, abuela, te estás quedando conmigo. Pero, en cualquier caso, los parámetros no pueden ser demasiado restrictivos, porque esas prestaciones hijas de puta son tan ubicuas como las pegatinas de Earnhardt en el aparcamiento de un mercadillo.


LA BOTELLA

Si hay dos cosas de las que nosotros, los autores de este honorable mamotreto, somos muy partidarios son: la música country y pillarnos una buena cogorza. Cosas mejores, pocas. Lo que sí que hay es un montón de canciones country que idealizan el proceso y las consecuencias de ponerse hasta las trancas con ese dulce licor de maíz. Y prácticamente todas son cojonudas63. Así que nada más lejos de nuestra intención que cagarnos en la botella.

Una vez dicho esto, no es ningún secreto que el consumo de drogas prolifera en las zonas azotadas por la pobreza. ¿A qué se debe? ¿Sabéis lo que es una putada? Estar en la ruina. ¿Y sabéis lo que no es una putada? Estar borracho. Siguiente pregunta. Claro que la cosa es mucho más profunda. Aquí decimos «la botella» como término general para referirnos a «ponernos ciegos», y en el Sur rural, el viejo Jim Beam recibe un trato justo64, pero el verdadero diablo de la fiesta por aquí abajo es la «heroína hillbilly», la «Roxy Music», el «algodón asesino»65. Estamos hablando de pastillas, para que os enteréis. Las pastillas constituyen tal problema –joder, tal epidemia– que les hemos dedicado todo el capítulo 11. Pero seríamos unos negligentes si dejásemos de mencionarlas en un capítulo sobre la pobreza, porque la pobreza y las pastillas van de la mano como... bueno, como cualquier cosa con las pastillas66.


El manifiesto redneck rojo

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