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ОглавлениеCapítulo 12
Pareja dispareja
Aline
Tenemos una muestra de tango a la vista, una preciosa muestra de tango.
¡Dios, es mi momento!
Me he interesado en el tango desde que, una vez, vimos por la televisión un evento argentino donde trataba todo sobre ello y había unos números de bailes espectaculares. Desde allí comencé a buscar información al respecto, me informé y me encantó todo, desde la vestimenta hasta los pasos más pequeños que hacen de esa danza algo especial. Siempre busqué algún lugar en especial donde enseñen y, cuando me enteré que Stefano lo enseñaría, me volví absolutamente loca de la emoción.
No sé cómo aguantar mi felicidad y emoción, realmente quiero mostrar que puedo aprender varias cosas junto a Stefano y, el hecho de que no se haya sabido nada hasta hoy, me tenía bastante desanimada. Siempre fui de las chicas que acceden a cada evento, puesto que la danza para mí es la manera más hermosa e idónea para poder trasmitir nuestros sentimientos y, además, descargar todo lo que nos tenga presionados.
He comenzado a bailar a los cinco años. Supe que me gustaba esto cuando, en la casa de mi abuela, durante un cumpleaños todos bailaban al son de la música y me uní a ellos sin importarme lo que digan. Mi abuela, Barbara, quedó encandilada conmigo tan pequeña danzando que, por favor, le pidió a mi madre que
me inscriba a una academia, pues a su parecer tenía mucho para aportar. Así que aquí estamos, catorce años después en el mismo sitio, con las mejores personas que alguna vez pude haber conocido.
Recuerdo que, cuando apenas comencé, la profesora de ballet era Claudine, la mamá de Ben. Le tenía mucho miedo porque, vamos, al ser tan niña y en un lugar nuevo no sabía cómo iban a ser las cosas, sin embargo ella fue demostrándome su amor por la danza y me lo trasmitió tras cada clase. Era tan hermosa, perdón, es una mujer muy hermosa que en ese entonces me llamaba mucho la atención su largo cabello castaño claro y sus ojos grises, nunca había visto a alguien así. Me consentía tanto que me encariñé mucho con ella, pero unos años después, tuvo que dejar de enseñar porque su hijo se había quebrado la rodilla y necesitaba de su atención, ahora sé que ese niño que me arrebató a mi profesora fue Ben.
Parece que es oportuno desde pequeño.
Poco después obtuvo el mando del establecimiento junto a su esposo, Félix, ya que su madre había enfermado y su padre no sentía que podría continuar. Desde ese entonces se la puede encontrar en la oficina del lugar y, de vez en cuando, paso a saludarla, puesto que siempre es bueno ver a la persona que supo cómo inculcarme la danza como nadie.
Seco el sudor de mi frente al salir a la calle, no me di cuenta que estaba tan horrorosa cuando me detuve a hablar con Ben. Solo quise ser cortés, nada en especial, porque está claro que me he comportado de una manera muy reacia con su persona, pero reconocer que estuvo bien al ser él quien comunique, y de una manera muy especial, a Stefano y nosotras sobre la muestra no me iba a hacer nada malo.
Quise ser amable, ya está. Para qué tantas vueltas.
Aspiro el aire puro y lo largo lentamente. Tengo planes para esta tarde, los cuales constan en ir a casa, asearme, arreglarme e ir hacia el centro comercial. Siento que merezco un pequeño paseo de manera solitaria, ya que es lo único que termina relajándome y permitiendo que me deshaga de todos los malos pensamientos.
Comienzo a caminar hacia la parada de buses, la cual está a pocos metros de la academia, pero escucho cómo mi nombre sale de alguien y, al darme la vuelta, me encuentro con Clément.
—¿Ya te vas? —pregunta cuando se posiciona frente a mí.
—Sí, he terminado mis clases de hoy y tengo algunos planes para esta tarde ¿Tú también te vas?
—Sí, mi turno ha finalizado.
—Ah, bien. Ambos tendremos tiempo para descansar —asiente lentamente.
—¿Se puede saber qué planes tienes? —frunzo el ceño.
—Iré al centro comercial, quiero recorrer un poco y ver algo de ropa ¿Tienes pensado algo?
Ríe de lado y puedo ver por el rabillo de mi ojo cómo, lastimosamente, un bus que coincide con los que normalmente utilizo se aleja de la parada. He perdido uno.
—Nada más pensaba que podíamos repetir la cena de la otra vez, o lo que quieras. Como dices que tienes planes, quizás estos involucran a alguien más ¿No?
—No, estás equivocado. Iré sola, no tengo con quien ir porque mi hermana está estudiando de una manera desgastante para la universidad y amigos no tengo —río irónicamente a lo último.
—Entonces ¿Podría acompañarte? Digo, si no te molesta.
Analizo sus ojos, tienen un brillo especial que me hacen dudar, sin embargo acepto.
—Claro, no hay problema.
—Bien, entonces paso por tu casa a buscarte.
—Mmh, será conveniente que directamente nos encontremos en el centro comercial.
—Perfecto —se acerca a mi mejilla y retengo el aire de manera involuntaria mientras él deposita un casto beso—. Mándame mensaje cuando estés a punto de salir de tu casa.
—Tenlo por asegurado.
Me guiña un ojo y pronto lo veo desplazarse hacia el estacionamiento que está en la calle de enfrente. Vuelvo a iniciar mi camino hacia la parada, no me queda otro remedio más que esperar que vuelva a aparecer otro autobús.
Bueno, al parecer no estaré tan sola durante la tarde. Fue bastante inesperado el hecho de que se haya ofrecido a salir justo cuando yo tengo ganas de salir de casa, sin embargo me viene como anillo al dedo.
Nunca viene mal una compañía.
*
—Entonces dices que ahora habrá una muestra de tango —dice Clément mientras toma asiento frente de mí en una de las mesas del Starbucks, donde nos decidimos a detenemos por unas bebidas.
—Sí y la verdad que me hace mucha ilusión —respondo entusiasmada—. Ya ves que esas muestras anuales terminan siendo algo monótonas con el correr de los años y siento que esto sí vale la pena.
—Tienes razón, pero debes tener pareja para poder participar ¿No?
—Ujum —emito ese sonido mientas digiero el suave sabor del frappucchino a base de crema—. Aún no sé cómo será ese tema. Stefano estuvo arreglando todo con Ben, supongo que nos dirá a la brevedad si es él quien elige las parejas o podemos hacerlo nosotras. Por lo que dijo Ben, esta muestra contará mayormente con la ayuda de las clases de urbana, contemporánea y afro porque los profesores son los que podrán ayudarlos más.
—Qué extraño, a mí no me consultó nada el niño mimado —deja los ojos en blanco y lo observo asombrada de que lo vuelva a llamar igual que antes—. En fin, si es que Stefano decide que podrán elegir cada una a su pareja ¿Tú has pensado en alguien?
—No, como todavía no han dicho nada respecto a eso, decidí esperar.
—Pues, si te dan la oportunidad de elegir, tienes un pretendiente enfrente tuyo —iba a tomar otro sorbo de mi bebida, pero cuando termina de emitir sus palabras lo observo fijamente.
Clément sonríe de lado. Sus ojos grises con motitas verdes relucen algún brillo, el mismo que antes, y no puedo explicar su
origen. Me es imposible no continuar con el escrutinio, puesto que su mandíbula cuadrada recubierta por una barba de pocos días capta mi atención. Se ve tan masculino, tan hombre.
Creo que es la primera vez que me percato que no estoy tratando con un chico de mi edad que, quizás, no tenga convicciones fuertes en la vida. Estoy tratando con un hombre que, he de suponer, tiene un proyecto de vida bien armado.
Me doy cuenta que me he demorado mucho con el miramiento cuando carraspea de manera sutil. Al volver a mirarlo a los ojos me siento avergonzada, rápidamente puedo percibir cómo el calor sube por mis mejillas y éstas se enrojecen.
—¿Te me estás ofreciendo como pareja de baile? —pregunto incrédula, cosa que produce que vuelva a sonreír como lo hizo luego de que lo analicé como una adolescente hormonal.
—Desde luego. Supongo que no habrá problemas con que bailes conmigo, digo, como mis alumnos ocuparán tiempo en este proyecto yo también tengo derecho.
No contesto. Decido pensar unos segundos en los cuales me centro en mi bebida. No es mala idea, es decir, se trata de un profesor que colaborará con sus alumnos, por lo que, claramente, está apto para poder acompañarme a dar un gran número.
Qué va, de perder no voy a perder nada, es más, ganaré más de lo que puedo llegar a imaginar.
—Está bien —suelto. Él deja de tomar su café para visualizarme dubitativo.
—Está bien ¿Qué?
—Que está bien que seas mi pareja. Acepto tu ofrecimiento. Creo que seremos la envidia del resto de las parejas, es decir, tú eres profesor y yo sé moverme…
—¿Lo dices en serio? —me interrumpe—. ¡Sabes más que moverte! Te aseguro que seremos la mejor pareja de franceses bailando tango.
Suelto una pequeña risotada, se nota que le hace ilusión la muestra y me causa entusiasmo que haya elegido bailar conmigo. Ahora solo falta que nos permitan a nosotras elegir la pareja, una vez que ya nos den vía libre, yo confirmaré que tengo mi pareja.
—Siempre digo eso —digo luego de unos segundos en silencio, por lo cual Clément no comprende a qué me refiero—. Lo de ser la mejor francesa bailando tango — repongo y asiente.
—Entonces somos pareja de tango —afirma y le dedico una gran sonrisa.
Ha pasado media hora cuando decidimos dejar el mencionado café para dedicarnos a recorrer el centro comercial. Quiero ver algo de ropa, cuidarme un poco más y pensar en mí. Creo que no me queda otra más que eso, ya que si no hago las cosas por mi bienestar nadie más lo hará.
Tengo la certeza, ahora más que nunca.
Clément dice algo, pero lo ignoro al ver una chaqueta de jean que parece gritar “¡Aline acércate a verme!” Lo cual hago, literalmente me acerco a pasos apresurados a la vidriera y miro encandilada la prenda. Es de color claro, tiene algunas gastaduras en la parte del pecho que la hacen lucir mejor. Es muy mi estilo despreocupado, siento que tengo que comprarla.
—¿Me acompañas? —pregunto a mi acompañante, quien me observa atentamente por la reacción que he tenido.
—Claro.
Al apenas recibir su respuesta, lo arrastro conmigo y entablo conversación con la primera dependienta que se acerca a mí. Le digo cuál es la prenda que me gusta, a lo que ella va y busca entre los percheros. Pronto me trae la chaqueta y, ahora que la veo de cerca, me gusta mucho más.
—¿Puedo pasar a probármela?
—Claro, por aquí por favor —me hace una seña para que la siga y lo hago, no sin antes avisarle a Clément que será breve.
Su semblante apático me tranquiliza, no parece estar impacientándose por mí.
Entro al probador, dejo mi bolso en el perchero y paso a colocarme la chaqueta por sobre mi sweater. Me veo y me encanta, es como que sus brazos anchos agregan volumen a la parte superior de mi anatomía y, bajo mi apreciación, haría muy buen juego con un jean negro o un legging biker del mismo color. Vuelvo a salir y le sonrío satisfecha a la chica que me atendió, quien me
pregunta si me la llevaré y, rápidamente, respondo que sí.
Nos encaminamos hacia la caja, Clément se acerca a mí con rapidez.
—¿Te gusta? —pregunta afectuosamente.
—Sí, es muy bonita.
—Serían 15€ —dice la chica encargada de cobrar mientras guarda la chaqueta en una bolsa.
Logro emitir un “Perfecto” antes de ponerme a buscar el dinero dentro de mi bolso, sin embargo Clément saca de su billetera una tarjeta de crédito color azul y le tiende a la joven.
—¿Qué haces? —pregunto completamente descolocada. He de admitir que este hecho hasta me ha dejado estática.
—Pagar tu chaqueta —responde como si nada.
—¿Te volviste loco? No, no, cancela la compra, él no pagará esto —le digo a la chica, quien duda entre devolver la tarjeta o terminar de cobrar.
—No, déjalo como está. Aline, yo quiero regalarte esa chaqueta ¿Cuál es el problema?
—15€ es el problema.
—Bah, eso no es nada.
La pobre chica, a la cual casi vuelvo loca segundos atrás, le tiende un papel a Clément para que ponga su firma, éste lo hace y devuelve el papel para recibir de nuevo su tarjeta junto a la bolsa con la prenda.
—Muchas gracias —musito avergonzada mientras Clément lo hace con un tono muy amable.
—Gracias a ustedes —contesta la chica y nos dedica una gran sonrisa antes de que salgamos.
No puedo evitar sentirme mal. Sé que no termina siendo tanto dinero, por algo me la iba a comprar yo –es evidente que mis ingresos no son tan abultados-, pero me daba pudor el hecho de que él la haya comprado. Es como ¿Por qué?
Una vez fuera, lo miro nuevamente desconcertada.
—Acabas de cometer una locura —digo a la vez que coloco las manos en mi cadera.
—Quise regalártela ¿Cuál es el problema? No aceptaré que me
digas que es por el dinero porque en verdad me voy a enojar.
—Es que sí es por eso, o sea, yo había juntado bastante con mis cursos.
—Toma las cosas con más tranquilidad. No está mal que te haga un regalo, menos ahora que seremos pareja de baile —no sé por qué, pero pone énfasis en la palabra “Pareja” lo cual causa que me entre la intriga.
—Está bien —musito resignada—. Aceptaré este regalo solo porque seremos la envidia de las parejas participantes de la muestra, si es que podemos serlo, de ser así quiero que sepas que en cualquier momento puedo aparecer con algún regalito para ti y no quiero que te molestes ¿Eh?
Acorta la distancia y toma una de mis manos para poner en ella la bolsa. Sonríe sin abrir la boca antes de volver a hablar.
—Con una simple sonrisa tuya me basta —dice en un tono más meloso que no hubiese querido imaginar antes y nuestras miradas se enfrentan, fijándose la una sobre la otra
¿Qué es lo que está haciendo? ¿Está tratando de ser coqueto conmigo?
Una de sus manos se dirige a mi mejilla, la acaricia lentamente y la suavidad de ese contacto hace que trague en seco. Es palpable la tensión, él luce tranquilo, pero dentro de mí solo quiero terminar la salida y volver a casa.
No me siento cómoda.
Cuando pienso que las personas han de estar analizando esta escena como si fuese de película, desvío la mirada de él hacia la salida y me percato que es el momento perfecto para dar un cierre a esto.
—Ya es de noche —lo sobresalto, cosa que me lo demuestra a quitar su mano de mi rostro. Carraspea—. Debo volver a casa.
—Claro —aporta con algo similar a la frustración—. Podemos ir en taxi, digo, se nos haría más conveniente.
Suspiro. Se me hace extraño que no haya traído su carro, no obstante no puedo meterme en asuntos ajenos.
No quiero ser maleducada, por ende no me veo capacitada a negarme, sin embargo solo quiero sentirme segura lejos de él.
Aunque sea hasta que acomode los pensamientos de lo ocurrido y se aclarezca un poco más el panorama.
—Si me dejarás pagarlo, sí —determino, a lo que él enarca una ceja antes de achicar sus ojos.
—Eso lo veremos.
*
Saludo a Clément con un beso en la mejilla antes de que el taxi se detenga frente a casa. Para mi suerte, el viaje no fue tan incómodo porque el taxista, muy amable por cierto, se dedicó a contar cosas sobre su familia, lo cual me causó mucha ternura, ya que hablaba de la ganas que tenía de ver sus hijos luego de una larga jornada laboral.
Lo que son las distintas realidades de esta vida.
—Muchas gracias por la salida, fue muy linda —digo esbozando una pequeña sonrisa—. Y ni hablar de la chaqueta, eso te lo agradezco de corazón.
Sonríe de lado y puedo ver, a través de la luz de la calle que nos ilumina, cómo su camiseta se ajusta a su brazo cuando pasa una mano por su barbilla. Sí, debo admitirlo, Clément está para comérselo y repetir, pero, vamos, estamos hablando de un profesor nueve años más grande.
—Muchas gracias a ti por permitirme compartir estas horas contigo.
—Tome, este monto creo que alcanza el viaje y, si sobra, quédeselo de propina— le digo al chofer mientras le tiendo el dinero, me mira divertido antes de guiar su cabeza hacia Clément.
—Lamento, señorita, pero el joven me pagó el viaje cuando fue a buscarme —responde y rápidamente visualizo a quien tengo a mi lado.
Qué ilusa fui. Era obvio que haría algo así, puesto que él insistió en ir a buscar al taxista mientras yo me quedaba en la puerta del centro comercial esperando.
—Puede llegar a ser muy frustrante estar contigo —musito con cierta diversión, él ríe brevemente.
—Cosas que pasan a mi lado, preciosa.
La última palabra me causa cierto malestar, por lo que tomo aire y lo suelto pesadamente. Finalmente termino despidiéndome de ambas personas y salgo del vehículo, así sin más. Pasan pocos segundos para que el taxi vuelva a tomar rumbo.
Al ver cómo el coche se aleja, siento una gran vergüenza en mi interior por permitir que Clément haya gastado en la chaqueta y el viaje. No me gusta la idea de que sea tan cortés conmigo, es como que quisiera conocerme más y, además, brindarme todo tipo de atenciones que me parecen excesivas, más teniendo en cuenta el poco tiempo que llevamos relacionándonos.
Resoplo cansada, parece que mi actualidad no me permite hacerme problemas por una sola cosa. Me encamino hacia casa, ingreso a ella y vuelvo a cerrar la puerta con llave antes de dirigirme hacia arriba, acción que se ve interrumpida por la aparición de mamá.
—Hija, has llegado —dice mientras se apoya en el umbral de la puerta que separa la entrada de la cocina—. ¿Podemos hablar?
Su rostro luce cansado, es fácil deducir que ha llegado de trabajar hace poco. Ella es secretaria en una oficina de varios abogados, razón por la cual siempre va vestida formal y recoge su cabello cobrizo en un peinado que la hace lucir muy bien.
—Estoy muy cansada, no puedo —respondo luego de unos segundos en silencio, en los cuales me dediqué a ver fijamente sus ojos color café, los cuales no me trasmitieron nada esta vez.
Sorpresivamente no responde ni trata de discutir, simplemente se encoge de hombros y vuelve de donde vino. Me extraña su actitud pasiva, sin embargo no paro en ello y subo las escaleras hasta llegar a la segunda planta, donde me dirijo a la habitación de mi hermana.
—Vaya, vaya, miren quién apareció —dice a la vez que toma asiento en su cama, puesto que estaba acostada.
—¿Me extrañaste? — pregunto mientras me tiro sobre el pequeño sofá fucsia que tiene frente a la ventana.
—Solo un poco ¿Por dónde estuviste?
—Fui al centro comercial con Clément, quiso acompañarme y
no quise negarme. Tú no podías, así que se me hacía buena idea tener alguien con quien ir.
—¿Y eso? —pregunta señalando la bolsa negra y tomo una gran bocanada de aire antes de cerrar mis ojos con cansancio.
—Me la regaló él.
Esas simples palabras bastaron para que se ponga de pie y se acerque a mí para quitarme la bolsa, revisar lo que hay dentro y exclamar un “¡Está precioso!”
—Cuéntame todo ya mismo —pide con entusiasmo, a lo que respondo mirándola frustrada.
Paso a contarle todo lo sucedido, desde su propuesta de ser mi pareja en la muestra hasta el momento que terminó adelantándose en el pago del taxi. Durante el momento en el que me dediqué a hablar solamente yo, Jackie cambiaba su mirada conforme los hechos. Parece que no soy la única estupefacta.
—Pero, Ali, está claro que ese hombre está tirándote toda la artillería pesada —enarco una ceja. Ella lo conoce por todas las veces que se lo ha cruzado cuando va a buscarme a la academia—. ¿Cuántos años tiene?
—Veintiocho —respondo inexpresiva—. El problema no termina siendo eso, bueno en partes sí, pero lo central es que yo no quiero relacionarme con nadie ahora y mucho menos con un profesor de la academia. Me sabe fatal.
—Bueno, sinceramente yo no sé qué haría si estuviera en tu lugar. Digo, está de por medio la muestra y no sabes si es correcto cortar toda conexión ahora. Además, tratemos de verlo por otro lado, quizás él solo es buena persona y quiere ser cordial contigo, nada más.
—Nadie le regala una chaqueta a otra persona para ser cordial, menos cuando llevan menos de un mes charlando continuamente.
Mi hermana, rápidamente, pone rostro de circunstancias. Claramente la situación es muy extraña y ninguna de las dos nos vemos capaces de darle una explicación, solo sé que su comportamiento me hace confundir y no quiero eso.
Solo quiero lidiar yo sola con mi vida, sin que otra persona trate de ingresar a ella por cualquier medio.