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¿QUÉ ES LO QUE DISTINGUE A LOS CONOCIMIENTOS INTELECTUALES AUTOCONSCIENTES?

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¿Qué es el conocimiento intelectual? En conjunto, la cognición sensorial-perceptiva humana de las cosas y las personas se complementa con el conocimiento intelectual autoconsciente (intelecto, concepción y lenguaje) que está enraizado en la realidad, así como en la experiencia y el conocimiento básicos de la vida interior de cada persona (Pinckaers, 1995, pp. 48 a 82; Vitz, 2017). La cognición intelectual implica conocer los rasgos universales de las realidades experimentadas (tales como la humanidad, o la justicia, o la belleza), que una vez aprehendidas (intelección) pueden ser conceptualizadas (palabras y principios internos) y expresadas por medio del lenguaje (palabras y discurso externos) (Aquino, 1273/1981, I, 27.1; Aquino, ca. 1272/2010, I.1, §25-§29; Dewan, 1995). Este tipo de cognición constituye la base de la cultura humana (creación y apreciación), así como de herramientas complejas (ciencia y uso). Una visión realista del conocimiento sensorial-perceptivo-cognitivo e intelectual-lingüístico se basa en el tipo único de experiencias espirituales (intelectuales y de gracia), así como de las relaciones interpersonales que establecen los humanos (Beauregard y O’Leary, 2008). Esta visión realista del conocimiento afirma que el conocimiento humano es objetivo, aunque a veces falible (Popper, 1975).

El conocimiento y la racionalidad humanas son diferentes a los de otros animales, tal y como se evidencia en nuestra capacidad para el lenguaje sintáctico, el uso de herramientas complejas, la agencia libre consciente e intencionada, la ciencia, la preservación del conocimiento y ciertas relaciones sociales (Berwick y Chomsky, 2016; Bikerton, 2014; Deacon, 1997; Klein, 1999; Suddendorf, 2013; Vitz, 2017). Asimismo, según Sokolowski (2000, p. 158) y la fenomenología realista, tenemos acceso, a través de nuestro intelecto, a diferentes aspectos de la realidad. Podemos intuir y determinar racionalmente la verdad de los hechos sobre el cosmos, así como hacer juicios racionales sobre nuestra naturaleza humana. Asimismo, podemos participar en la recepción personal y en la revelación de aspectos de la verdad particulares a cada persona, y de Dios. Nuestra profunda vida interior, representada por este conocimiento intelectual autoconsciente y amor, se basa, de varias formas, en el conocimiento sensorial-perceptivo-cognitivo, así como en la experiencia espiritual de base. Nuestro conocimiento intelectual puede ser intuitivo (implica perspicacia y comprensión), discursivo (se alcanza por medio del razonamiento) o infundido (implica una creencia bajo la gracia) (Lonergan, 1992).

Basándonos en nuestro conocimiento sensorial-perceptivo-cognitivo, que es subracional, y en nuestra experiencia preideacional y contemplativa de la realidad (Pinckaers, 1995), gracias a nuestras capacidades intelectuales las personas intuimos la verdad y la belleza de una persona o una cosa (para una presentación más completa de la epistemología y la metafísica, véase Aristóteles, ca. 350 a. C. /1941a; Ashley, 2006; Maritain, 1959, 1953; Popper, 1975; Schmitz, 2009). La experiencia de tal conocimiento propiamente intelectual (del ser, de la verdad, de la bondad, la relación, la belleza) subyace a la convicción filosófica (y católica) de que los humanos están compuestos de una unidad espiritual alma-cuerpo. No somos simplemente materia o espíritu puro (como los ángeles). Los seres humanos disponemos de un intelecto unificado, que es tanto intelectualmente receptivo, como racionalmente activo, para lograr captar y comprender a las personas y las cosas (Aquino, 1268/1994a; Aristóteles, ca. 350 a. C./1941c; McInerny y O’Callahan, 2014). La receptividad activa y la actividad receptiva del intelecto, aunque unidas, son denominadas «intelecto posible» e «intelecto agente», respectivamente, por Aquino (1270/1968). Nuestras capacidades intelectuales o espirituales perciben la realidad a través de la intuición o la inferencia de la existencia, de la naturaleza, el potencial y las relaciones de la cosa o la persona (Aquino, 1265/2001, II.60.22).

La comprensión intelectual (intelligere) implica una comprensión básica (intuición simple) de la experiencia, recibida a través de los sentidos corporales, sobre la naturaleza, verdad, bondad y belleza de las cosas, de nosotros mismos y del mundo. Lo que, en última instancia, nos lleva a considerar nuestra primera fuente (Aristóteles, ca. 350 a. C./1941a; Aquino, 1273/1981, I, qq. 84-87). A través de la comprensión intelectual, intuimos la validez de las verdades: «una cosa no puede ser y no ser a la vez» (principio de no contradicción), y «se debe hacer el bien y evitar el mal» (primer principio de la razón práctica). La intuición proporciona principios básicos de conocimiento autoconsciente, que se perfeccionan y aplican a través del razonamiento discursivo (Aquino, 1259/1994b, II.15.1; Ashley, 2013; Lonergan, 1992; Pieper, 1952/2009, p. 11).

Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen II

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