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INTRODUCCIÓN

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Hace poco un fan nos dijo que este libro es como «una asamblea del Ayuntamiento, pero para el alma». Nos estuvimos descojonando un buen rato, porque las asambleas del Ayuntamiento siempre nos han parecido el típico evento en el que la gente vota para expulsarnos del pueblo por bailar o algo por el estilo, pero de todas formas nos lo tomamos como un cumplido.

La edición en tapa dura de este libro salió en octubre de 2016, un mes antes de que el señor color mango de manos carnosas se alzase con la victoria en unas elecciones que la mayoría de los analistas y las encuestas aseguraban que no tenía la menor posibilidad de ganar. En esa época andábamos recorriéndonos las carreteras del país haciendo comedia. Actuábamos para salas abarrotadas de gente decidida a derrotar a Alguien Se Tapa la Calva Sobre el Nido del Cuco, pero también vimos un montón de carteles de Trump/Pence que nos volaron la cabeza. Por todas partes. En el Sur y en el Medio Oeste, claro, pero también en Pennsylvania, en Nueva York y hasta en California. En serio; estaban por todas partes, como el papel higiénico Walmart de un solo pliegue en los baños públicos y las camareras que responden al nombre de Faye en los diners1.

Así que lo de las elecciones no nos pilló del todo por sorpresa. De hecho, el discurso de que «los elitistas engreídos de la costa fueron los que provocaron este resultado» que continúa regurgitándose en los programas nocturnos de gacetilleros parlantes, fue algo que ya predijimos y de lo que nos lamentamos en las páginas de este libro. ¿Qué podemos decir? Somos profetas. Y no es que nos haga felices. Está claro que tener razón se encuentra en nuestro Top 3 de aspiraciones favoritas, pero lo básico ha sido y será siempre no morir bajo una nube en forma de hongo.

Así que lo mismo estás leyendo esto ahora para intentar hacerte una idea de lo sucedido, o para entender un poco mejor esa zona del país a la que siempre has ignorado hasta que, de pronto, ha contribuido a que salga elegido un presidente con piel de patata frita. Esperamos ser de ayuda. O quizá seas un sureño, como nosotros, que siempre se ha preguntado si está solo en el mundo y te emocione descubrir que a nosotros también nos gusta hacer estallar movidas en un descampado, aunque apoyamos la igualdad para todos. (Bienvenidos, hermanos y hermanas). O puede que estés aquí solo porque te acojona lo que está pasando, y el futuro, y hacia dónde nos precipitamos todos. Si es así, bueno, pues vaya chasco, colega, no sabemos qué decirte; no somos más que tres cómicos, profetas ni por el forro. ¡Válgame Dios! ¡Yo que tú me buscaría otros héroes!

Ahora hablando en serio, este libro no te va a salvar. Vale, es bastante tocho; podría mantener a raya la radiación durante una o dos horas. Pero nuestro principal propósito es aportar información sobre un Sur que conocemos muy bien y que amamos hasta la médula, pero que, sin duda, necesita progresar un poquito, y todo esto haciéndote reír. El libro se ofrece además como una muestra de quiénes somos: sureños orgullosos, desafiantes y un pelín avergonzados.

Cualquiera que haya crecido en el Sur en los últimos treinta años padece este conflicto interno. La cuestión «orgullo vs. vergüenza», casi tan ubicua como la problemática «Ford vs. Chevy». Sentir un inmenso orgullo por tu hogar es probablemente un sentimiento universal (a no ser que seas de Connecticut. ¡Qué ordinariez!). A la gente parece gustarle sentirse orgullosa de su lugar de origen. Paradójicamente, la mayoría entiende también lo fácil que es sentir sofoco y responsabilidad ante los defectos del lugar que uno considera su hogar. Concretamente, en el Sur, esos dos sentimientos parecen estar algo más pronunciados.

Para quienes no son del Sur, el lado «vergonzante» de las cosas no es tan difícil de entender. Después de todo, hay mucho de lo que sentirse avergonzado por aquí («Stars and Bars», Jim Crow, Florida Georgia Line, etc...)2. Y hay muchos sureños nativos que viven casi de manera permanente en el lado vergonzante de la ecuación. Es natural sentirse ligeramente avergonzado del Sur (de nuevo, por aquí vamos sobrados de munición: en sentido literal y figurado), pero huir del pasado en lugar de llegar a un acuerdo con él no sirve de nada.

Aun así, los del extremo vergonzante del espectro resultan mucho más fáciles de entender y de tratar que los que se sitúan del lado del orgullo. Y por aquí abajo, en el Sur, estos últimos son legión. Cuando los de fuera del Sur piensan en «rednecks», «hillbillies», «hicks» o «bautistas sureños», se imaginan a la gente que enarbola la bandera de la Confederación bien a la vista en la parte trasera de sus camionetas tuneadas, con el asta custodiada por un par de pegatinas en las que se pueden leer lindezas tipo: «Beber birras y matar ciervos» o «Pítame si te estoy pagando la asistencia sanitaria» (porque todos sabemos que las industrias que sostienen los programas de prestaciones públicas son las que se cargan los bosques y bombean combustible en los embarcaderos). Simplemente están... simplemente están la hostia de orgullosos. ¿Y de qué exactamente, si se puede saber? ¿De la nota media de 2,2 que mantienen año tras año en un estado que ocupa el puesto 49 en el ranking de educación pública? ¿De su habilidad para pimplarse catorce cervezas durante un partido y aun así ponerse luego al volante para volver a casa? ¿De los tres mocosos que ya han tenido con apenas veintitrés años y a los que crían para que algún día lleguen a ser tan temerosos y obstinadamente ignorantes como ellos mismos? ¿Acaso se dan cuenta? ¿Acaso importa?

Aunque tampoco es que estén del todo equivocados en lo del orgullo. Y esa es la parte que a los forasteros les cuesta tanto entender. Enseguida identifican la vergüenza, pero el orgullo los deja perplejos. Todo el mundo desea sentirse orgulloso de su procedencia y, lo creáis o no, hay mucho de lo que sentirse orgulloso si eres del Sur. El sureste de Estados Unidos es la cuna de buena parte de la mejor comida, la mejor música, los mejores atletas, los mejores soldados, el mejor whisky, las mejores mujeres y el mejor clima que puede ofrecer este país. El hogar de Mark Twain y de André 30003 merece ser redimido. Y ahí es donde entra en juego nuestro libro. En sus páginas examinamos todo lo que la gente se piensa que sabe sobre el Sur; lo bueno y lo malo, lo glorioso y lo bochornoso, las cosas que deberían cambiar y las cosas ante las que vosotros, chavalines de la costa, deberíais dejar de mostrar esa actitud tan engreída.

Ha llegado el momento de hablar de todo este desastre. Ha llegado el momento de hablar de nuestros problemas. Ha llegado el momento de hablar de nuestro futuro. Ha llegado el momento de hablar de la tolerancia y la decencia con todos los gilipollas intolerantes de derechas y los progres santurrones y prejuiciosos que pueblan nuestra nación; has oído bien, Tristán de Portland, no te ahogues con tu zumo detoxificante, porque tú también tienes que enterarte de unas cuantas cosillas. Por mucho que patalee y grite, vamos a arrastrar de los pelos a nuestro terruño hasta situarlo en el presente, tanto si les gusta como si no a los bocazas altaneros y a los forasteros detractores.

Así que, bienvenidos a la asamblea del Ayuntamiento. Hay café y whisky al fondo. Luego haremos pollo frito. Tomad asiento. Vamos al lío.

Trae, Corey y Drew Octubre 2017

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1 Restaurantes prefabricados, muy característicos sobre todo del noreste de Estados Unidos. Nos encanta la descripción del figura que ha hecho la entrada en la Wikipedia: «a medio camino entre los ventorrillos y los cenadores españoles». El primero se inauguró en Rhode Island en 1872. Era un vagón tirado por caballos.

2 «Star and Bars», [«Barras y Estrellas»], es como se denomina a la primera bandera de la Confederación (1861-1863). Las leyes Jim Crow propugnaron la segregación racial y Florida Georgia Line es un dúo de música country pestilente –y me quedo corto–.

3 André Lauren Benjamin, rapero, cantante, actor y productor de hip hop. Natural de Atlanta y miembro del dúo de «southern rap» OutKast.

El manifiesto redneck rojo

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