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D. El Imperio bizantino
ОглавлениеRecibe el nombre de la ciudad de Bizancio fundada por los griegos en el siglo VII a.C. y rebautizada como Constantinopla, en honor a Constantino, que traslada a esta ciudad la capitalidad del Imperio. Bizancio, la actual Estambul, situada en la encrucijada entre dos continentes, Asia y Europa, está en las proximidades del estrecho del Bósforo y es un puerto de tránsito entre el mar Negro y el mar Mediterráneo.
La decadencia del Imperio Romano de Occidente lo lleva a su derrocamiento y caída en el año 476, siendo el último emperador Rómulo Augústulo. Por el contrario, el siglo V es de esplendor y de renacimiento de ideas clasicistas en el Imperio de Oriente, en el que desarrollan una destacada actividad en el ámbito jurídico las escuelas de Derecho, a las que ya me he referido. Bizancio salvaguarda gran parte de la tradición romana, aunque teñida de orientalismo.
En estas coordenadas políticas y culturales, nace en el año 482, en un pueblo de Serbia, Justiniano, que, educado en la cultura clásica, es llamado a la corte de Bizancio por su tío el emperador Justino, al que sucede en el año 527. Como todas las grandes personalidades que han cumplido un papel importante en la historia, la vida y la obra de Justiniano ha recibido valoraciones diferentes y contradictorias.
Justiniano se siente heredero de la grandeza y de la gloria del Imperio Romano, y aunque tiene la corte en Bizancio, donde se habla griego y se vive un ambiente helenístico, aspira a la unidad del antiguo Imperio en los planos político-territorial, legislativo y religioso.
En el plano político, emprende la reconquista del antiguo territorio del Imperio Romano, para lo cual envía a su ejército al mando de los generales Belisario y Narcés, que recuperan de los vándalos el norte de África, Córcega y Cerdeña; de los ostrogodos Italia, y de los visigodos la parte sudeste de la península ibérica, hasta lograr la entrada en Roma. Sin embargo, el ejército bizantino es insuficiente para el imponente fin perseguido, por lo que es derrotado por los persas en Oriente y acaba retirándose del Occidente europeo.
En el plano religioso, el Occidente y el Oriente europeo habían tomado caminos diferentes, cuyas huellas llegan todavía al momento actual. En Occidente, el obispo de Roma se siente heredero del Pontificado del apóstol Pedro y tiene pretensiones de poder espiritual extendido a todo el orbe. En Oriente, la interrelación entre poder espiritual y temporal es mayor. El poder del emperador es cesaropapista: es un poder a la vez temporal y espiritual. La religión es oficial y única; el patriarca de Constantinopla es una especie de ministro para el culto religioso, dependiente del emperador. Justiniano hereda y asume estas ideas y pretende imponer por la fuerza el cristianismo ortodoxo a sus súbditos. El dogmatismo religioso le lleva en ocasiones a intervenir en cuestiones de Derecho eclesiástico y limitar la capacidad de obrar e incluso a perseguir a herejes y judíos. Es, sin duda, un aspecto negativo en la, por otra parte, excepcional personalidad de Justiniano. La política se había sacralizado.
Sin embargo, en época de Justiniano, el arzobispo de Constantinopla, al cual se denomina en ocasiones patriarca ecuménico o universal, en el sentido de ser la cabeza de todas las iglesias del territorio oriental, se encuentra sometido a la supremacía del Romano Pontífice. En este sentido, son varios los textos contenidos en el Código y las Novelas en las que el emperador manifiesta la sumisión de toda la Iglesia al Papa y Patriarca de la antigua Roma. El papa romano Juan II proclama, por escrito, que se debe al reconocimiento de Justiniano el que la Iglesia goce de paz y unidad, lo cual le hace acreedor de la protección divina.
La buena relación entre el Papa y el Emperador no obsta para que éste, en ocasiones, no acate determinadas disposiciones del Obispo de Roma o intervenga, en clara actitud cesaropapista, en materias de naturaleza teológica. El dogmatismo religioso le lleva, en ocasiones, a intervenir en la regulación de instituciones de Derecho eclesiástico, y limitar la capacidad de obrar, e incluso perseguir, a herejes y judíos. Es, sin duda, un aspecto negativo de la, por otra parte, excepcional personalidad de Justiniano. La política se había sacralizado.
En relación con la concepción denominada cesaropapista en Justiniano, a juicio de Bueno Delgado, el enfoque debe ser singular en relación con este emperador, en atención a que Justiniano reconoce el Primado de Roma y la Autoridad de la Iglesia, así como la supremacía del Obispo de Roma, como Autoridad eclesiástica superior, confirmándolo legalmente como “cabeza de todas las santas Iglesias”.
La unidad legislativa, anhelada por Justiniano como parte de su proyecto de restauración del Imperio, se logró a través de la Compilación, que es considerada la más importante recopilación del Derecho de la historia de la Humanidad.