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LOS CEREBROS DE STAN Y UTE BAJO EL TRAUMA

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En una bonita mañana de septiembre de 1999, Stan y Ute Lawrence, una pareja profesional de unos cuarenta años, salía de su casa de London (Ontario, Canadá) para asistir a una reunión de negocios en Detroit. A mitad del camino, encontraron una niebla intensa que redujo la visibilidad a cero en una milésima de segundo. Stan inmediatamente pisó los frenos y pudo parar en la cuneta de la autopista, esquivando por poco un camión enorme. Otro camión de dieciocho ruedas salió despedido por encima de su coche, furgonetas y coches empezaron a chocar. La gente que había salido de los vehículos fue atropellada mientras corrían para salvar su vida. Seguían produciéndose choques ensordecedores, y con cada sacudida sentían que aquella sería la que les mataría. Stan y Ute quedaron atrapados en el decimotercer coche de los ochenta y siete vehículos que chocaron en cadena, el peor accidente de tráfico de la historia de Canadá.15

Luego se produjo un silencio espeluznante. Stan intentó abrir las puertas y las ventanas, pero el camión que salió volando y cayó sobre el maletero de su coche le impedía salir. De repente, alguien empezó a golpear el techo de su coche. Una chica estaba gritando. «Sacadme de aquí, ¡estoy ardiendo!». Impotentes, vieron cómo moría mientras su coche se consumía entre llamas. Lo siguiente que supieron fue que un conductor de camión estaba en el techo de su coche con un extintor. Rompió el parabrisas para sacarlos y Stan salió por la abertura. Al girarse para ayudar a su esposa, vio a Ute paralizada en el asiento. Stan y el conductor la sacaron y una ambulancia los llevó a urgencias. Aparte de algunos cortes, salieron físicamente ilesos.

En casa, esa noche, ni Stan ni Ute querían dormir. Les parecía que si se relajaban se morirían. Estaban irritables, nerviosos y al límite. Esa noche, y muchas más después, bebieron grandes cantidades de vino para bloquear el miedo. No podían detener las imágenes que los estaban torturando o las preguntas incesantes: ¿Y si hubieran salido antes? ¿Y si no hubieran parado a poner gasolina? Al cabo de tres meses, pidieron ayuda a la doctora Ruth Lanius, psiquiatra de la Universidad de Ontario Occidental.

La doctora Lanius, que había sido estudiante mía en el Trauma Center unos años antes, nos dijo que Stan y Ute querían visualizar sus cerebros con una RMf antes de empezar el tratamiento. La RMf mide la actividad neuronal analizando los cambios en el flujo sanguíneo del cerebro y, a diferencia de la tomografía por emisión de positrones, no requiere exposición a radiación. La doctora Lanius usaba el mismo tipo de imágenes basadas en un guion que habíamos usado en Harvard, capturando las imágenes, los sonidos, los olores y otras sensaciones que Stan y Ute experimentaron mientras estaban atrapados en el coche.

Stan fue el primero, e inmediatamente tuvo un flashback, igual que Marsha en nuestro estudio de Harvard. Salió del escáner sudando, con el corazón acelerado y la presión arterial disparada. «Así es como me sentí durante el accidente –dijo–. Estaba seguro de que iba a morir, y no podía hacer nada para salvarme». En lugar de recordar el accidente como algo que había sucedido tres meses antes, Stan lo estaba reviviendo.

El cuerpo lleva la cuenta

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