Читать книгу María Luisa, Leyenda Histórica - Andrés Portillo - Страница 20
I.
ОглавлениеD. Carlos no murió.
En la noche que el médico desesperó de su curación, la fiebre hizo crisis presentando los síntomas de un alivio repentino.
El enfermo abrió los ojos y viendo á su lado al Padre José, le dijo resueltamente:—Creo que he dormido y he soñado mucho. Antes no sabía qué camino tomar en el desierto de mi vida...... pero ya estoy decidido..... Quiero huir de mis pasiones y de mis errores...... Hay infortunios que nos separan del resto de los hombres..... Como si hubiese muerto, desearía ser olvidado de cuantos me han conocido, ya que sólo me quedan recuerdos y lágrimas para todos los días del porvenir.
Después de un rato de calma, volvió á decir con doloroso sentimiento:
—Me quedo aquí, según lo he prometido. El hombre nuevo pide á Ud. un asilo en este lugar adonde no llegan las olas que se azotan en la sociedad...... Solamente necesito un poco de paz para mi corazón. Ruego á Ud., Padre, haga lo posible para que no sea conocida mi permanencia en el convento, á lo menos de personas extrañas. Yo procuraré que pronto llegue á México la noticia de mi muerte.
Volvió á callar y después de algunos instantes, prosiguió con voz apenas perceptible:
—Ojalá que á la sombra de la muerte y bajo el peso del olvido, llegue yo á ser bueno......
—Para serlo, hijo mío,—repuso el anciano—es necesario llevar la cruz hasta la cumbre de la estéril montaña de la vida; en el otro lado se halla la tierra de promisión.