Читать книгу María Luisa, Leyenda Histórica - Andrés Portillo - Страница 7
IV.
ОглавлениеAmable por su genio y su virtud y dotado de cualidades eminentes, era el Padre José un anciano alto y robusto, español de origen, pero mexicano por sus sentimientos.
Su barba encanecida y su frente maltratada por los años, como también por los pesares, contrastaban con la viveza de su mirada y el tinte nacarado de sus labios entreabiertos siempre para decir palabras de tolerancia y de cariño.
A pesar de su habitual moderación, frecuentemente se descubrían bajo el humilde sayal del misionero, la franqueza del marino y la noble gallardía del militar retirado.
Toda su existencia fué una lucha constante.
Cuando joven combatió con el mar para sostener á una madre anciana, luego peleó contra Napoleón en defensa de su patria; después llegó á México acompañando al General Mina para proteger á un pueblo abatido; muy pronto, enfermo y sentenciado á muerte, vino á Oaxaca con un nombre supuesto y como maestro de escuela, luchó por la civilización hasta que, por último, se ocultó en el claustro para batallar con sus propias pasiones.
Poseedor de virtudes antiguas é ideas modernas, era indulgente con todos y severo consigo mismo.
Su modesta sabiduría, sus ideas liberales, las mejoras que hizo en el convento y las polémicas que mantuvo sobre materias religiosas lo convirtieron en el personaje más notable del clero.
La sociedad estaba dividida en opiniones respecto á su persona: los enemigos del progreso le tenían por hereje, los hombres ilustrados y virtuosos le llamaban "el Maestro," los pobres le decían "el Padre" y sus compañeros de religión más de una vez quisieron elevarlo á la primera dignidad de su Orden, pero él sólo aceptó el puesto de Guardián.
Aquel día, llegada la hora de comer, se colocó en medio de sus hermanos después de bendecir la mesa, pero en seguida salió rápidamente á la portería, de donde le anunciaron la llegada del viajero que aguardaba.