Читать книгу María Luisa, Leyenda Histórica - Andrés Portillo - Страница 5
II.
ОглавлениеOaxaca era en aquella época el país del dinero y de la grana, que había proporcionado á España, durante mucho tiempo, tesoros para sus hijos y púrpura para sus reyes.
La ciudad capital, situada cerca de la Sierra Madre, al pié de una verde colina, recibió de los españoles el nombre de Antequera en memoria de una de las más bellas poblaciones de Andalucía.
Uníala con México un camino largo y estrecho por donde remitía sus valiosas producciones, recibiendo en cambio los géneros de Europa y con alguna frecuencia, grandes cantidades de plata acuñada.
En Oaxaca no había entonces jardines públicos, ni teatros, ni periódicos, ni alumbrado en las calles; el carácter pacífico de sus habitantes no necesitaba de estas cosas.
No eran conocidos los hoteles porque había poquísimos viajeros; los próceres enviados de la Capital para servir empleos en el Gobierno, así como algunos extranjeros que deseaban conocer el árbol gigantesco del Tule y las legendarias ruinas de Mitla, eran alojados en casas particulares ó en los conventos, cuya supresión aun no se presentía.
La política era un misterio apenas conocido por pocos iniciados.
Pero ya el pueblo, sin abandonar el depósito de sus buenas costumbres y adorables tradiciones, daba indicios de su genio guerrero que más tarde hizo milagros de valor y patriotismo.
Ya había visitado á Oaxaca el gran Morelos y habían nacido en este país afortunado los hombres extraordinarios que algún día debieran ponerse frente á frente de los soberanos europeos, pidiendo para México un puesto de honor entre las naciones ilustradas.