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Capítulo 14

Visitas inesperadas

Aline

1 de noviembre de 2009

Dejo las bolsas sobre la mesa y suspiro cansada. De tan solo pensar que ahora me toca acomodar todo me da pereza.

Nos hemos organizado con Jaqueline para comprar todo lo que hace falta en la casa, desde comestibles hasta artículos de limpieza. Ella se encargó de ir a comprar comida, mientras que yo me dirigí hacia una perfumería cercana. Según lo que me había dicho, iba a llegar primero que yo para poder hacer la comida, sin embargo le gané.

Mamá, por alguna razón que desconocemos aun, nos ha dejado una nota antes de que despertemos, en la cual decía que iba a salir y volvería para el mediodía. No nos extrañó, solo tuvimos la misma reacción de resignación y allí nos coordinamos para comprar todo lo que falta, cosas que ella ni siquiera se da cuenta que no hay.

Empiezo a sacar las cosas que están en las bolsas y las coloco en su lugar dentro del pequeño armario que hay en la cocina, el cual está específicamente para guardar cosas de limpieza. De pronto el timbre suena y corro hacia la puerta, quiero refregarle en la cara a Jackie que le ganado.

—Tarde —digo alargando la “r”, pero trago en seco cuando veo que no se trata de ella.

—¿Tarde para qué? —pregunta Clément mientras levanta las cejas con incredulidad.

Sonrío apenada, definitivamente no debí hacer eso.

—Oh, discúlpame. Pensé que era mi hermana ¿Cómo estás? —pregunto mientras me apoyo en la puerta.

—Bien. Disculpa que me tomé el atrevimiento, pero quise pasar a verte. Tengo que contarte algunas cosas en torno a la muestra.

Observo detrás de él, raramente no hay movimiento en el vecindario. Vuelvo a mirarlo y asiento.

—Claro, pasa.

Abro la puerta lo suficiente para que pueda ingresar, cosa que hace lentamente y visualiza detenidamente lo que es la sala.

—Recién he llegado de comprar —le cuento al mismo tiempo que me encamino hacia el sofá para que me siga. Ambos tomamos asiento—. Por esa razón está todo muy silencioso y apagado.

—Es una bonita casa, parece acogedora.

—Lo es —respondo tratando de creérmelo. Está claro que dejó de ser acogedora hace tiempo—. ¿Quieres tomar algo?

—No, no. Estoy bien así, además, lo que vengo a decir es rápido.

—Oh, pues bueno. Dime.

Se acomoda mejor en el sofá, por suerte conserva la distancia de mí y lo agradezco internamente. Las cosas han quedado extrañas luego de esa salida, mejor dicho, solo de mi parte se ven extrañas y quiero que todo se maneje con cuidado. No quiero malos entendidos ni acercamientos excesivos.

Igualmente, he de suponer, él se ha dado cuenta de mi cambio de comportamiento durante el primer ensayo de la muestra. Me he mostrado solamente interesada en ella, más allá de que él haya querido sacar a relucir temas personales y esas cosas, solo me dirigí como una profesional.

—¿Te acuerdas que Stefano dijo que quizás podría conseguir algunos zapatos para ensayar? —asiento—. Una amiga mía hace esos zapatos y, preguntándole, logré saber que es capaz de prestarte alguno que ya no esté en venta para que podamos practicar

de la mejor manera ¿Qué dices?

—Me encanta, es decir, me viene muy bien ¿Pero seguro que no están a la venta? —pregunto con cautela.

—Sé que piensas que pude haberlos comprado para ti, pero no. En serio ya no están en venta y, bueno, los tiene allí sin uso. Es mejor que alguien los utilice para una causa noble, a que queden tirados sin que alguien los haya probado alguna vez.

—Pues, me parece bien. Nos será de gran ayuda para que podamos adaptarnos rápido ¿No crees?

—Claro, además… —la puerta comienza a emitir sonidos, alguien está introduciendo una llave en ella.

Tomo una gran bocanada de aire para poder conservar la postura. Sé que se trata de mamá, porque Jaqueline no tiene llave, y me pone nerviosa que llegue para encontrarme con Clément. Es un misterio cómo puede reaccionar ahora.

Finalmente la puerta se abre e ingresa, me mira sorprendida y de igual manera hace con mi acompañante.

—Aline —dice en casi un suspiro. Aclara su garganta—. No pensé que estarías con alguien.

Observo por el rabillo de mi ojo a Clément, quien por medio de su ceño fruncido me hace notar su desconcierto en torno a mamá, quien ni siquiera es capaz de saludar educadamente.

—Bueno, creo que es algo obvio que puedo traer a quien quisiese porque esta es mi casa —me encojo de hombros—. Además, Clément me ha venido a decir algo importante para la muestra.

Su semblante cambia a sorpresa, claro, ella ni siquiera tiene idea de la muestra ni de qué se tratará. Nuestras conversaciones se volvieron tan frías y banales que no tiene en cuenta todo lo que pasa en mi día a día.

—Está perfecto, pero me hubiese gustado que me avises que tendrías visitas.

—Eh… con su permiso, yo me retiro —anuncia Clément con un tono bajo a la vez que se pone de pie. Rápidamente lo imito y le tomo el brazo para detenerlo.

—No, Clément. Por favor —pido avergonzada—. ¿Acaso se te borró la memoria, mamá? Porque te recuerdo que una vez me

dijiste que esta casas siempre estará abierta tanto para los amigos de Jackie como para los míos.

Mi tono para este entonces ya ha cambiado, luzco enojada y quiero estallar. No puedo creer que sea tan desubicada.

—Pues, las reglas deberán cambiar de ahora en adelante —sentencia y la observo horrorizada.

—¿Qué demonios? ¿Desde cuándo posees esa actitud de mierda?

—Aline… —musita Clément para pedirme calma y siento el calor subir por mis mejillas. Estoy completamente abatida, me sabe mal hacerlo pasar por este momento.

—Te pido mil perdones, Clément, pero me parece que debemos continuar esta charla en la academia ¿Te parece? —le pregunto mientras sostengo su mano. Una sonrisa que pretende ser comprensiva sale de sus labios.

—Pierde cuidado, entiendo que todos tenemos días malos —murmura y deposita un rápido beso en mi mejilla—. Nos vemos mañana.

Asiento lentamente y pronto veo cómo se aleja de mi posición. Al estar al lado de mi madre la observa por unos segundos, pero no dice nada. Siento una gran vergüenza por lo que acaba de pasar, por ende cuando me cercioro que se ha ido, me aproximo a mamá y la enfrento.

—¿Te volviste loca o qué? ¡Estábamos hablando de temas importantes! ¿Desde cuándo no tengo derechos en esta casa, Bettina? —espeto, a lo que ella responde cruzándose de brazos.

—En esta casa cambiarán muchas cosas, Aline. Se terminaron esas etapas donde se permite todo tipo de desacato, ahora vamos a ser una familia que se respeta.

—¿Pero qué dices?

No pasan mucho tiempo desde que termino de emitir mi pregunta hasta que aparece Charlie con una maleta.

—Ya traje todo —anuncia—. Oh, hola, Aline.

Miro a mamá decepcionada. Está pasando lo que Jaqueline dijo y mamá jamás me mencionó, él se está mudando con nosotras.

Siento cómo todo mi ánimo cae completamente al suelo.

Cuando las lágrimas empiezan a amenazarme, un joven rubio aparece por detrás de Charlie y también trae bolsos consigo. Me quedo inmovilizada en mi lugar, mamá no dice nada, solo observa el suelo. No puede ser.

—¿Dónde podemos dejar esto? —insiste la supuesta pareja de mi madre.

—Eh… pueden dejarlas aquí en la sala —responde ella sin mirarme.

—¿Te molestaría presentarnos? —pregunto enfurecida, aun sintiendo cómo la humedad empieza a tomar lugar en mis ojos.

—Aline, él es mi hijo Abel —dice Charlie como si yo le hubiese preguntado a él. Ahogo un grito cuando termina de decir su nombre— Abel, hijo, ella es Aline, la hija de Bettina.

El joven rubio me mira asqueado, como si ver a alguien a punto de estallar es lo más horripilante del mundo. No es capaz ni siquiera de tenderme la mano, aunque tampoco le hubiese correspondido si lo hacía. Su padre pasa a mi lado como si nada para dejar las maletas en la sala, él hace lo mismo. Pronto vuelven a abandonar el lugar para ir de nuevo a su casa a buscar más cosas.

—¿No piensas hablar? ¿No piensas decir nada de la mierda que nos vas a hacer vivir? —cuestiono con los dientes apretados. Mamá me mira y la frialdad que poseen sus ojos me impresiona.

—Déjame ser feliz, Aline. Respeta mi vida como yo he respetado la tuya hasta ahora.

—¿Estás respetando mi vida ahora? Te aseguro que esto no es respetar ni en lo más mínimo. Estás trayendo a vivir con nosotras a dos hombres desconocidos ¡Eres una loca!

—¡A mí no me hables así!

—¿Qué es lo que pasa? —pregunta desesperada la voz de Jackie, quien se acerca a nosotras con rapidez.

—Nuestra madre se ha vuelto loca al nivel de traer a dos hombres aquí —digo furiosa—. Quédense ustedes a ver esta escena. Yo me largo.

El decir “Yo me largo” es algo retorico, porque básicamente

no voy a salir a la calle para llorar como desquiciada.

Corro hacia mi habitación y me encierro bajo llave para luego apoyar mi espalda contra la puerta. Comienzo a caer poco a poco hasta tocar el suelo. No aguanto, tapo mi rostro con ambas manos y comienzo a llorar.

No me cansaré de decirlo, necesito mi vida de antes. No sé cuándo fue la última vez que llegué a casa feliz, que tuve ganas de estar aquí. No sé cuándo fue la última vez que mi madre fue mi madre, ahora es una persona completamente diferente, quien me ve como un monstruo que no logra soportar, que quiere solo su bienestar sin pensar en los demás, olvidando así todo a su paso.

Olvidándose de mi hermana y de mí.

Golpeo el suelo con ambas manos hechas puños. Odio todo esto con mi ser porque no sé cómo seguir, no sé qué hacer ni para dónde ir. Me siento tan inútil que lo único que puedo hacer es llorar, llorar hasta cansarme y sentir que no me quedan fuerzas. Hasta que mi alma me grita “Has lo que quieras, pero esta mierda seguirá igual mañana, el día siguiente de mañana y así siempre”

Lo único que sé es que me encantaría poder ser pequeña una vez más, abrazar a mamá, aspirar su aroma y sentirme a salvo en sus brazos. No quiero seguir viviendo esto, pero otra opción no me queda. Bettina está decidida a armar una familia con personas que amenazan nuestro bienestar, todo con tal de conformar un maldito circulo que no tiene futuro.

*

2 de noviembre de 2009

Bajo las escaleras sin ánimo. Me siento tan vacía internamente que no tengo ganas de hacer nada, no tengo ganas de vivir, no esta vida.

De mi hombro cuelga mi bolso de danza, tengo en mano una bufanda y suspiro al pisar la planta baja. Tengo que ir a la

academia, hace bastante frío y solo pienso en lo que será el viaje en autobús, una locura.

Procedo a abrir la puerta principal, sin embargo algo me detiene y eso es la aparición de mamá.

—¿Qué quieres? —pregunto molesta.

No la he visto desde ayer, prácticamente no la he vuelto a ver desde que me encerré en mi cuarto. Estuve todo el día allí, encerrada dando vueltas, hasta que comprendí que debía distraer mi mente y me puse a acomodar muebles, limpiarlos y cambiar algunas cosas de lugar. Sirvió bastante aquello, pero claramente el hambre acechó con el paso de las horas y, como sabía que Jaqueline sí se fue junto a su amiga, estaba sola para enfrentarme a los que pasaron a ocupar lugar en mi casa junto a mi madre. Tuve que esperar hasta que salgan por algo, no sé por qué concretamente, pero en ese momento corrí hacia la cocina para tomar unas tostadas y un jugo, aunque sea para poder distraer a mi estómago.

Sí, lo más miserable que he hecho en mi vida.

—Tenemos que hablar sin que te comportes como una niña de cinco años —dice mientras se cruza de brazos. La observo desafiante.

—¿Te estás escuchando? Me pides que arreglemos las cosas como personas grandes y tú, lo que haces al apenas ingresar una relación, es meter a esa persona junto a su hijo en nuestra casa ¡Nuestra casa!

—No tenía opción, hija. Charlie estaba a punto de quedarse sin casa, estaba atrasado con el pago, y su hijo ha vuelto porque su madre no puede cuidarlo más en Inglaterra.

Un maldito e insolente inglés, lo que me faltaba.

—No me interesa, yo no tengo por qué soportar esto.

—¿Ves cómo eres? Eres injusta, no piensas en mi bienestar cuando yo he dado todo para que ustedes tengan lo mejor, Aline.

—Porque pienso en tu bienestar es que te quiero lejos de ese hombre —digo y se me quiebra la voz a lo último. Reconocerlo en voz alta duele—. Es malo, no sé cuántas veces te dijimos con Jackie que hemos visto varias situaciones extrañas en su casa.

—No tienes cómo justificarlo, quizás pasaban cosas muy personales y…

—¿Y qué? —la interrumpo—. ¿Hay justificativo a la violencia? ¿En serio, mamá? ¿Vas a decirme que hay un justificativo de la violencia hacia las mujeres?

No tarda en comprender, claro que no tardaría. Sabe perfectamente cómo es vivir un calvario por culpa de un hombre, pero no dará el brazo a torcer, me lo evidencia con su mirada gélida.

—Te espero para comer —dice como si nada y siento una gran furia en mi interior. No puede simplemente ignorar todo lo que le hemos advertido.

—Ten por seguro que no vendré.

Sin más, salgo de la casa y camino a pasos apresurados hacia la estación de buses que queda a dos cuadras de mi locación. Siento cómo algunas lágrimas caen alternamente por mi mejilla y trato de limpiarlas con rapidez, no quiero dar un show en medio del transporte público.

Sé que no debo continuar así, que debo repuntar y hacer caso omiso a todo lo que sucede, todo con el fin de llevar las cosas en paz, pero no puedo.

Duele demasiado saber que la vida puede cambiarte radicalmente en menos de lo que eres capaz de imaginarlo.

Princesa con aroma a primavera

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