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ОглавлениеCapítulo 15
Razones para estar
Ben
Estaciono el carro frente a la academia y bajo rápidamente. Debo buscar unos informes que papá, de seguro, querrá ver.
Para mi sorpresa, esta mañana me desperté con un mensaje de mamá diciéndome que a las diez de la mañana salía su vuelo desde España para volver a nuestro país, lo que significa que alrededor de cuatro horas ya estarán aquí. Claramente no había pasado el mes que habían calculado, pero, por lo que me dijeron, extrañaban tanto su hogar como a mí, puesto que nunca estuvimos tan separados, ni nosotros ni de la casa.
Al entrar me topo con Beátrice, quien se muestra un poco menos reacia en lo que llegamos a convivir en la academia. Las cosas siempre pueden mejorar al parecer. Le saludo cortésmente y me pregunta si deseo ver quiénes son los profesores que ya han llegado, los cuales no son muchos aun porque es temprano, pero le respondo que luego pasaré a verlo.
Sigo mi camino hasta llegar a la puerta de la oficina, cuando estoy por abrirla puedo notar cómo una de las jóvenes madrugadoras del estudio entra corriendo al baño. No sería nada relevante aquello, salvo que logré ver cómo cubría su rostro con una mano y esto llama potencialmente mi atención, por lo que me acerco a la puerta del baño. Logro oír algunos sollozos, son leves, pero al fin se puede deducir que esa persona está llorando.
No va a pasar nada si me adentro en el cuarto, allí dentro están sus separaciones, además los casilleros, no creo que la chica al verme entrar se horrorice. Ingreso al lugar sin golpear y siento cómo mi corazón se contrae al ver a la joven apoyada en el lavamanos mientras lloraba desconsoladamente.
Si mi corazón se contrajo frente a semejante escena, éste se detiene completamente cuando me doy cuenta que se trata de Aline.
—Aline —musito en casi un suspiro y me aproximo a ella lentamente. Levanta la mirada para visualizarme y es entonces cuando me percato que sus ojos están hinchados y más que irritados.
Su rostro permanece completamente mojado por sus lágrimas, sus mejillas junto a su nariz están teñidas con un tono rosado y sus labios están apretados con fuerza.
—¿Qué pasó? —pregunto suavemente al momento que me siento a su lado y tomo sus manos entre las mías. Está preocupándome realmente—. Dime algo, por favor ¿Te hicieron algo? ¿Te robaron? ¿Acaso te acosaron?
Niega con la cabeza lentamente y su mirada flaquea.
—No me han hecho nada —responde con la voz quebrada.
—Entonces ¿Qué sucedió? Puedes confiar en mí, Aline.
—No tengo nada para decir —la observo con tristeza. Es extraño escucharla hablar con tanto dolor.
—Todas las personas tenemos algo para decir y siempre habrá alguien dispuesto a escucharnos. Cuéntame, trataré hacer todo lo que pueda para ayudarte.
Me observa con duda antes de soltarse de mi agarre para secarse las lágrimas. Sorbe por la nariz y asiente antes de hablar.
—Mi mamá —susurra mientras baja la mirada—. Ella…
—¿Le pasó algo a tu mamá? —pregunto cuando pasan algunos segundos y ella no prosigue.
—No. Ella, ella tiene un novio nuevo y él es un imbécil maltrata mujeres. Es una mierda de persona, no me cabe dudas, pero mamá no quiere hacerme caso y, para colmo, lo ha traído a vivir a casa con su hijo. Ya no me siento cómoda ni en mi propia casa, siento que quiero escapar e irme lejos, no sé qué hacer con mi vida.
Las lágrimas y los sollozos vuelven a invadirla cuando termina
de hablar, eso produce que sus fuerzas sean nulas y pase a abrazarme, de manera que se recuesta encima de mí pecho. Sin dudar la tomo entre mis brazos y apoyo mi mentón en su cabeza, no entiendo muy bien lo que sucede, solo sé que ella está sufriendo y muchísimo. Todo lo que dijo lo hizo con una gran rapidez, lo cual me demostró que estaba conteniendo ese nudo en la garganta hace bastante y necesitaba desahogarse con cualquiera.
No sé cuánto tiempo permanecemos así, solo tengo en cuenta que Aline se calma un poco más tras cada segundo, mientras que yo me dedico a acariciar la parte baja de su cabeza hasta el centro de su espalda. Me permito disfrutar de su aroma, el cual es delicadamente dulzón y muy rico.
No me animo a hablar, siento que no tengo las palabras correctas porque es la primera vez que me encuentro en una situación así, en la cual no sé bajo que concepto me concibe la otra persona. Sin embargo, supongo que ese contacto, ese simple abrazo, le sirve porque se separa lentamente de mí hasta que nuestras miradas se conectan nuevamente, es allí donde me demuestra que sí está un poco más tranquila.
—¿Quieres ir a la oficina a tomar aunque sea un poco de agua? —pregunto con cautela, una sonrisa sin gracia sale de sus labios.
—Probablemente si me encontraba bien iba a negarme a tu propuesta, pero no estoy en condiciones para discutir y prefiero aceptar —trata de sonar con un tono mejor y le dedico una mueca afectuosa antes de ponerme de pie.
Le tiendo la mano para que se pare, ella toma su bolso y luego acepta mi mano. Pocos segundos más tarde permito que camine frente a mí con destino al despacho de mis padres, el cual está a pocos pasos de allí. Le ofrezco sentarse en el sofá que está del lado izquierdo del cuarto, lo cual hace mientras yo cierro la puerta. Me acerco al dispensador de agua, sirvo el líquido en un vaso y luego se lo tiendo a Aline.
—¿Quieres contarme más con calma lo que ha pasado? —suelto con miedo a que me responda “No es tema tuyo”, sin embargo suspira y aprovecho para tomar asiento a su lado.
—Mi mamá se puso de novia con nuestro vecino de hace siete
meses. Él… él es un violento, lo comprobamos mi hermana y yo cuando una vez llegó una mujer a su puerta y él la sacudió con una violencia pocas veces vista.
—¿Y no le han dicho a tu mamá?
—Lo hemos hecho pero no nos creyó, ella esa noche no estaba —hipea, procedo a tomar nuevamente su mano y resopla—. Lo que más me duele de todo esto es que nadie comprende el dolor que una puede tener, todos se resguardan bajo el dicho “No piensa en su madre” Y claro que pienso en ella, pienso en su bienestar y en lo que puede dañarla.
»Si yo fuera mala hija no le estaría advirtiendo día tras día el peligro que puede llegar a correr, pero ella no quiere creer. Hace que me sienta tan tonta al intentar ayudar, es como que todos mis intentos son en vano y nada de lo que hago vale. Ahora metió a vivir a su pareja con su hijo en nuestra casa ¿Qué se supone que debemos hacer? Estamos mi hermana y yo ahí, literalmente no sabemos qué puede pasar ante la presencia de dos hombres completamente desconocidos, porque, vamos, mi madre apenas lleva dos meses saliendo con él y piensa que todo irá bien.
Mi semblante va desmejorando gradualmente conforme ella me relata lo que sucede en su vida ¿Qué clase de madre permite que sus hijas sientan miedo al estar en su propia casa?
—Yo… no sé qué decirte sinceramente —digo atontado—. O sea, es muy fuerte, Aline. Estás sintiéndote incómoda en el hogar donde te criaste prácticamente.
—Es horrible. Ayer no salí de mi habitación en todo el día, apenas si pude comer algo porque decidí salir de allí cuando ellos fueron a comprar. Estoy presa, en pocas palabras.
—Realmente parece que estás sufriendo un calvario —asiente tristemente—. ¿Qué puedo hacer por ti? Dime y te ayudo en lo que quieras.
Sus ojos, aun cristalizados, me observan lentamente.
—No puedes hacer nada, ni siquiera yo puedo. Solo me queda acostumbrarme a la idea de que tengo que vivir en una rutina estricta: de casa a la academia, de la academia al trabajo, del trabajo a mi habitación.
—¿En serio no hay nada para hacer? —insisto y acaricia lentamente los nudillos de mi mano que sostiene la suya.
—Nada, en serio. Solo me cuesta acostumbrarme a que las cosas serán de otra manera a partir de ahora.
—Como digas, igualmente, como te dije, cuando necesites y quieras mi ayuda yo estaré —sonríe de lado y yo paso una mano por mi rostro—. Dios, realmente me asusté cuando te vi llorando tan desconsoladamente, pensé que te quisieron secuestrar o algo.
—¿En serio te asustaste? —pregunta con algo de ternura.
—Sí, es decir, estoy acostumbrado a verte con ese carácter tan fuerte característico tuyo que me impactó observar cómo llorabas.
»Aun así, dejando mi impresión de lado con la cual quise hacerte sonreír, puedo decirte que cualquiera explotaría como lo hiciste. El hecho de que tu madre esté actuando de manera irracional es fatal cuando se trata del bienestar de toda la familia. Como dijiste, ni tú ni tu hermana se sienten bien allí ¿Entonces qué se supone que se debe hacer? Si ya uno no puede estar tranquilo en su casa, pues es como que ya no queda nada.
—Totalmente.
—Quiero creer que siempre se puede hacer algo para que las cosas mejoren o, en todo caso, tu madre se podrá dar cuenta en cualquier momento.
—Lo dudo mucho —niega con la cabeza y luego toma una gran bocanada de aire—. Pero bueno, creo que debo irme.
Miro el reloj que tengo en mi muñeca y me percato que son las ocho y media. Sí, efectivamente debe irse si quiere comenzar su clase.
—Sabes, Aline —digo cuando se pone de píe, rápidamente me mira—. Puedes confiar en mí. Yo siempre estaré en caso que quieras descargarte o simplemente contar algo, por más que yo no sea tan bueno dando consejos o buenas palabras.
—No, por Dios. Ahora mismo estoy sintiéndome una desubicada por haberte contado mis problemas cuando tú, de seguro, tienes muchas cosas que hacer.
—Eso es lo de menos. Cuando alguien está mal se me hace
imposible hacer la vista gorda, mucho menos iba a ignorarte a ti, quien demostró ser tan dura.
—Cualquiera puede llegar a un punto en el que explota —su tono se oye resignado—. Te agradezco de todo corazón, en verdad. No pensé que sería capaz de estallar así, menos aquí, pero me sentí tan mal que pensé que podría estropear todo en clases.
—Hiciste bien en descargarte, el dolor que produce guardarse las cosas es horrible —poso mi mano en su hombro y dejo una suave caricia—. En serio, Aline. No temas en confiar en mí.
Una sonrisa afectuosa se forma en sus labios e, inesperadamente, deposita un beso en mi mejilla.
—Muchas gracias, Ben. Nos vemos.
—Nos vemos, Aline.
Agarra su bolso y comienza a caminar hacia la puerta bajo mi atenta mirada. Antes de salir me dedica un asentimiento de cabeza, a lo que respondo igual. Finalmente se va y quedo solo en la oficina.
Se siente tan bien haberla contenido cuando sintió que todo en su mundo caía. Es como reconfortante al caer en cuenta que ha creído en mí, en que yo podía darle una mano mientras la escuchaba.
*
Muevo mis piernas de manera impaciente mientras veo salir a las diferentes personas por la puerta de desembarque. Estoy ansioso de ver a mis padres, al fin y al cabo siempre existe en mí ese niño que es incapaz de despegarse tanto de sus papás.
—Joder, al parecer se están haciendo de rogar —dice Aitor mientras observa detenidamente a cada persona que sale.
Creo que el haber traído a Aitor es algo que incrementa mi nerviosismo, puesto que él acota algo de todos los pasajeros y yo quiero centrarme en que mis padres salgan. Él vino conmigo porque nos cruzamos en la salida de la academia, iba a verme, pero al comunicarle que vendría a buscar a mis padres no pudo negarse a acompañarme.
Pasan unos cuantos minutos, ellos aparecen con varios bolsos en mano y me sorprendo porque no es que se pueda transportar tanto equipaje. Cuando nos localizan con la mirada, apresuran su paso hacia nosotros mientras que nos acercamos. Finalmente Aitor corre hacia mamá, la abraza efusivamente y yo lo hago con papá.
Sí, Aitor prácticamente es parte de la familia.
Intercambiamos nuestros puestos y las palabras de los cuatro se cruzan entre sí. Dicen algo sobre lo que han extrañado todo, oigo a Aitor regañarlos por no haber disfrutado más y yo río ante todo.
—Quiero creer que nos han traído algo ¿No? —pregunta mi amigo mientras agarra la maleta de mamá para ayudarla.
—¡Claro que sí! Como para no traer algo a mis niños —responde mamá.
Aitor, como si fuese niño pequeño, da palmaditas y yo niego con la cabeza.
—Bueno, pero podremos mostrarles los regalos cuando estemos en casa —dice papá, dando a entender que quiere abandonar ya mismo el aeropuerto.
—Tienes razón. Ben, deja de atrasarlos y llevémoslo a casa.
—¿Desde cuándo te mudaste con nosotros, amigo? —le pregunto entre risas y mis papás me acompañan.
—No seas aguafiestas, además, ya soy como tu hermano ¿Cierto, Félix?
—Cierto.
Con el buen ambiente que nos acompaña, comienzo a arrastrar la maleta de papá mientras nos dirigimos hacia el estacionamiento. Ya sus vacaciones han llegado a su fin, lo cual significa que volverán a la academia, pero por una razón en especial yo no quiero dejar de ir.
Esa razón, claramente, es Aline.
No he podido dejar de darle vueltas a la cabeza con lo que sucedió por la mañana. Quisiera encontrar alguna manera de ayudarla, pues a nadie le deja tranquilo ser consciente que otra persona la está pasando mal, pero ni siquiera sé qué puedo hacer
y qué no en torno a ella.
Voy a tratar de rever las posibilidades que tengo de mantenerme dentro de la academia, no puedo irme de ella.