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¿QUÉ ES UNA CREENCIA?

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Existen dos tipos principales de creencias que analizaremos aquí: las creencias cotidianas y las religiosas. Desde una perspectiva filosófica, una creencia es una acción compleja, que implica dimensiones conscientes e inconscientes de la persona, así como relaciones interpersonales. Es un tipo de conocimiento, pero también es más. Los diferentes tipos de creencias humanas emplean diversas formas de asentimiento, elección y juicio relacionados con un objeto, que de alguna manera es inseguro para nosotros en la actualidad. Distinguimos las «creencias» del conocimiento científico (aunque algunos conocimientos científicos sean teóricos o hipotéticos y como tales puedan considerarse como una «creencia científica»), y distinguimos esta noción filosófica de creencia de la de las «creencias centrales» psicológicas, que acabamos de mencionar.

Existen dos elementos comunes que distinguen esta comprensión de las creencias filosóficas. Según Pieper (1997), «creer siempre significa creer en alguien y creer en algo» (p. 29). Comúnmente, experimentamos dentro de nosotros mismos, y dentro de los demás, el deseo de hablar de forma verdadera sobre lo que sabemos. Creemos y confiamos en los testimonios personales. Esta capacidad de creer subyace a casi toda la interacción social. La creencia requiere la convicción en la veracidad y el conocimiento de alguien, lo cual es necesario para determinar la verdad que se tiene al alcance, así como para asentir a ella. Asimismo, cuando creemos en alguien y en algo, nos comprometemos con todo nuestro ser consciente, expresando un reclamo sobre el conocimiento aceptado por el libre albedrío e incluso por las emociones. Tales creencias implican un amor que «va hacia delante», un compromiso que nos mueve a través de una conexión empática con el otro (Pieper, 1997, p. 35). La duda, por el contrario, constituye una vacilación sobre la veracidad o el conocimiento presentado por el otro, y pone en duda la comunicación humana normal. Según Ratzinger (2004), la creencia y la duda están estrechamente relacionadas en la persona: el creyente siempre lleva consigo una brizna de duda, y los que no creen también llevan su brizna de duda (pp. 46 y 47). La duda no debe confundirse con una sana reflexión sobre la realidad o la contemplación de la verdad. Asimismo, las falsas creencias, es decir, las que están en contradicción con la realidad y con los propios compromisos, pueden ser destructivas para la realización, por ejemplo, la falsa creencia de que la mentira contribuye más a la realización que la honestidad.

Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen II

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