Читать книгу María Luisa, Leyenda Histórica - Andrés Portillo - Страница 17
XIV.
ОглавлениеCerca del amanecer salió el Padre José con dirección á la calle y pronto regresó acompañado por el médico del monasterio.
Una fiebre violenta estaba devorando el cerebro de D. Carlos.
Tendido en la cama, con la mirada vaga, el rostro enardecido y sin conocer á las personas que le asistían, era presa de repetidas convulsiones.
Todo aquel día estuvo diciendo palabras incoherentes y quejándose de dolores en la cabeza y frío en el corazón.
Por la noche cayó en un profundo letargo.
Unicamente daba señales de vida por las tristes quejas que salían de su pecho lacerado y el lúgubre chispear de su mirada moribunda.
El médico había dicho que el caso era grave y mandó que sólo estuvieran en la pieza los que tenían obligación de ver al enfermo.
El bondadoso Guardián se encargó de atenderle y no se apartaba de su lado sino breves instantes.
Después de siete días la gravedad no cesaba y la demencia era completa.
El desorden de sus palabras denotaba que las ideas pasaban por su cerebro en rápida tormenta, provocando las alucinaciones del vértigo.
A veces con violencia frenética procuraba incorporarse dando gritos de pasión ó lamentos de agonía.
Ya suplicaba que le dieran la muerte, ya se cubría con las ropas de su lecho, como si le persiguieran ó llamaba personas que no eran conocidas por las que le rodeaban.
Una mañana, después de haber pasado el Padre José toda la noche prodigando consuelos y atenciones á su desdichado huésped, salió de la celda diciendo en voz baja:—María Luisa...... María Luisa......
Todo ese día permaneció el médico á la cabecera del moribundo y al retirarse, sin haber recetado cosa de importancia, dijo al Guardián:—Si acaso amanece con vida, pueden trasladarlo á otra pieza menos estrecha y me da Ud. aviso. Yo veo esto imposible.