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III

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5 de octubre

Querido tío:

Me llamó mucho la atención la coincidencia de que Ud. tuviese conocimiento del señor Remuñán. Sabía, eso sí, que él era entusiasta de los agrarios pero, como en esta tierra por no haber ni siquiera existe la institución consuetudinaria del foro, el abolicionismo carece casi por completo de relevancia pública y popular. Asimismo, ignoraba yo totalmente que Nicasio Remuñán fuera, como Ud. me enseña, un importante propagandista de las ideas solidarias y un amigo dilecto del señor abad de Beiro. Por supuesto, el saber que el infortunado capador había fascinado con su hablar jaranero las amenas reuniones gastronómicas y literarias a las que sé concurre regularmente Ud. en la compañía de don Antonio Rey Soto, de don Miguel Ferrín y de don Basilio Álvarez en la Pousa de Vilaseco, cedida para tan inocentes esparcimientos por doña Angelita Varela, me hizo sentir con una extraña intensidad el luctuoso acontecimiento, que parece haber sido calificado ya como suicidio por el Juez de Bande.

Qué quiere Ud. que le diga, señor tío, pero desde el día en que Nicasio Remuñán Flores murió ahorcado en la rama de un cerezo de los molinos de Lucenza, o sea Das Gándaras, en Lobosandaus todo se ha vuelto que si el capador por aquí, que si el capador por allá, que si el tío Nicasio era así, que si el tío Nicasio era asado, que parece que no haya otra conversación en casa Aparecida, donde yo hago toda la vida fuera de la escuela porque hace una semana que esto es una torrentera. Una lluvia cerrada, espesa, inmóvil como paño de luz lechosa que se pusiera ante los ojos, enturbia los días, y las noches son un arroyar de aguas parloteantes por los caminos, un ruido cambiante e idéntico a sí mismo de techos de pizarra y paja que lloran toda la soledad de este fin del mundo contra las piedras de las calzadas. Y a medida que voy sabiendo que el tío Nicasio era viudo sin hijos, que el señor Remuñán había venido de la parte de Pontevedra, de Poio, más exactamente, como oficial del herrador de Celanova, y que se había casado en Lucenza, a medida que me voy enterando por Ud. de la vida de él más allá de estas tierras esclavas, una rara sensación de peligro me viene una y otra vez al pecho, mientras se me representa la cara del difunto guiñándome el ojo en el día de mi llegada a éstas.

En la posada y tienda de Aparecida tienen una cocina de hierro con corredor de mármol alrededor donde se sientan los viajantes, cuando los hay, la gente que viene a la feria y, a diario, yo, naturalmente, para comer, cenar y demorarme, sobre todo por la noche, en parrafadas y conversaciones sin final. Allí luce mucho Clamoriñas, criada joven con cara de albaricoque que, con el pañuelo caído, deja brillar la cabeza, dorada como la mies, a la luz azulada del carburo y, mientras sorbe las berzas del caldo con la cuchara de madera, se ríe por lo bajo y comenta con chispas en los ojuelos que el viejo Hixinio tenía una querella, por ejemplo, con el difunto del tío Nicasio. Y el criado viejo de la casa, que había criado a Aparecida y a sus hermanos ya muertos o perdidos en Cuba o en el Norte, se pone a decir y contradecir con una sonrisa maliciosa de su boca sin dientes, por la que circulan migajas grandes y blandas de borona, que si esto y si lo otro. Y yo saco la conclusión de que sí, que efectivamente Nicasio Remuñán era un galanteador impenitente que no respetaba solteras ni casadas y que ya había tenido, en cierta ocasión, que pasar su tiempo en Portugal por asunto de la cosa prohibida de hacer por el sexto mandamiento y que ya el señor cura se había hartado de tirarle puntadas en misa. Eso sí, la mocedad le apreciaba, y lo cierto es que era siempre bienvenido en el filandón, donde destacaba improvisando cantares de desafío para entrar y allí era el primer danzarín de bolero y los lanceros que, como mi señor tío seguramente no ignora, son las melodías bailables que las gentes de este confín prefieren, al son de las panderetas, triángulos y sartenes. No puedo, sin embargo, dejar de decirle, mi señor tío, que una idea me está obsesionando. ¿Y si el capador Nicasio no se suicidó y fue asesinado por causa de sus malas costumbres con las mujeres?

Sin otro particular, se despide de Ud. su sobrino que lo ama.

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