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¿CUÁL ES LA NATURALEZA DE UN CONOCIMIENTO FUNDAMENTADO EN EL DON DE LA GRACIA?

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Existe un conocimiento que solo es posible a través de la experiencia de la fe. El cristiano considera que este conocimiento está infundido por el don de la gracia. Dios da un conocimiento de sí mismo, que es a la vez un conocimiento amoroso y un amor conocedor. El conocimiento basado en la fe suscita un asentimiento agraciado del intelecto y un consentimiento de la voluntad, en respuesta al encuentro con Dios, que se revela y nos informa de la verdad sobre el mundo y sobre nosotros mismos (Aquino, 1273/1981, II-II, 6.1; Francisco, 2013; Pieper, 1997). Por ejemplo, a través de la fe infusa y la caridad la atención intelectual de nuestra mente y el deseo de amor de nuestra voluntad se unifican y permiten comenzar a acercarse a Dios, a la primera verdad en ser conocida y el mayor bien que amar. Asimismo, podemos conocer verdades sobre Dios y sus obras, como la verdad sobre Dios como comunión interpersonal trina, sobre la creación del mundo por parte de Dios, sobre la redención de la humanidad por parte de Dios a través de Jesucristo y sobre la necesidad de justicia y perdón para realizarse (capítulo 19, «Redimida»). Así como un razonamiento humano sin ayuda no es inmediatamente consciente de la actividad biológica no consciente (como, por ejemplo, la actividad de los neurotransmisores y las hormonas), tampoco es inmediatamente consciente de los movimientos no conscientes de la gracia (CIC, 2000, §2005). No obstante, el modelo católico reconoce que tal conocimiento, conocido de forma natural y revelado de forma divina, puede influir en la acción humana. Mediante la ayuda del conocimiento natural y religioso, razonamos sobre la realidad del ser (ontología) y sobre las formas racionales de relacionarse con seres particulares (ética). Por ejemplo, a través de la revelación divina como un evento de gracia mediado por el contacto con la Palabra de Dios (Escrituras y magisterio; Vaticano II, 1965a), encontramos los modelos de los santos y una narrativa global que constituye una base para relacionarnos con las personas, no simplemente como objetos (fuentes de calor o nutrición o placer), sino como personas que manifiestan su propia dignidad, hechas a imagen de Dios (Gn 1, 2), y llamadas a una nueva vida en Dios a través de Cristo (2 Cor 5:27).

Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen II

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