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ОглавлениеEN SU MULLIDO SILLÓN de rey transmutado respira Alfredo Silva Estrada. De sus ojos húmedos brota un poema mudo. El nervio de una estrofa le lame la lengua. La mujer que lo acaricia por la espalda tiene las piernas de mariposa. Vuela cuando quiere, danza cuando él la mira. La atmósfera de la sala reclama una palabra, la voz de alguien, el ímpetu de un pasado que se agita en las páginas de un libro, en las nervaduras de unas hojas lejanas. Hojas de árbol alfabético.
—Si yo miro mi verdadero pensamiento —se dice el poeta— no me conformo con tener que soportar esa palabra interior sin nadie y sin origen, esas figuras efímeras, y esa infinidad de empresas interrumpidas por su propia facilidad que se transforman unas en otras sin que nada cambie con ellas. Incoherente sin parecerlo, instantáneamente espontáneo como él sólo, el pensamiento, por su naturaleza misma, carece de estilo.
Silva Estrada deja el tema. Habla desde los ojos, con los ojos. Permite la caricia de Sonia Sanoja. La deja hacer con su piel, con el desgano de su cuerpo. Ella sonríe a quien la mira desde un mueble vacío. Entonces el poeta se inclina lenta y levemente, abre la boca y dice casi sin poder, al borde de la caída:
—Un poema es una duración durante la cual yo lector respiro una ley que fue preparada; doy mi aliento y las máquinas de mi voz; o solamente su poder, que se concilia con el silencio.
Respira con dificultad. Pero su mirada es aguda, honda. Piensa en París y sonríe. Se ve joven, fuerte. Al fondo, la famosa torre. Con él, un poema, su voz imantada por la brisa de un invierno feroz:
La poesía desde el amanecer
Abrir esta ventana
Y celebrar el pan
Y nuestro amor con horizonte
Y la cosa aquí no ha aparecido
Una visión de nunca
por instantes
en el ahondado reposo del latido
captado hasta los poros
se arroja a un delirio de piedra (…)
Corta el frío el hilo de la garganta, el sonido vital de la palabra, el nervio del poema. Ahora, cierra los ojos y ve el presente, es el presente del mismo poema que ha dejado en el aire. La mujer lo acomoda en su seno. Le mesa los cabellos y lo besa.
El poeta se aleja, se aleja.