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B. La Monarquía romana

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a) El rey. El término Monarquía procede del griego apxomay: mandar, y monos, uno, el poder lo ostenta una persona (diarquía: el poder recae en dos personas; tetrarquía: el poder recae en cuatro personas; anarquía: el poder no recae en nadie, etc.). El término regnum procede del latín deregere: mandar, dirigir, guiar.

La Historia de la Monarquía fue escrita por historiadores de la época republicana, que procuraron reconstruir el pasado de la ciudad con carácter de epopeya, comenzando por el hecho de su vinculación fundacional con Troya en atención al reconocimiento de la superior cultura de los griegos. Sin embargo, parece cierta la existencia de un fondo de verdad en los relatos de los historiadores y en todo caso los datos e indicios confirman la existencia de reyes en los primeros siglos de Historia de la comunidad política romana.

Conforme a la tradición, la guerra de Troya, ciudad ubicada en Asia Menor, en el territorio de la actual Turquía, se habría desencadenado por el rapto, o la fuga, de Elena, casada con Menelao, rey de Esparta, por el príncipe troyano París, lo que habría desencadenado el enfrentamiento de los pueblos aqueos contra los troyanos, que habrían sido derrotados y la ciudad de Troya saqueada, conforme se narra de forma magistral por Homero en la Iliada.

Uno de los combatientes, supervivientes y héroes en aquella guerra, el troyano Eneas viajaría, junto con su familia, por el Mediterráneo, al finalizar la guerra, y se establecería en el Lacio, periplo relatado para la posteridad por Virgilio en el poema épico por excelencia que es la Eneida. Rómulo y Remo descendientes de Eneas habrían fundado Roma, por lo que los antiguos romanos se consideraban descendientes de los troyanos.

La tradición nos habla así mismo de siete reyes; cuatro de procedencia latina: Rómulo, Numa Pompilio, Tulo Hostilio y Anco Marcio, y tres de procedencia etrusca: Tarquinio el Antiguo, Servio Tulio y Tarquinio el Soberbio. Este último habría gobernado de forma despótica, lo que habría producido un levantamiento popular, que acaudillado por una parte de la nobleza, habría provocado el fin de la Monarquía y el advenimiento de la República. La Monarquía habría tenido una duración aproximada de dos siglos y medio: desde el 754 ó 753 a.C. al 509 a.C.

Parece cierto que el rex era un personaje único y vitalicio, con un poder amplio, lo que contrasta con el carácter dual del poder en época republicana, que recae en dos cónsules, que actúan como magistrados supremos. La contraposición entre el poder unitario del rex y el poder compartido o colegiado de los cónsules es constante en las fuentes.

La Monarquía en Roma no habría tenido carácter hereditario-familiar, ni adoptivo (el rey elige a su sucesor, al que adopta), ni electivo por el pueblo en asamblea popular. En la designación de nuevo rey (a la que me referiré en el epígrafe siguiente) habrían tenido un papel fundamental el Senado y los augures.

b) Los Colegios Sacerdotales. La interrelación entre Derecho, moral y religión durante los primeros siglos les otorga una posición de gran soberanía. Estarían presididos por el Rey. Cabe destacar los siguientes:

– Colegio de los Pontífices: originariamente en número de tres. Su nombre podría derivar de su competencia para construir puentes: pontem facere. Se le atribuye competencia en materia de ritos, de técnica, de interpretación, creación y aplicación del Derecho y de tradición histórica. La tradición hace referencia a unas leges regiae. Probablemente se trataría de disposiciones emanadas del Colegio Pontifical, que llevarían la denominación de regiae en atención a que dicho colegio estaría presidido por el rex, correspondiendo, en defecto de éste, la presidencia al Pontífice maximus.

A partir de mediados de la República, el Colegio de los Pontífices publica unas tablas de madera, todos los años, en las que se contienen los nombres de los cónsules elegidos para ese año y los acontecimientos más relevantes acaecidos en el año. De esta práctica derivan su nombre los historiadores denominados analistas, que narran los acontecimientos año a año. Los anales de los Pontífices fueron durante varios siglos secretos, es decir, de conocimiento exclusivo de los propios pontífices. Habrían elaborado el primer calendario (señalando en él los días tenidos por fastos, propicios a los dioses, y nefastos, no propicios).

– Colegio de los Augures: eran los encargados de conocer e interpretar la voluntad de los dioses. Ningún acto de importancia política o militar: designación del rey, elección de un magistrado, declaración de guerra, etc., se realizaba sin conocer si la voluntad de los dioses –los auspicios– era o no favorable. La técnica de la interpretación del vuelo de las aves, entrañas de los animales, marcha de las nubes (celesta signa), etc., la conocían sólo los augures, presididos por el rex, que procedían a realizar conforme a criterios preestablecidos. Hay un momento, en la época republicana, en el que los magistrados participan con los sacerdotes en la interpretación de los augurios y en la comunicación de los auspicios, para acabar sustituyéndolos en este cometido.

– Colegio de los Feciales: con competencias en materias de Derecho internacional: declaraciones de guerra, firma de tratados de paz o de alianza, etc.

c) El Senado. El término tiene relación con senex, por lo que hacía referencia al hecho de que en los primeros tiempos sería una asamblea de los jefes de las familias o de las gentes que, en atención a la edad de sus componentes, recibiría el nombre de Senado, manteniéndose dicha denominación a lo largo de los catorce siglos de historia del Derecho Romano. La pervivencia histórica de esta institución se proyecta a los tiempos modernos, manteniéndose dicha denominación para designar una de las cámaras legislativas en numerosas naciones.

Sostiene la tradición que el número inicial de 100 senadores, habría aumentado con el paso del tiempo hasta llegar a 300 a fines de la Monarquía.

La principal función del Senado sería el interregnum, es decir, la competencia en el período comprendido entre el fallecimiento de un rey y la designación del sucesor. En esta circunstancia auspicia redeunt ad patres, dicen las fuentes, es decir, son los senadores, patres, los encargados de interpretar la voluntad de los dioses (auspicia), probablemente en colaboración con los augures. Cada uno de los senadores, al que se denominaba interrex, durante cinco días consecutivos procedería a interpretar la voluntad divina. Cuando la interpretación resultase favorable a una persona sería presentada ante la asamblea senatorial, la cual en el caso de pronunciarse favorablemente al candidato auspiciado, procedería a la designación del nuevo rey.

La función permanente del Senado consistiría en el asesoramiento al rey, y parece razonable pensar en la autoridad moral y en el poder efectivo, aunque quizás no de carácter vinculante para el rey, del parecer de un organismo formado por los jefes de las familias y gentes que componen la sociedad política romana.

d) Las Asambleas Populares. Las tres tribus primitivas que habrían integrado la ciudad tendrían un carácter étnico y se corresponderían con los núcleos de población latino, sabino y etrusco. Parece razonable pensar que la fusión de los diferentes grupos de población haya producido como resultado un tipo de asamblea no ya de base étnica, sino territorial.

De los comicios curiados formarían parte todos los ciudadanos romanos varones, patricios y plebeyos. Las funciones de los comicios curiados presentan una especial relación con las agrupaciones de personas conocidas con la denominación de familia y gens: así, por ejemplo, ante las curias, que actuaban como testigos, el paterfamilias otorgaba testamento, designando a su sucesor como cabeza de la familia para el momento de su fallecimiento; de igual modo, ante las curias se producía, en su caso, la renuncia al culto familiar (detestatio sacrorum), o la admisión de una nueva gens en la comunidad (cooptatio), o el sometimiento voluntario de un paterfamilias con su familia a la potestad de otro pater (adrogatio). Parece que en los supuestos de testamentum y detestatio sacrorum el pueblo se limitaba a testimoniar, con su presencia, la realización del acto, mientras que en los supuestos de cooptatio y adrogatio se trataría de propuestas ante las que las curias deberían pronunciarse en sentido afirmativo o negativo.

Los comicios por centurias, cuya creación atribuye la tradición al rey Servio Tulio, deben su denominación a que se trataría de una asamblea formada por diversas unidades independientes de 100 personas cada una. Con el paso de los siglos no se respetó el número de 100 por centuria, aunque se continuó manteniendo el nombre de centuria.

Los comitia centuriata no tienen una base étnica, ni territorial, sino timocrática, es decir, los ciudadanos formaban parte de una u otra centuria, en sus orígenes, según pudiesen costearse la correspondiente armadura y, con posterioridad, según los bienes de cada civis, conforme a los datos que constasen en el censo. Durante siglos se valoró solamente la riqueza fundiaria, es decir, las tierras, hasta la reforma realizada por el censor Apio Claudio en el año 312 a.C., conforme a la que comenzó a valorarse, en dinero amonedado, todos los bienes del ciudadano.

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