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¿EN QUÉ CONSISTE UNA CREENCIA RELIGIOSA?

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Las creencias religiosas surgen de una manera similar al desarrollo de las creencias cotidianas, pero existen diferencias importantes. Una de estas diferencias es que las creencias religiosas no están orientadas a asuntos cotidianos, sino que abordan cuestiones últimas sobre la realidad y el propósito humano. En general, las creencias religiosas guían la atención de la mente de la persona hacia lo trascendente. En las religiones teístas, esto puede implicar entrar en una relación con Dios, que trasciende la historia humana.

La psicología positiva (Peterson y Seligman, 2004) reconoce que las creencias y prácticas religiosas están enraizadas en la trascendencia humana y que «constituyen la base de los tipos de atribuciones que las personas hacen, de los significados que construyen y de las formas en que llevan a cabo sus relaciones» (p. 600). Esta influencia beneficiosa general de las creencias y prácticas religiosas comprometidas ha sido bien documentada en los últimos decenios (Koenig, King y Carson, 2012; Ross y Wagner, 2012; VanderWeele, 2017a, 2017b).

Considerada desde una perspectiva cristiana, la creencia religiosa o la fe son dones de la gracia (que es una virtud teológica) a través de la cual los seres humanos asumen la existencia de Dios y entran en relación con él (CIC, 2000, §1814; Francisco, 2013; véase «Fe» en el capítulo 19, «Redimida»). La fe religiosa, sustentada por la caridad, lleva a reflexionar sobre Dios con amoroso asentimiento, confiando en su autoridad (Agustín, 429/1992, 2.5; Pieper, 1997, p. 50). En particular, la persona que busca una comprensión de las realidades afirmadas a través de la creencia religiosa continúa «pensando mientras afirma» la naturaleza y existencia de Dios, así como las verdades reveladas por Dios (Aquino, 1273/1981, II-II, 2.1; CIC, 2000, §158). Esto sucede cuando alguien acepta voluntariamente la veracidad de la revelación de Dios y cree en Jesucristo como el Hijo de Dios y en la cabeza del cuerpo místico, la Iglesia, o cree que la persona ha sido creada a imagen y semejanza de Dios. El consentimiento de la persona a través de sus creencias religiosas y la experiencia es posible directamente a través de la gracia infusa de la fe, apoyada por los dones del Espíritu Santo que conecta a la persona con Cristo (CIC, 2000, §152).

El contenido de la fe se comunica indirectamente a través de testigos humanos (Rom 10:17). Existen diferentes tipos de testigos: las Sagradas Escrituras, la tradición apostólica, el magisterio de la Iglesia, la vida de los creyentes y las palabras de los amigos. No obstante, incluso con el apoyo de tales testigos, existe una distancia que permanece entre el asentimiento del intelecto a través de la creencia, y el conocimiento directo de algo por parte del intelecto. En esta vida, el conocimiento de Dios es indirecto, procediendo a través de la naturaleza (Sab 13:5; Rom 1:20) y mediante del asentimiento bajo la gracia a la revelación (CIC, 2000, §153). Seguimos reflexionando sobre Dios, pero podemos tener dudas sobre el grado en que comprendemos a Dios, aunque no tengamos ninguna duda sobre la existencia de Dios o de su amor por nosotros (Ratzinger, 2004).

La distancia entre la reflexión de la fe y nuestra recepción de la visión beatífica directa de Dios crea el anhelo de una comprensión más completa de la verdad (Agustín, 401/2007). Como Aquino indica, «la cognición aportada por la creencia no calma el ansia sino que la enciende» (1265/1975, 40,5; citado en Pieper, 1997, p. 53). Así como las creencias cotidianas pueden verse afectadas por psicopatologías y pecados, en la fe teológica se pueden encontrar diferentes tipos de inquietud de la mente y del corazón. Asimismo, la inquietud y ansiedad de la psicopatología pueden producirse debido a que una persona duda de la bondad de otras personas.

Según Juan Pablo II (2006), un tipo de duda sobre la naturaleza del don de Dios está en el corazón del pecado original. El Génesis (capítulo 3) relata cómo Adán y Eva eligieron desobedecer a Dios una vez que fueron llevados a sospechar que Dios les estaba ocultando algo. En el orden de la redención, desde una perspectiva cristiana, la verdadera paz se encuentra solo en Dios, aunque existan dudas e inquietud. El viaje hacia esa paz puede implicar un tipo constructivo de desajustes temporales, pero no la desconfianza en Dios. Esta inquietud puede utilizarse de manera constructiva, al proporcionar una vía para numerosos tipos de crecimiento y sanación, que se hacen posibles a través de la fe y de la apertura al movimiento del Espíritu Santo (véase la sección ¿Cuáles son los dones del Espíritu Santo? en el capítulo 19, «Redimida»). Los fenómenos de sufrimiento espiritual, incluyendo «las noches oscuras del alma», como las de san Juan de la Cruz (1579/2010) o santa Teresa de Calcuta (2007), muestran cómo se puede forjar una conexión más profunda con Dios, incluso bajo la incertidumbre o en la sequedad y oscuridad espiritual.

Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen II

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