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LOBOSANDAUS I

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15 de septiembre

Mi querido tío:

De acuerdo con sus instrucciones, me dispongo a ponerle al corriente de las particularidades de mi llegada a este término municipal de Nigueiroá y, más exactamente, al villar de Lobosandaus, donde radica tanto la capitalidad del concejo cuanto la escuela unitaria a la que accedí en propiedad gracias a la paternal protección y munificencia de Ud.

Sito en la ladera de la llamada Serra Grande, Lobosandaus es un núcleo de población de cien vecinos que me ha producido una fuerte impresión. Silencioso, el sol oblicuo de este final de verano le da un carácter mediterráneo, seco, lúcido. Su campo de feria es una dehesa de robles varias veces centenarios: se asienta sobre un bancal y le hace contorno una verja de fundición con dos florones fabricados por Malingre, a imitación de los de la Alameda de Ourense, lo que resulta un excelente belvedere sobre los llanos en los que culebrea un río mínimo que allí se llama Das Gándaras y que en las cartas geográficas reza como Lucenza por pasar en su curso alto por la feligresía de tal nombre. Al otro lado de aquel espacio de carquesias y matorral bajo, en cuyas ondulaciones los dólmenes no son raros, se yergue un murallón oscuro coronado de agujas de formas caprichosas, como extrañas esculturas parecidas a fantásticas tuberías de órgano. Es la Serra, contraria a la llamada Grande, denominada de O Crasto. En sus más altos cuetos están plantados los marcos de Portugal. Ahora mismo, mientras le escribo esta carta, momentos antes de ir a personarme a la escuela para el acto de posesión, estoy viendo desde mi cuarto tan sobrecogedora extensión de baldíos, en la que pastan las vacadas de estas gentes pastoras y en la que los albares producen la miel clara y pesada que le ha venido dando tan merecida fama al concejo de Nigueiroá. Porque es el caso, mi señor tío, que tan pronto como llegué fui rogado de aposentarme en casa Aparecida y quedé altamente satisfecho de tal alojamiento.

Tengo un amplio cuarto, con escritorio, que da a una galería con la que también comunican otras habitaciones. Desde allí, viendo al fondo las cumbres de la Raya, iré escribiéndole a Ud. sobre las pequeñas cosas que vayan constituyendo mi vivir en Lobosandaus, lugar que yo siento, apenas a una hora de poner pie a tierra de la yegua que me ha traído desde Bande, después del interminable viaje en diligencia, como un final del mundo conocido, recogido en sí mismo aunque soleado, amable y hospitalario. Aparecida, la patrona de la posada, y su marido Luís no pudieron ser más atentos, ceremoniosos y cálidos en la recepción que me hicieron. Con ellos tendré que vivir sabe Dios cuánto tiempo y ellos serán los que me introduzcan en la convivencia y conocimiento de las gentes de Lobosandaus, de las que yo soy, desde ahora, vecino, aunque privilegiado a causa de la función docente y pública que aquí me trae.

Deséeme, por lo tanto, mucha suerte mi señor tío, a quien beso la mano con filial reverencia.

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