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ОглавлениеCapítulo 11
Anuncio con ilusiones
Ben
12 de octubre de 2009
—Entonces dices que estoy haciendo bien mi trabajo.
—Yo creo que sí, no deberías dejar que quiera pasarte por encima —responde el abuelo mientras recibe la taza de café que le tiendo —. Tus padres nunca me han dicho que tuvieran problemas con los profesores.
—A mí tampoco me dijeron. Algo me dice que esa manera de ser solo la portó conmigo.
—¿Pero con qué razón? Si apenas te conoce.
—La gente está loca últimamente, abuelo, ya no hace falta que conozcan a la otra persona para querer golpearla.
Lo veo asentir lentamente mientras frunce los labios.
Me he tomado el atrevimiento de atrasar mi llegada a la academia, puesto que mi abuelo Adrien, padre de mi madre, llegó temprano a desayunar conmigo y ver así cómo va todo. Comencé contándole cómo me organizo con los temas económicos y su administración, pero, como era obvio, pronto salió a la luz lo ocurrido con el dichoso profesor de urbana, Clément.
—Déjalo ahí, mientras menos importancia le des más molesto se sentirá y es mejor — toma un sorbo de su café—. Ahora dime ¿No has echado el ojo a alguna de las bailarinas? — me guiña el ojo y río.
Mi abuelo siempre es muy bromista, le encanta encontrar la vuelta graciosa a las cosas y quiere aportar siempre algo. Insiste en el hecho de que me fije en una chica, anteriormente me lo repetía cuando me metí a la universidad, y ahora lo hace acotando que estoy rodeado de bellezas. Según él, yo tendría que estar de novio y allí, tal vez, encuentre una inspiración que me empuje a querer salir adelante. Nunca he encontrado a alguien así, nunca nadie ha llamado mi atención de una manera importante, porque básicamente no soy pretencioso y me gustan las chicas sencillas, las cuales no esperan que siempre estés sobre ellas y le des constantes regalos, viajes, etcétera. Busco alguien autentica y espontánea.
Será por eso que Aline despierta mi interés.
Mierda, vuelvo a recordarla. Al parecer no me basta con haberla soñado toda la noche, porque sí, la he soñado. Era como una continuación de nuestro encierro hace una semana atrás. Ella simplemente me permitía saber más sobre su vida y hablábamos de forma amena, cosa que parece lejana.
—Puede que sí —digo con una sonrisa socarrona en mis labios, cosa que provoca una gran curiosidad en el abuelo.
—¿Es bonita?
—Más que eso, es… preciosa. Pero tiene un carácter que, Dios mío, deja mucho que desear.
Ahora es él quien se divierte con mi respuesta y se desternilla.
—Y bueno, hijo, las bonitas siempre tienen algún punto de fricción —sonríe—. Recuerdo el carácter que tenía tu abuela, había que rezar cada vez que nos íbamos a encontrar porque no sabía con qué humor iba a estar.
Suelto una risotada y comienza a contarme algunas anécdotas con mi abuela, que Dios la tenga en la gloria. Ha fallecido hace ocho años de un infarto, fue algo muy duro para toda la familia, puesto que la última vez que pudimos verla fue minutos antes de que suceda. Parecía irreal, pero ella, de una manera u otra, se despidió de todos nosotros aquel día. A mí me dijo que quería que estudie, que siga mis sueños y nunca afloje; yo juraba que lo hizo porque llevaba días de faltar a la escuela, pero al
parecer presentía que eran sus últimos momentos con la familia.
Siempre dolerá recordar que, tan solo minutos antes, todos la vimos dedicándonos su último aliento. Claramente no estaba previsto que suceda, porque según los médicos ella estaba mejorando. Me había hecho tanta ilusión con volver a verla fuera del hospital que, cuando recibí la noticia, no supe cómo reaccionar. Solo quería creer que era una pesadilla.
Es obvio que esa pesadilla era real y que ella nunca volvió a casa.
*
Llegar a las once y media del mediodía a la academia no hace más que despertar la atención de las jóvenes que ingresan al turno tarde. La gran mayoría de ellas no me ha conocido físicamente hasta hoy, puesto que los días anteriores siempre respeté el horario normal y, desde que llegaba por la mañana, procuraba quedarme dentro de la oficina. Saludo a un par, las cuales me responden con algo de euforia —son adolescentes de entre catorce y quince años—, y prosigo con mi camino hacia el despacho.
Al pisar el lugar veo cómo encima del escritorio ya se encuentra el libro de firmas junto algunos papeles correspondientes a los alumnos. Me voy acercando a ello, pero mi móvil comienza a sonar y lo saco de su sitio, el cual es el bolsillo trasero de mi pantalón. Es una llamada de mi madre.
—Buenas —saludo alargando la “a”.
—Hola, mi vida —dice mamá con su tono tierno tan característico.
—¿Cómo anda todo, hijo? —interfiere papá.
—Todo bien por suerte, la gran mayoría de chicas que debían la cuota la han pagado y algunas están inscribiéndose en nuevos cursos, los cuales también están pagando.
—¿Hay nuevas alumnas? —inquiere mamá.
—Se han inscrito cinco chicas y un chico. Las chicas se han anotado para contemporánea, al parecer es un grupo de amigas,
y el chico para urbana.
—¿Y el resto cómo anda?
—De diez. Todo va funcionando como lo dejaron. Comienzan a preguntar sobre la muestra anual, creen que deben ir preparándose. Mientras tanto los profesores, cumplen bien su rol y no tengo quejas.
—¿Y qué fue ese inconveniente que tuviste la semana pasada?
Rasco mi frente y me regaño por haber hablado de más en la llamada de la semana pasada. De la molestia que tenía, se me escapó un “Vaya inconvenientes deben soportar en este trabajo”, y, a pesar de que me hayan preguntado un montón de veces a qué me refería en concreto, no lo largué.
—¿Cómo se llevan con el profesor de urbana, Clément Vial? —me limito a preguntar mientras tomo asiento en una de las sillas.
—Bien ¿Por qué? ¿Acaso hizo algo que te molestara? —cuestiona papá con interés.
—No sé qué le sucedió cuando ustedes se fueron, pero la cuestión es que ese día faltó sin justificar ni avisar. Al día siguiente apareció pidiéndome un aumento, así sin más, y como me quejé de que no podía hacerlo por haber faltado, y porque ustedes no estaban, comenzó a decir que yo no estaba capacitado para administrar un estudio así y varias cosas más —ruedo los ojos—. Pero ya pasó, no volví a verlo y lo agradezco. Hasta ahora no faltó más y firma su presencia con Beátrice.
Un silencio sepulcral se arma detrás de la línea, hasta tengo la duda de que se haya cortado la llamada, pero al mirar la pantalla compruebo que continúa. Voy a decir algo para que me den su punto de vista, pero mamá se adelanta.
—Sinceramente me sorprende, hijo. Siempre fue muy educado con nosotros, no tendría por qué contestarte mal.
—Lo sé, es ilógico. No le encuentro el más mínimo sentido a que tenga una rivalidad con mi persona, por eso pensé que tendría algún problema con ustedes, sin embargo me dicen que no es así.
—Bueno, Ben, sea lo que sea debes mantener la calma. Es un trabajador del instituto y no nos queda otra que comportarnos,
es para dar lo mejor para el lugar y los alumnos —es papá quien me dirige esas palabras.
Niego con la cabeza al recordar cómo, dejándome llevar por la irracionalidad, casi le propiné un golpe en el rostro. Estaba verdaderamente cansado ese día de su arrogancia y eso que apenas lo había conocido.
—Sí, ya comprendí. En fin, hablemos de lo que interesa: la muestra ¿Qué pasará? Empiezan a volverme loco con las preguntas.
—No la vamos a hacer —sentencia mi padre.
—¿Cómo no la van a hacer? —inquiero alarmado. Llego a decir eso frente a todos y siento que seré aniquilado—. Todas las chicas están entusiasmadas, no puedo decirles que se cancela. Pensarán que es decisión mía.
—No podemos hacerla porque no llegamos con el tiempo, a nosotros nos queda dos semanas más de vacaciones y eso demanda mucha atención —aporta mamá—. Pero, ante esta situación de emergencia, tenemos una solución.
—¿De qué se trata?
—Una muestra de tango. Como sabemos que Stefano está enseñando tango, desde antes que vengamos, pensamos que es buena idea que demuestren qué aprendieron las chicas que ensayan con él.
—¿Creen que lleguen con los tiempos? Digo, no es como si estuvieran practicando esa danza desde hace mucho.
—Stefano hace que todo sea más fácil, hijo. No sabes el aprecio que le tienen sus alumnas, por ende harán todo lo posible para dejar bien parado a su profesor. Lo que haremos se basa en una muestra pura y únicamente de esto, se hará en marzo.
Comienza a contarme cada detalle, cómo piensan administrar los tiempos y cuanto, aproximadamente, estiman que durará la muestra. Es convincente su idea, es decir, tienen como objetivo principal homenajear a Stefano por su impecable trayectoria en la academia y, para eso, expondrán el trabajo que a él lo tiene más que inspirado. Estoy de acuerdo con ello porque, vamos, no viene mal mimar un poco el ego de las personas que hacen crecer
este lugar.
Finalmente acepto.
—¡Perfecto! Él ha de estar con las chicas del salón cuatro. Puedes ir a decirles ya, se pondrá contentísimo —dice mamá con el entusiasmo a flor de piel.
—Ten cuidado e intenta utilizar las palabras más adecuadas, no vaya a ser cosa que no comprendan lo que vas a decir y terminen odiándote.
—¡Félix! —lo regaña mi madre y río—. Mi hijo no es ningún idiota y sé que podrá estar a la altura.
—Claro, ya mismo iré a contarles. Pásenla lindo en lo que les resta en Suiza, traten de traerme algo.
—Si es por tu madre te llevará todo, pero le digo que no cabe en la maleta.
—Deja de ser tan chismoso. Hijo, no le hagas caso y ve a contar eso, me hace mucha ilusión que ya lo sepan.
Suelta una risita, me causa gracia cuando tratan de ponerse uno contra otro. Les comunico que ya mismo iré a contarles a las alumnas y Stefano lo que será el nuevo proyecto, por lo que se despiden de mí y me pide mamá, nuevamente, que cuide a la gata.
Menos mal que no sabe que se ha escapado hace tres días…
Al cortar la llamada, vuelvo a ponerme de pie y tomo las agallas para poder pararme frente a todos y contarles la buena noticia. Camino hacia el salón cuatro, toco la puerta y recibo el pase por parte del profesor.
—Buenas, buenas —digo con un tono alegre e, instantáneamente, Stefano sonríe con amplitud.
—¡Mi querido Ben! —exclama mientras se acerca a mí. Pronto me tiende un abrazo breve— ¿Qué te trae por aquí?
Escucho su pregunta cuando paso a mirar a todas las jóvenes y, algunas de ellas, demuestran que me están comiendo con la mirada. Vale, me siento un tanto incómodo. Continúo con mi escrutinio rápido porque, está claro, busco a alguien en específico y la encuentro en una esquina, está sentada con las piernas cruzadas y con sus brazos tendidos hacia atrás, lo cual permite
que se marque su pequeña cintura. Aline, claramente, no va a quedarse conforme con que la mire y no responderme, por lo que me observa desafiante y con una ceja en alto.
Maldita sea. Quería ser serio aunque sea esta vez, pero verla fijamente después de una semana en la que, al parecer, me evitó es imposible no sentirme completamente atraído.
Experimento otra vez esas ganas de jugar con su humor, sin embargo Stefano carraspea y me hace volver a la tierra. Avergonzado, lo miro fijamente mientras le dedico una sonrisa.
—Tengo un comunicado para ustedes —digo, causando así que todos me observen con total interés.
—Oh, bueno, entonces tomaré asiento junto a ellas y te dejaré el espacio.
—Muchas gracias.
Le agradezco con una sonrisa y pronto se va a sentar junto a sus alumnas. Observo rápidamente a todas, una vez más, pero en esta ocasión evito a Aline, puesto que sé que si la miro no voy a poder proseguir de la manera segura en la que me proyecto.
—Sé que ustedes están muy entusiasmadas con la muestra anual… pues, lamento decirles que la de este año ha sido cancelada —todas me miran espantadas mientras Stefano parece horrorizado.
»No crean que es un plan mío, nada por el estilo. La situación es esta: acabo de hablar con mis padres y ellos me han comunicado que, lamentablemente, no llegan con los tiempos. Sin embargo, hay una solución a todo esto.
—Anda, dinos. No seas tan osado para seguir alargando las cosas —pide Stefano con impaciencia y suelto una pequeña risotada.
—Mis padres están muy contentos de que hoy pueda ser yo quien les trasmita esta noticia. Como ya dije, no llegamos con los tiempo para dar una muestra variada, pero sí una donde se refleje el trabajo y el esfuerzo de una de las personas más importantes de esta academia —la intriga comienza a rondar el sitio—. Me refiero a un hombre que ha comenzado a trabajar aquí casi a la par de mis padres y sé que ellos lo adoran tanto como él a ellos.
»No voy a alargar más las cosas porque sé que probablemente ahora estén queriendo, con locura, saber a qué me refiero. La institución brindará una muestra especial, la cual se estima que se podrá hacer entre los meses de marzo y abril. Esta muestra será total y absolutamente dedicada al tango, todo para honrar a una persona: nuestro querido Stefano.
Rápidamente la persona mencionada pasa a tapar su boca del asombro mientras todas aplauden. Puedo ver a Aline entusiasmada en su lugar, ella realmente está feliz de la noticia.
—¿Es en serio? —pregunta Stefano al ponerse de pie y acercarse una vez más a mí. Detrás puede oírse el murmullo de las chicas.
—Sí, Stef. Todos sabemos el amor que le tienes a esta academia, a la danza en sí, y te mereces semejante reconocimiento. Toda una muestra hecha para ti.
No pasan tantos segundos hasta que me abraza efusivamente, palmeo su espalda para darle ánimos. Está muy emocionado, hasta podría afirmar que está temblando.
—¿Lo dices en serio? —pregunta mientras se separada de mí.
—Completamente en serio.
—¡Chicas, tendremos una muestra de tango! —exclama felizmente a la vez que se posa frente a todas las alumnas, quienes comienzan a aplaudir. Se puede apreciar cuán conforme están con la decisión que han tomado mis padres, eso me complace.
Algunas pocas se atreven a pararse para felicitar a Stefano, otras van tomando valor al ver a sus compañeras y terminan todas aproximándose al hombre que se ha dedicado a dar siempre lo mejor de sí.
—¿Se sabe cómo estarán conformadas las parejas? —pregunta una chica de cabello castaño, tiene un aspecto muy adorable. Pareciera tener alrededor de unos dieciséis años.
—¡Ah, eso! Ya me estaba olvidando —respondo—. Según me han comunicado mis padres, esta muestra contará con la ayuda de todas las clases, pero principalmente de los chicos que están en afro, contemporánea y urbana, ya que ellos podrán tener una mayor coordinación por sus profesores. Sin embargo, pueden participar todos los que quieran, solo se debe aclarar cuántos nú
meros serán y cuántos profesores accederán a ayudar y participar. Tú, mi querido Stefano, te encargarás de la dirección total.
—¡Ay, siento que estoy muriendo! —chilla a la vez que da palmaditas—. ¿Cuándo podríamos comenzar a coordinar?
—Pues, podrías pasar por la oficina cuando termines de dar la clase. Yo tengo cierta información, pero si quedan dudas podremos llamar a mis padres.
—¡Genial!
Vuelve a abrazarme y sonrío ampliamente. Se siente tan bien hacer que las personas sean felices, es como reconfortante. En síntesis, me gusta estar aquí y más para dar este tipo de noticias.
Me despido y les digo que pueden continuar con la clase, que me disculpen por haber interrumpido, sin embargo todas dicen al unísono que semejante noticia no es molestia. Entonces es cuando estoy por salir que vuelvo a mirar hacia un lugar en específico, donde la persona que se encuentra allí me dedica una sonrisa entusiasmada.
Ojalá que esto signifique que, aunque sea, le caigo algo mejor.
*
—Entonces, la semana siguiente, ya podremos comenzar con los ensayos —dice Stefano al salir del despacho.
—Sí, cuando a ti te parezca pertinente. Si quieres, puedes ir formando las parejas de la manera que creas más correcta, o no sé, quizás puede elegir cada una de las chicas.
—Creo que será mejor que ellas elijan. Creo que se conocen con los demás chicos, así que prefiero que elijan por sus propios medios a que yo lo haga y cause algún tipo de molestia.
Asiento. Al fin y al cabo él es el que más conciencia tiene sobre todo dentro de los salones, así que no tengo por qué oponerme.
—En serio, Ben. Muchísimas gracias por la confianza —su tono cambia a uno más conmovido y le dedico una sonrisa afectuosa.
—No tienes nada que agradecer, Stef. Sé perfectamente cuánto amas tu trabajo, sé también cuánto te quieren mis padres por todos los años que has compartido con ellos aquí, así que la deuda contigo es gigante.
—No seas tonto. Yo amo este lugar, no lo hago por nada a cambio, sin embargo comprendo que hay pocas personas que se entregan en su totalidad a su trabajo.
—Pocos lo hacen como tú —palmeo su hombro y apoya su mano sobre la mía—. Que tengas un buen día, profesor homenajeado.
—¡No me digas así que se me eriza la piel! —río ante su tono gracioso—. Igualmente, mi querido Ben. Nos vemos.
Asiento ante su despedida y procede a salir por el pasillo para dirigirse a la salida. Apoyo mi espalda en el marco de la puerta mientras lo observo, lo cual me hace darme cuenta que a su edad se mantiene muy bien físicamente.
—Lo has hecho bien, Dómine —oigo que una voz que se me empieza a hacer conocida. Al darme la vuelta me encuentro con los ojos color miel más bonitos que he visto.
—¿A qué debo este halago? —pregunto. Aline no puede quedarse sin hacer un gesto, por lo que enarca su ceja derecha.
—Porque hoy demostrarte que sí puedes hacer las cosas bien, digo, has comunicado de una buena manera lo que tus padres piensan hacer de la muestra.
—Me siento honrado, más por el hecho de que seas tú quien reconozca mi esmero —bromeo—. En fin, gracias por tus sinceras palabras.
Aline, quien está apoyada contra la pared que está frente a mí, me observa detenidamente. No me siento intimidado, he de entender que estará buscando algo con qué mofarme.
—Creo que siempre debe haber alguien que nos haga ver cuando hacemos las cosas bien o mal —se despega de la pared—. Era solamente eso. Nos vemos mañana.
—Nos vemos mañana.
Sin expresar nada en especial, se encamina hacia la salida y puedo notar, debido a mi perspectiva privilegiada, que la danza evidentemente hace un gran trabajo en el físico de las mujeres.
Aline es alguien muy digna de apreciar detenidamente.
Al ver que desaparece al irse hacia la derecha en el final del pasillo, me adentro en la oficina y suspiro. Ahora que tenemos en claro qué es lo que haremos en torno a la dichosa muestra, sé que me tocará trabajar mucho y, además, relacionarme más con los alumnos. No me desagrada, supongo que puede ser una buena experiencia.
Más si en esa experiencia me veo acompañado por las buenas observaciones de Aline sobre mi actuar.