Читать книгу El nervio poético - Alberto Hernández - Страница 16
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Оглавление—CADA POEMA ES ÚNICO. En cada obra late, con mayor o menor grado, toda la poesía. Cada lector busca algo en el poema. Y no es insólito que lo encuentre: Ya lo llevaba dentro, lee con fluidez Eugenio Montejo mientras la luz del día se derrumba sobre la ventana y Pepe Barroeta rescata de su garganta una leve afirmación.
—En efecto, Octavio Paz lo sabía y por eso nos regaló la reflexión. El poema es parte de nuestros huesos. Somos orgánicamente pura poesía. Siempre la llevamos puesta. Un poema nos alimenta, pero también nos consume, dice Pepe con Cabeza de insomnio.
El sueño responde a la necesidad del lector. Barroeta mira por una ventana. La cordillera de los Andes le enseña la lección cotidiana: el cielo cada día está más bajo. Alguien lo amarra a la tierra. Una voz interior lo empuja a someterse a su propio inventario poético:
En mi ventana el fantasma de Aquiles
come helados
mastica con placer hojuelas frescas de
maíz.
Ha cambiado su traje de guerrero por una
ancha camisa
por un blue jean
por unos gruesos zapatos de goma altas
y trenzas enormes.
Va peinado con una larga melena
echada hacia atrás.
Con anteojos de sol su rostro parece ausente
De cualquier batalla.
(…)
Su lugar es el ventanal de un paisaje
de montaña
que el fuerte Aquiles confunde con velámenes
y con el mar de Grecia
con los ojos de los soldados que ganaron
y perdieron Troya
que marcharon a un mundo donde la valentía
el coraje y la audacia no detienen el fin de la vida (…)
El huésped del poeta oculto entre las hojas de su espíritu sale a Mérida: recorre las calles ajustado al clima de la ciudad. Mira las montañas y añora su tiempo pasado, la tierra árida pero habitada por hombres audaces, llenos de ira contra los dioses, mientras en lo alto alguien respira el azul del universo.
Pero la vida ya no tiene más días. El que mira por la ventana, el que imagina a Aquiles, tiene los días contados, tiene las horas marcadas en la palma de las manos. Tiene la mirada última puesta en las alturas rocallosas de su tierra. Algo le dice que hay otra tierra, que será huésped del último poema recogido con el cuenco del dolor aquel Enero -4 y 30 A.M.:
Pasó el año nuevo
y reventaron los pulmones.
En mi pared bronquial
con arquitectura parcialmente alterada
por neoplasia maligna epitelial
las células se disponen en nidos y cestos
fragmentando el sonoro tejido de la noche.
Soñé contigo.
Nos tendieron desnudos en la mesa de
la Lección de Anatomía.
No pudieron arrancarnos las nubes del cuerpo
la luz del año nuevo parecía un escalpelo
en tu vesícula.
Dormí entre tus cuernos y el día
esperando el roce de las gaviotas.
Tan lejos como estamos del mar
a la hora de los imponderables
vienen siempre un oleaje y un mascarón de proa
para que soltemos las amarras.
Arriba donde el huracán hala
soy tu cadáver
el gran ocio.
Entre tus litorales y el miedo hermafrodita
el epitelio del sexo en alta mar
erecto y en enjambre.