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UN HORROR INDESCRIPTIBLE

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Nuestro hallazgo más sorprendente fue una mancha blanca en el lóbulo frontal izquierdo de la corteza cerebral, en una región llamada área de Broca. En este caso, el cambio de color significaba que había una importante disminución en esa parte del cerebro. El área de Broca es uno de los centros del habla del cerebro, que suele verse afectada en pacientes de ictus, cuando se corta el riego sanguíneo hacia esta región. Sin un área de Broca que funcione bien, no podemos expresar en palabras nuestras ideas ni nuestros sentimientos. Nuestros escáneres mostraron que el área de Broca se desconectaba cuando se desencadenaba un flashback. En otras palabras, obtuvimos una prueba real de que los efectos del trauma no son necesariamente diferentes de los efectos de las lesiones físicas como los ictus (y que pueden superponerse con estas).

Todos los traumas son preverbales. Shakespeare capta este estado de terror indescriptible en Macbeth, cuando se descubre el cadáver del rey asesinado. «¡Oh! ¡Horror! ¡Horror! ¡Horror! ¡Ni la lengua ni el corazón pueden concebir ni nombrar esto! La confusión acaba de hacer su obra maestra». Bajo condiciones extremas, la gente puede gritar obscenidades, llamar a su madre, gritar de terror o simplemente callarse. Las víctimas de ataques y de accidentes permanecen mudas y paralizadas en las urgencias; los niños traumatizados «se quedan sin lengua» y se niegan a hablar. Fotografías de soldados de combate muestran a hombres con la mirada vacía mirando en silencio hacia el vacío.

Incluso años después, a las personas traumatizadas les cuesta muchísimo contar a los demás lo que les ha sucedido. Su cuerpo revive el terror, la rabia y la impotencia, así como el impulso de luchar o de huir, pero estos sentimientos son prácticamente imposibles de articular. Por naturaleza, el trauma nos lleva al borde de la comprensión, desconectándonos del lenguaje basado en la experiencia común o en un pasado imaginable.

Esto no significa que las personas no puedan hablar de una tragedia que les haya ocurrido. Tarde o temprano, la mayoría de los supervivientes, como los veteranos del capítulo 1, elaboran lo que muchos llaman una «historia de portada», que ofrece algunas explicaciones de sus síntomas y su comportamiento para consumo del público. Estas historias, sin embargo, en raras ocasiones captan la verdad interna de la experiencia. Es sumamente difícil organizar las experiencias traumáticas propias en un relato coherente, en una narración con un inicio, un desarrollo y un final. Incluso un experimentado reportero como el famoso corresponsal de la CBS Ed Murrow tuvo dificultades en transmitir las atrocidades que vio cuando el campo de concentración de Buchenwald fue liberado de los nazis en 1945: «Ruego que crean lo que he dicho. He contado lo que vi y oí, pero solo una parte de ello. Para la mayoría de las cosas, no tengo palabras».

Cuando las palabras fallan, las imágenes aterradoras captan la experiencia y vuelven como pesadillas y flashbacks. A diferencia de la desactivación del área de Broca, en nuestros participantes se iluminó otra región, el área 19 de Brodmann. Es una región de la corteza visual que registra las imágenes cuando entran por primera vez en el cerebro. Nos sorprendió ver activación cerebral en esta área tanto tiempo después la primera vivencia del trauma. En situaciones normales, las imágenes en bruto registradas en el área 19 se difunden rápidamente a otras regiones cerebrales que interpretan el significado de lo que se ha visto. De nuevo, estábamos viendo una región cerebral activada como si el trauma estuviera ocurriendo realmente.

Como veremos en el capítulo 12, en el que hablaremos de la memoria, otros fragmentos no procesados del trauma, como los sonidos, los olores y otras sensaciones físicas, también se registran separadamente de la historia en sí. Sensaciones similares suelen desencadenar un flashback que los lleva de nuevo a la conciencia, aparentemente inalterados por el paso del tiempo.

El cuerpo lleva la cuenta

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