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Quiero rocanrol toda la noche

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La música es sentimiento. Puedes intentar verbalizarla, pero todo se reduce a si te conmueve o no.

~GENE SIMMONS

¿En qué pensaba mi esposo? Acababa de comprar dos boletos para el concierto de kiss. No le importó que fuéramos un par de viejos a punto de llegar a la edad del retiro.

Quizá lo había hecho por nostalgia. Ambos egresamos de la preparatoria en la década de 1970, justo cuando la banda kiss irrumpió en el mundo de la música. Esto no significa que haya sido de mi agrado. Soy una pianista clásica, y mi gusto musical iba entonces de lo clásico al soft rock; de Beethoven a Barry Manilow, no a kiss, que rayaba en el heavy metal. Este estilo le gustaba más a mi hermano. De hecho, conocí ese tipo de música porque se filtraba bajo la puerta de su recámara. Yo era una niña bien; no escuchaba la clase de música que kiss tocaba. Además, me había enterado de algunas de las travesuras que hacían en sus conciertos, como que Gene Simmons escupía sangre. ¡Puaj! ¡Qué asco!

Aun así, debo admitir que algo me intrigaba en ese grupo. Su maquillaje estilo kabuki, su vestuario blanco y negro de arlequín y sus tacones peligrosamente altos llamaban mi atención. kiss fue tan popular en los años setenta que, en uno de los concursos anuales de mi escuela, unos compañeros lo imitaron e hicieron play-back de un éxito suyo. Con luces intermitentes y una imaginación desbordada, habrías jurado que estabas frente a kiss. Lo único que desmereció fue la burda pirotecnia, consistente en que un chico escupiera gas para encendedores y le prendiera fuego; todo iba muy bien hasta que el telón ardió en llamas. Tal vez por eso apenas obtuvieron el tercer lugar.

Cuarenta años más tarde, yo asistiría a mi primer concierto de kiss. ¡Era una locura! Cuanto más se acercaba la fecha, más ansiosa me ponía. ¿Qué diablos hacía yo, una mujer madura relativamente conservadora? Pese a todo, decidí que asistiría con la mejor actitud posible y me pondría mi mejor atuendo blanco y negro.

La noche del concierto no tenía idea de qué esperar. Nuestros asientos estaban muy próximos, aunque no juntos. Mientras miraba a mi alrededor, me sorprendió ver que muchas personas parecían de mi edad. Esto hizo que me sintiera un poco más a gusto con la experiencia. Cerca de la hora del espectáculo, la sala se llenó. A mi derecha había un grupo de hombres de treinta y tantos años, con excepción del chico que ocupaba el asiento casi junto al mío. Antes de que empezara el show, le pregunté su nombre y cuántos años tenía. ¡Era de la edad de mi hijo! Éste era también su primer concierto de kiss. Al menos teníamos algo en común.

Justo antes de que la banda saliera al escenario, una mujer menudita apareció en un extremo de nuestro pasillo y se abrió camino hasta el único asiento de la fila que permanecía vacío, justo el que se hallaba entre el joven y yo. Vestida con una camiseta deslavada de kiss, jeans y zapatos deportivos, la dama se sentó. Parecía tan fuera de lugar que temí que los chicos se burlaran de ella, pero en cuanto tomó asiento uno de ellos dijo:

—¡Una abuelita roquera acaba de sentarse junto a nosotros!

No pude menos que informarme de su situación. Tenía setenta y seis años, casi la edad de mi mamá, y era no sólo abuela sino también bisabuela roquera y fan absoluta de kiss, a cuyos conciertos asistía desde los años setenta. Para probarlo, me enseñó el talón de un boleto; era de un concierto de kiss y había costado apenas doce dólares. ¡Qué tiempos aquellos! Esta damisela era una verdadera fanática del grupo. Acudía a todas sus presentaciones en la ciudad. Había venido sola a ésta porque su esposo no era muy adepto a la banda. En cambio, ella se movía como pez en el agua en este ambiente.

Tan pronto como el concierto empezó, la gente se paró de un salto, incluida la abuelita. De hecho, ella no se sentó un instante, y durante hora y media tampoco dejó de alzar su diminuto y arrugado puño. Los zapatos deportivos eran de rigor y ella lo sabía, como la experta en conciertos que era. ¡Increíble! Me sentí avergonzada.

Antes del show yo había investigado un poco sobre kiss, y me enteré de que el promedio de edad de sus integrantes era de sesenta años. Esto resultó más admirable todavía cuando vi sus tacones, en especial los de Gene Simmons, con todo y unos colmillos como de tiburón, de al menos quince centímetros de alto. Paul Stanley incluso se veía bien con un atuendo que mostraba su vientre. Todavía tiene un abdomen admirable. Me olvidé de mi artritis de rodilla y cadera, y estuve parada durante casi todo el concierto. Yo no lo he tenido nunca; debe estar en algún sitio, pero aún está por aparecer. Desde luego que jamás me pondría una blusa corta y centellante que exhibiera mi vientre.

Por un rato me olvidé de mi artritis de rodilla y cadera, y estuve parada durante casi todo el concierto, debido en parte a que el tipo sentado frente a mí podría haber sido jugador de la nba, aunque principalmente porque me la pasé de maravilla. No podía dejar de sonreír. Empecé a hacerlo desde el inicio de la función y conservé la sonrisa a lo largo de todo el concierto, hasta la última melodía. Por cierto, kiss dejó lo mejor para el final. La abuelita roquera me había dicho antes que aún traía en su bolsa confeti del concierto previo. De pronto, dos plataformas gigantescas se elevaron sobre el escenario con un par de miembros de la banda encima. Unas inmensas máquinas de confeti lanzaban papelitos de colores mientras kiss interpretaba su canción icónica, “Rock and Roll All Nite”.

Al final del espectáculo, me quitaba confeti del pelo cuando comprendí. ¡El show me había fascinado! Entendí por qué la abuelita roquera era una fan absoluta de kiss. ¡El concierto fue fabuloso! Ahora soy también una incondicional de esta banda.

~Tamara Moran-Smith



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