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VIII.

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El Padre Guardián condujo á su amigo á la celda que le había preparado; era una pieza pequeña de los altos, con el suelo recién pintado de rojo y las paredes de blanco.

Frente á la puerta de entrada se abría un balcón para el jardín.

En un ángulo había un lecho modesto y en el otro una gran mesa con un pequeño crucifijo de metal; junto á varios libros un vaso con agua y útiles para escribir.

Algunas sillas de pino y un sillón tapizado de piel obscura, completaban el ajuar.

Sobre una de las sillas se había colocado la caja de madera con adornos chinescos, que contenía el equipaje de D. Carlos.

El anciano se despidió de su huésped y dándole una suave palmada en el hombro, le dijo:

—A las doce...... No lo olvide Ud.

El joven inclinó la cabeza y entró á la celda sin contestar.

María Luisa, Leyenda Histórica

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